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Como la mosca de Cortázar

Publicado: Mié, 29 Ene 2014 21:23
por Gerardo Mont
Bueno, yo me había matado (no digo “suicidado”), porque yo era otro y acabé con él. Es curioso que a alguien no se le condene por lo que a otros se les sentencia a perpetuidades tras las rejas; y hasta se les cobra el ojo en deuda (por aquello del “ojo por ojo”) con la inyección letal u otros execrables métodos.

Me maté, sí, quizás con algún derecho… Con ese que asiste, al que percibe en un animal extraño, un peligro apremiante, uno que exige madrugar a la bestia en el ataque, para no morir por titubeos. Por supuesto, en esto media la intuición, la calidad de ella, la confianza que se le pueda tener, para decidir en consecuencia.

Para hacerme entender y en defensa de mi cordura y de mis sanos principios, he de señalar, que antes de convertirme en víctima y victimario, me sentía como la mosca de Cortázar que volaba panza arriba, es decir, presa de un dilema harto complejo: desde la perspectiva del hombre –siempre arrogándose los parámetros de la verdad–, ella quebrantaba las leyes preestablecidas, pero desde su propia perspectiva (la de la mosca), todo el mundo andaba patas arriba. Digamos, pues, que yo era la mosca.

En aquel tiempo, previo al homicidio, yo sabía (tenía la absoluta certeza), de que todo había girado, en unas cuantas décadas. Nada era lo mismo, pero no lo digo con esa connotación trillada que se refiere a los cambios propios de un mundo y una sociedad siempre en movimiento (modas, preferencias, creencias, usos del lenguaje, cambios sociales, filosofías, choques generacionales, etc, etc.) , sino, que me refiero a un cambio radical y por desgracia inaprensible para mí en aquel momento.

Digamos que una especie de radiación espiritual, un derrame universal de plutonio, inundó el interior de cada recipiente humano ( ojo: utilizo la palabra universal refiriéndome a este planeta desahuciado con pretensiones de ser todo, aunque no es más que un grano de arena en el mar de las posibilidades). En consecuencia, surgieron una inmensa variedad de mutaciones, imposibles de clasificar y algunas hasta de identificar, pero todas y cada una, exterminaron la humanidad conocida, surgiendo en su lugar, una nueva especie (llamémosla deshumanidad). Luego, la nueva deshumanidad, empezó a deshumanizar todo, es decir, a girarlo 180 grados, a volver todo, absolutamente todo, de cabeza.

Extrañamente, tal vez por algún resabio genético-evolutivo, aun no estudiado, y quizás nunca, porque me deshice del único ejemplar; todo mi ser se resistía a girar como había girado todo.

Si hablamos de la fe: había muerto, resucitado y repetido el ciclo, hacía mucho tiempo; ese no era el problema, porque esto se daba históricamente por oleadas, en una fórmula muy sencilla que oscilaba entre creer y no creer con su correspondiente iconografía; pero ahora se creía en cosas tan raras: el culto al dinero, por ejemplo, la envestidura de la fama, el altar de la televisión, el sánscrito de las redes sociales. Si hablamos del bien y del mal, en otro tiempo reconocíamos fácilmente los extremos y las distancias entre ellos, pero ahora “nada era bueno, ni malo, sino todo lo contrario”, como diría un conocido, y para alguien acostumbrado a cuentas claras, todo se me había vuelto turbio. Ahora bien, si hablamos de lo más importante, desde la antigua perspectiva de alinear las cosas, el amor tendría que ocupar la cabeza de la fila, porque las acciones de una humanidad bien humanizada deberían nacer de tal principio, sin embargo, y mientras también cambiaban las definiciones, el amor dej´´o de ser lo que por ello se entendía, y se convirtió en una cosa científica, regida por sustancias, que medidas, provocan las reacciones (química pura, simple y llana). Así, podría seguir mencionando, infinitamente, cosas que cambiaron.

Ante todo aquello surgió otro dilema, llamémoslo también: el de la mosca, pero en mi versión humana, de entonces ¿Cómo podrías seguir adelante, observado y señalado por todos, siendo burla de un mundo que ya no encaja contigo?

Al principio, intentaba girar sobre mi panza, por decirlo de alguna manera, para aprovechar la gravedad que supuestamente tendría que atraer el mayor peso y la forma de la misma, fácilmente (nadie tuvo jamás una panza que apuntase hacia arriba, a no ser que se le hubiere tratado con alguna silicona). Traté de adecuar mis acostumbradas percepciones del mundo y de la verdad en un plano intermedio que me permitiera seguir siendo yo, ese que acostumbraba ver en el espejo con alguna vergüenza por no ser mejor, y que de vez en cuando, con algo poético entre manos, acicalaba, para poderle sonreír, un poco al menos, a la vida.

Sin embargo, nada de aquello, me servía, y como una pipa que cae al agua, volvía a flote en la misma desnaturalizada posición (por ese tiempo ya me sentía totalmente desubicado), por lo que, sin considerar los imposibles alcances de mi plan, intenté girar poco a poco las demás cosas ciento ochenta grados hasta su origen. Por supuesto, no podría volver todo el mundo, pero quizás, y en mucho tiempo, podría girar mi entorno conocido, común, posible. Como un fanático religioso, intenté la tarea uno por uno, esbozando mis razones de la mejor manera posible, y perfeccionándolas día a día. Algunos conocidos después de horas asentían, quizás convencidos, quizás cansados de la ardua faena de blandir sus argumentos y perder en cada esfuerzo. Luego supe que moriría en el intento, por lo que procure dirigirme a las multitudes, primero a capela, y luego con megáfono y música de fondo para hacer la tarea un tanto más atractiva. Y nada. Yo corría a mirar noticias, reportajes, entrevistas, y nada…, nada cambiaba. Ante la impotencia de mi esfuerzo, escribí algunos libros, bien “jalados”, como se dice por estas tierras tan de madres; pero la razón también había perdido sus parámetros y nadie comprendía mis palabras… Así, caí a la cuenta, que se me estaba haciendo imposible, aún, comunicarme. Y esto sí que fue una catástrofe, empecé a vagar sin horizontes posibles, y vencido.

