
Te vi y te amé. Así de sencillo, así de grande, así de inexplicable. No eras igual a nadie. No eras más ni menos que cualquiera. Pero eras toda tu, en tu sencillez, en tu belleza expresa y en la oculta.
Nada más verte quise saber de ti, mucho. Pero por primera vez en la vida no quise saber de esa persona dónde vivía, si conocía a tal o a cual o a qué te dedicabas.
Quise conocer de lo que tenías dentro, de lo que te construía como persona más allá de los huesos y músculos. Si te sentías libre: libre de elegir tu propio destino.
Si alguna vez habías caído en un pozo hondo y si saliste ayudada por una mano amiga, o si por el contrario fuiste tu la que escalaste esa capa de roca húmeda y resbaladiza hasta llegar al final, a la luz. Si viviste al borde del abismo y sentiste que tu vida, lejos de marchitarse, renacía con más fuerza que nunca.
Si alguna vez sentiste que el amor te inundaba, que el amor te embalsamaba y te hacía llegar a los lados más brillantes y recónditos de tu interior.
Quise saber hasta qué punto habías experimentado la soledad y si, a pesar de su dura y oscura red, supiste escapar de ella y encontraste el dulce calor de la compañía. Si has rebrotado como las flores en primavera después del abandono. Si te has traicionado y has sabido perdonarte.
¿Sabes?, deseaba con todas mis fuerzas conocer tus sueños, que me contases tus deseos, tus anhelos y aquello que añorabas. Conocer tu interior, aquello que ardía dentro de ti, lo que te hacía sonreír o lo que, por el contrario, te apenaba.
Si temías al futuro, a este futuro incierto, desastroso, deshumanizado, pero que, por el contrario, nos hace encontrarnos de vez en cuando con personas como tu. Quería saber si, alguna vez, mientras hacías el amor con alguien sentías que tu carne y la suya quedaban unidas, si eras consciente de que ambos corazones latían al compás de los segundos esperando cada momento como si fuese el primero, o el último.
Si has vivido entre contradicciones. Si deseabas que nunca terminase un momento, que se hiciese infinito, perpetuo, pero que al mismo tiempo anhelases que acabase para que ese momento diese paso a uno mejor.
Que me contases si eras capaz de contradecirte sin temor, de evolucionar, de perdonar y de ser tú misma. Si tu hogar vive dentro de ti, si amas a la vida, si eres capaz de imaginar la belleza de poder vivir una vida...
Me pregunté si también querrías saber todo eso de mi o si, por el contrario, era un majara sin remedio.
Y me dije una cosa más: yo sí estaba dispuesto a compartir todo eso contigo.
Lo sé, soy un puto majara sin remedio.