Abedules
Publicado: Dom, 19 Ene 2014 13:38
Cada mañana mi sombra regresa de los abedules
y se incorpora al suelo devota a un cuerpo alcoholizado,
a la verticalidad de la erección de fracasos.
Cada mañana mi sombra se tambalea en el parque decorado por soledades
y enumera las palomas de cráneo desorientado
que aterrizan sobre los periódicos leídos por llovizna.
Se baña en el rocío infestado por herbicidas de palidez
refractadas de los diabéticos y lee los álbumes de incesto
de la estirpe marmórea de los condes.
De la blancura espesa de los abedules
sucede la metamorfosis
como un agudo temblor
que se apodera del vacío
y sacude todas sus vísceras.
Es una amnistía de los gajos de luna
que iluminan los alféizares estremecidos por la caducidad inherente
a su carácter suicida.
Son abedules de herencia limitada
como buitres que se equivocan de precipicio:
la cabeza rasurada de la inocencia
en el fuego de la tarde;
las mujeres lánguidas
que se masturban con el dedo infinito de la desgracia
mientras el móvil de la muerte suena y suena en el vientre
y barren el burdel de la culpa
y levantan aljibes del humo
hasta tener pulmones eclipsados.
Agarran el suave vestido del ángel indefenso
como a una esponja que borra la tinta salada de los párpados.
Los abedules se desvirgan en su desidia
y en las mil almas de proxeneta
que pueblan el insomnio.
y se incorpora al suelo devota a un cuerpo alcoholizado,
a la verticalidad de la erección de fracasos.
Cada mañana mi sombra se tambalea en el parque decorado por soledades
y enumera las palomas de cráneo desorientado
que aterrizan sobre los periódicos leídos por llovizna.
Se baña en el rocío infestado por herbicidas de palidez
refractadas de los diabéticos y lee los álbumes de incesto
de la estirpe marmórea de los condes.
De la blancura espesa de los abedules
sucede la metamorfosis
como un agudo temblor
que se apodera del vacío
y sacude todas sus vísceras.
Es una amnistía de los gajos de luna
que iluminan los alféizares estremecidos por la caducidad inherente
a su carácter suicida.
Son abedules de herencia limitada
como buitres que se equivocan de precipicio:
la cabeza rasurada de la inocencia
en el fuego de la tarde;
las mujeres lánguidas
que se masturban con el dedo infinito de la desgracia
mientras el móvil de la muerte suena y suena en el vientre
y barren el burdel de la culpa
y levantan aljibes del humo
hasta tener pulmones eclipsados.
Agarran el suave vestido del ángel indefenso
como a una esponja que borra la tinta salada de los párpados.
Los abedules se desvirgan en su desidia
y en las mil almas de proxeneta
que pueblan el insomnio.