Editorial Alaire

Mario Martínez escribió: Sacrílego

Olía a cera vieja y tiempo detenido
cuando crucé el umbral
y un látigo de luz surcó mi espalda
al entornar la puerta. El díatras de mí,
buscaba desahuciado su poniente.
Hubo un bullicio de alas en la bóveda,
y dos palomas grises delataron,
con frenético vuelo,
el árido crujir de la tarima,
la súbita intrusión de mi presencia
violando paso a paso la penumbra
desangelada y fría del templo solitario.

Furtivo, reincidente, y torpe en contriciones,
me deslicé sabiendo que los muros de piedra,
las viejas hornacinas,
la sombra inquisidora de aquel altar del fondo,
me conocían ya.
Sabía que el silencio, como unave asustada,
buscaría su espacio para intentar huir,
y al tropezar conmigo,
el miedo que no tuve, pudiera tomar forma
de espectro tenebroso
en un faro encendido o en una humana voz.

Llegué hasta la capilla donde la imagen santa
de oscura vestimenta y rostro compungido,
con lágrimas de mármol,
lloraba sin cesar.
Las manos extendidas en un gesto de súplica
y un rictus de amargura en su pétrea boca,
que, ¡os juro por mi vida!
se hizo sonrisa breve cuando prendí en su pecho
el corazón de plata herido por puñales
que un día le robé.

Corrí como alma en pena hacia la puerta umbría
sin discreciones ya, loco de pánico
bajo el hostil zureo de palomas,
la trampa de tinieblas acechándome,
los tétricos lamentos del tablazón del suelo,
y el sonido, ancestral y monótono

de un corazón latiendo.




Mario.