Se me redujeron terriblemente las opciones: Suicidarme o matarme, no había de otra, si quería de alguna forma tomar en mis manos el destino, de acuerdo al último principio que aún me era dado aplicar, en aquellas condiciones; así como para salvaguardar la llave de una identidad que me permitiera, aún, reconocerme, en mi nuevo yo y en otro estadio.

Tomé entonces una decisión irrevocable: matarme (no suicidarme, insisto). Hendir el cuchillo hasta la entraña, girarlo luego en varios ejes, y sacarlo en una posición opuesta a la precedente. Listo, el daño era irreparable. Miré entonces, así tendido sobre el suelo y después de unos cuantos brincos, la mueca inconfundible de la muerte que me señalaba.

Esa cabanga natural, extraña en este caso, pues yo era otro mirándome a mí mismo, me embargo por un instante, pero poco a poco fui girando y supe que había pasado lo peor, que había posado mi pie en tierra firme. Digamos que, no precisamente donde había imaginado, pero aquí estoy, siendo inocente en relación a los códigos modernos y caminando con las patas hacia arriba. Al fin, puedo decir, no es tan mala esta deshumanidad a la que ahora pertenezco… Y aún existo.

Ser feliz, entiendo ahora, no es más que relajarse siguiendo la corriente.

Publicado: Jue, 30 Ene 2014 8:27
por Hallie Hernández Alfaro
Qué maravilla, Gerardo. Creo que serán muchos los que encuentren en este gran texto una profunda compañía, consuelo también. Mientras leía me aferré con emoción a los vuelcos, a los 180 grados no deseados, al Amor del que habla el personaje; mientras nos cubra, mientras sea capaz de sacudirnos las entrañas, Seremos.

De pie para la ovación, querido compañero.

Abrazo enorme.

Publicado: Sab, 01 Feb 2014 7:58
por Rafel Calle
Tan bello como ingenioso, bien tramado, mejor desarrollado, con altura literaria y un ritmo considerablemente amable.
Ha sido un placer leerte. Felicidades, estimado colega Gerardo.
Un fuerte abrazo.

Publicado: Mar, 18 Feb 2014 15:38
por Carmen López
Mucho arte y mucho ingenio, amigo Gerardo, me lo había perdido, pero he dado con él, un lujo y un tesoro. Te aplaudo, amigo.

Un abrazo grande.

Carmen

Publicado: Jue, 03 Abr 2014 18:56
por Gerardo Mont
Hallie Hernández Alfaro escribió:Qué maravilla, Gerardo. Creo que serán muchos los que encuentren en este gran texto una profunda compañía, consuelo también. Mientras leía me aferré con emoción a los vuelcos, a los 180 grados no deseados, al Amor del que habla el personaje; mientras nos cubra, mientras sea capaz de sacudirnos las entrañas, Seremos.

De pie para la ovación, querido compañero.

Abrazo enorme.



Siempre tan amable estimada amiga y admirada poeta. Tu gran corazón destaca solo lo bueno. De verdad te agradezco mucho tu apoyo. Un gran abrazo que llegue sincero a ti y a los tuyos.

Publicado: Mié, 30 Abr 2014 22:37
por Gerardo Mont
Rafel Calle escribió:Tan bello como ingenioso, bien tramado, mejor desarrollado, con altura literaria y un ritmo considerablemente amable.
Ha sido un placer leerte. Felicidades, estimado colega Gerardo.
Un fuerte abrazo.

Muchas gracias por tu apoyo, estimado Rafa. Un honor contar con tu lectura y me alegra que te haya gustado. Un gran abrazo.

Publicado: Mar, 23 Sep 2014 1:28
por Gerardo Mont
Carmen López escribió:Mucho arte y mucho ingenio, amigo Gerardo, me lo había perdido, pero he dado con él, un lujo y un tesoro. Te aplaudo, amigo.

Un abrazo grande.

Carmen


Muchas gracias Carmen por tu lectura y tu amable comentario. Un honor tu paso. Un gran abrazo.

Publicado: Mar, 17 Mar 2015 22:32
por Hallie Hernández Alfaro
Sube para deleite de todos.

Publicado: Jue, 28 May 2015 19:04
por Gerardo Mont
Hallie Hernández Alfaro escribió:Sube para deleite de todos.
Muchas gracias estimada amiga y admirada poeta por subir mi humilde escrito. Un abrazo inmenso para ti y los tuyos.

Re:

Publicado: Mié, 18 May 2016 3:49
por Gerardo Mont
Dark Moon Walker escribió:Me parece un gran relato, lleva al lector girando junto con los giros de la trama, hasta terminar con las patas hacia arriba. "Felizmente" deshumanizado.

Mis felicitaciones, y saludos cordiales.
Muchas gracias Dark Moon por tu lectura y tu amable comentario. Un honor tu paso y me alegro que te haya gustado. Un abrazo.