De como murió Lázaro.
Publicado: Sab, 25 Ene 2014 5:17
De como murió Lázaro.
Llegó la hora donde las misericordias brindan sus acordes de campanas.
El momento de la audacia de mis ojos al depositarse en tus piernas,
la incertidumbre del tango que resbala por mis brazos lascivos
y las auspiciosas caderas de un merengue que se deliza sobre el mármol.
Yo sueño, imagino agudamente, la osadía de mi corazón de poeta.
El lenguaje brusco de la mirada que desnuda como sacarle punta a un lápiz.
Algo mundanal, directo y menos insinuante como comerse un helado,
saboreando cada fruta con el fuego de mi lengua y la avaricia de mi boca.
Llegó la hora de marcar las cosas y llamarlas por su nombre.
El momento del ocaso y del olvido donde el pan es pan y el vino vino.
Donde la poesía sube por la garganta extenuada de los besos mal entendidos
y la gente se dicen lo que en verdad piensan...
A Lázaro lo encontraron con sus manos cerradas sobre su músculo.
Agarrándolo como un básculo para sostenerse y aguantar el desprecio
de las niñas diletantes que él bañaba en vino después de tres días de muerto...
Lo encontraron con sus ojos abiertos, con pupilas de sueños y un olor de albahaca.
Yo sé lo que le pasó a Lázaro, magno hombre que tiene su historia.
La misma historia de muchos otros, cuando sus ojos socavan la hembra,
ambición del alma de ternero que todos llevamos dentro como un gusano
que corroe nuestras entrañas y sonríe cuando estamos al socaire del amor.
Lázaro murió con sus manos solfeando la inquietud de su corazón...
Llegó la hora donde las misericordias brindan sus acordes de campanas.
El momento de la audacia de mis ojos al depositarse en tus piernas,
la incertidumbre del tango que resbala por mis brazos lascivos
y las auspiciosas caderas de un merengue que se deliza sobre el mármol.
Yo sueño, imagino agudamente, la osadía de mi corazón de poeta.
El lenguaje brusco de la mirada que desnuda como sacarle punta a un lápiz.
Algo mundanal, directo y menos insinuante como comerse un helado,
saboreando cada fruta con el fuego de mi lengua y la avaricia de mi boca.
Llegó la hora de marcar las cosas y llamarlas por su nombre.
El momento del ocaso y del olvido donde el pan es pan y el vino vino.
Donde la poesía sube por la garganta extenuada de los besos mal entendidos
y la gente se dicen lo que en verdad piensan...
A Lázaro lo encontraron con sus manos cerradas sobre su músculo.
Agarrándolo como un básculo para sostenerse y aguantar el desprecio
de las niñas diletantes que él bañaba en vino después de tres días de muerto...
Lo encontraron con sus ojos abiertos, con pupilas de sueños y un olor de albahaca.
Yo sé lo que le pasó a Lázaro, magno hombre que tiene su historia.
La misma historia de muchos otros, cuando sus ojos socavan la hembra,
ambición del alma de ternero que todos llevamos dentro como un gusano
que corroe nuestras entrañas y sonríe cuando estamos al socaire del amor.
Lázaro murió con sus manos solfeando la inquietud de su corazón...