PERDIDA
Publicado: Mar, 21 Ene 2014 11:17
Sentada ante el destino se quedó,
doliente y maniatada,
perdida en la mirada raída
de esas hojas que ayer fueron poesía
y apenas alcanzaban la alacena del recuerdo.
Vestida con los negros del tiempo terminado
se fue buscando un mar donde mirarse,
un lugar donde el llanto la quisiera,
un trozo de primavera donde llover,
y algún camino donde volver a ser mitad en un abrazo.
No quedaron retales para un sueño,
no volvieron los latidos,
ni los tiempos perdidos de los dedos caminantes,
no estuvieron los ojos que antaño la miraban,
ni llamaron a su puerta los sentidos
de la pasión abierta a la ilusión
de volver a ser destino de un gemido,
no arrancaron llantos las tibiezas
de esos labios de humedales desbocados
sin pausas ni destinos,
ni causas,
ni caminos.
Perdida en las estepas de mármol del olvido
la dejó,
sentada en un ayer que nunca vino a recordarla,
buscando una palabra que beber,
una limosna en forma de poesía,
un día que amanecer,
una alegría,
los colores de algún cielo que supiera de su nombre,
y los jirones de ese hombre que le enseñó a ser hambre
y se marchó,
cansado de esperar los tientos de su carne.
doliente y maniatada,
perdida en la mirada raída
de esas hojas que ayer fueron poesía
y apenas alcanzaban la alacena del recuerdo.
Vestida con los negros del tiempo terminado
se fue buscando un mar donde mirarse,
un lugar donde el llanto la quisiera,
un trozo de primavera donde llover,
y algún camino donde volver a ser mitad en un abrazo.
No quedaron retales para un sueño,
no volvieron los latidos,
ni los tiempos perdidos de los dedos caminantes,
no estuvieron los ojos que antaño la miraban,
ni llamaron a su puerta los sentidos
de la pasión abierta a la ilusión
de volver a ser destino de un gemido,
no arrancaron llantos las tibiezas
de esos labios de humedales desbocados
sin pausas ni destinos,
ni causas,
ni caminos.
Perdida en las estepas de mármol del olvido
la dejó,
sentada en un ayer que nunca vino a recordarla,
buscando una palabra que beber,
una limosna en forma de poesía,
un día que amanecer,
una alegría,
los colores de algún cielo que supiera de su nombre,
y los jirones de ese hombre que le enseñó a ser hambre
y se marchó,
cansado de esperar los tientos de su carne.