Palacio Los Alfaro.
Publicado: Mar, 22 Abr 2008 12:38
PALACIO LOS ALFARO
Las casas se construyen para ser
útiles y habitadas. Pero llegada su ruina, algunas adquieren
por desgracia una injusta decadencia.
Mi ciudad conserva éste singular edificio:
“Palacio Los Alfaro. s. XIX. Vitoria” –así reza, al menos,
un regio escudo en su fachada-.
Como constructor, ésta en particular me duele.
Aún retiene aquel pasado glorioso y noble
que ya nadie recuerda.
Todavía parece percibirse tras sus miradores románticas
imágenes de otra época: señoritas paseando del brazo
alegremente y serios caballeros tocando al paso
el ala del sombrero. Este palacio vivió sin duda,
un tiempo mejor. Tiempo de retratos
de barbados bisabuelos y generales en paredes
de las que cuelgan hoy la sombra
y el silencio.
En el exterior, sobre la maleza de un huerto que ya no es,
hoy día solo crece la ortiga y el espino.
La zarza brota anárquica por senderos que serpean
hacia patios y estanques encantados, donde años antes,
medraban a sus anchas las rosas y el romero. A un lado,
el esqueleto oscuro de un invernadero agoniza huérfano
de puertas y cristales. Todo a su alrededor
sucumbe a los encantos de una triste
decadencia.
No siempre esto fue así. No siempre la hiedra y el lagarto
medraron a sus anchas por piedras y escalinatas. Tuvo,
como no, sus momentos de gloria y esplendor,
sus tiempos de doncellas y de nueras bebiendo ponche
bajo la sombra fresca de un almendro; tiempos de huelgas,
y revueltas, de tiempos de aventureros con bigote
contando sus historias a la luz de los cenadores; tiempos
de jóvenes y niños jugando al pañuelo y al escondite
entre los laberintos de una tarde de primavera.
Hoy volví a pasar frente a los muros de este viejo
y olvidado palacio. He vuelto para contemplar, por última vez,
la silenciosa y triste decadencia de su edificio.
Sobre la ruina de una puerta de hierro y de madera
cuelga firme la hoja de un impreso:
“Bando Municipal: próximo derribo. Vitoria-Gasteiz
25 de Enero de 2008. El Ayuntamiento.”
Escribo con tristeza estos versos
antes de que la grúa del Municipio derribe también este recuerdo.
El proyecto de una casa nueva
espera en mi oficina y en un archivo de mi ordenador
su tiempo. Ojala, en otro siglo, cuando le llegue
su triste e inevitable decadencia
alguien nos deje para la historia algún escrito
que evoque la romántica historia de su ruina.
--oOo--
Las casas se construyen para ser
útiles y habitadas. Pero llegada su ruina, algunas adquieren
por desgracia una injusta decadencia.
Mi ciudad conserva éste singular edificio:
“Palacio Los Alfaro. s. XIX. Vitoria” –así reza, al menos,
un regio escudo en su fachada-.
Como constructor, ésta en particular me duele.
Aún retiene aquel pasado glorioso y noble
que ya nadie recuerda.
Todavía parece percibirse tras sus miradores románticas
imágenes de otra época: señoritas paseando del brazo
alegremente y serios caballeros tocando al paso
el ala del sombrero. Este palacio vivió sin duda,
un tiempo mejor. Tiempo de retratos
de barbados bisabuelos y generales en paredes
de las que cuelgan hoy la sombra
y el silencio.
En el exterior, sobre la maleza de un huerto que ya no es,
hoy día solo crece la ortiga y el espino.
La zarza brota anárquica por senderos que serpean
hacia patios y estanques encantados, donde años antes,
medraban a sus anchas las rosas y el romero. A un lado,
el esqueleto oscuro de un invernadero agoniza huérfano
de puertas y cristales. Todo a su alrededor
sucumbe a los encantos de una triste
decadencia.
No siempre esto fue así. No siempre la hiedra y el lagarto
medraron a sus anchas por piedras y escalinatas. Tuvo,
como no, sus momentos de gloria y esplendor,
sus tiempos de doncellas y de nueras bebiendo ponche
bajo la sombra fresca de un almendro; tiempos de huelgas,
y revueltas, de tiempos de aventureros con bigote
contando sus historias a la luz de los cenadores; tiempos
de jóvenes y niños jugando al pañuelo y al escondite
entre los laberintos de una tarde de primavera.
Hoy volví a pasar frente a los muros de este viejo
y olvidado palacio. He vuelto para contemplar, por última vez,
la silenciosa y triste decadencia de su edificio.
Sobre la ruina de una puerta de hierro y de madera
cuelga firme la hoja de un impreso:
“Bando Municipal: próximo derribo. Vitoria-Gasteiz
25 de Enero de 2008. El Ayuntamiento.”
Escribo con tristeza estos versos
antes de que la grúa del Municipio derribe también este recuerdo.
El proyecto de una casa nueva
espera en mi oficina y en un archivo de mi ordenador
su tiempo. Ojala, en otro siglo, cuando le llegue
su triste e inevitable decadencia
alguien nos deje para la historia algún escrito
que evoque la romántica historia de su ruina.
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