todo (dm)
Publicado: Jue, 06 Feb 2014 22:21
Todo (dm)
verde o cejijunto, el sueño ha sido
para mí un monstruo de arroz
tal vez tibio
o tal vez
lechoso inmune a mí.
Debió caerse de un dolor habitante
que no pude constatar dormido.
Así todo, cuando llegó este brillo desde
los vidrios de la calle y me besó los umbrales
nunca pude suponer un corte, todo
lo que pudo crisparse hasta ser amarillo.
Si hablarte no lo fuera o si al menos
no quedara en este palmo a palmo la vista
desnudando mi voluntad desdentada.
Si amarte fuera alguna última vez para el frío,
como una profundidad tardía, rota de vodka,
como una tela negra impensada
que sirve para raspar los que parecen
espacios diminutos.
Nunca pensé que iba a poder contar esto
de quedarme aquí, apoyarnos en el frío
que no fue lo que aquí encontramos,
la noche concibiendo su raíz entre orejas dispuestas,
órbitas de las que todas las cifras resbalan
como un pensamiento. Lo que yo sabía no pasó,
un sol oscurecido pudo una mujer llevarse por fin
a tiempo sobre sus hombros hasta otra luna
hasta otro desierto y resplandecer
en las esquinas, la noche en buenos aires
fue un cielo donde se pudo caminar
por la brecha de mi desolación,
sentir de una vez lo que otros no saben:
que la noche siempre buscará
un rostro para sí misma, donde esté,
no importa, la calle
es un ardor-bello-que-resbala
y a veces sentir el espanto de la lucidez,
sonreír ese instante en que se puede desarmar
lo que el día deja con aliento a foto vieja.
Deben saber que los tiempos para mí
nunca han sido perfectos.
Esto me obliga a una cierta crudeza
con la que un niño pregunta,
aprendí esto hace rato,
lo que escribo solo amasa lo inútil
hasta ser un polvo seco, allí el calor suelta
una renuncia, una mujer gestos, redime en
sus caricias para que la noche no intente
seguir de largo. Frente a cada vez
un sol antiguo rueda. Porque todo
en el poema quizá, hay que decirlo,
fue haberte conocido, fue un tiempo inmenso
intenso, valioso, difícil de mensurar.
verde o cejijunto, el sueño ha sido
para mí un monstruo de arroz
tal vez tibio
o tal vez
lechoso inmune a mí.
Debió caerse de un dolor habitante
que no pude constatar dormido.
Así todo, cuando llegó este brillo desde
los vidrios de la calle y me besó los umbrales
nunca pude suponer un corte, todo
lo que pudo crisparse hasta ser amarillo.
Si hablarte no lo fuera o si al menos
no quedara en este palmo a palmo la vista
desnudando mi voluntad desdentada.
Si amarte fuera alguna última vez para el frío,
como una profundidad tardía, rota de vodka,
como una tela negra impensada
que sirve para raspar los que parecen
espacios diminutos.
Nunca pensé que iba a poder contar esto
de quedarme aquí, apoyarnos en el frío
que no fue lo que aquí encontramos,
la noche concibiendo su raíz entre orejas dispuestas,
órbitas de las que todas las cifras resbalan
como un pensamiento. Lo que yo sabía no pasó,
un sol oscurecido pudo una mujer llevarse por fin
a tiempo sobre sus hombros hasta otra luna
hasta otro desierto y resplandecer
en las esquinas, la noche en buenos aires
fue un cielo donde se pudo caminar
por la brecha de mi desolación,
sentir de una vez lo que otros no saben:
que la noche siempre buscará
un rostro para sí misma, donde esté,
no importa, la calle
es un ardor-bello-que-resbala
y a veces sentir el espanto de la lucidez,
sonreír ese instante en que se puede desarmar
lo que el día deja con aliento a foto vieja.
Deben saber que los tiempos para mí
nunca han sido perfectos.
Esto me obliga a una cierta crudeza
con la que un niño pregunta,
aprendí esto hace rato,
lo que escribo solo amasa lo inútil
hasta ser un polvo seco, allí el calor suelta
una renuncia, una mujer gestos, redime en
sus caricias para que la noche no intente
seguir de largo. Frente a cada vez
un sol antiguo rueda. Porque todo
en el poema quizá, hay que decirlo,
fue haberte conocido, fue un tiempo inmenso
intenso, valioso, difícil de mensurar.