LOS ALTOS
Publicado: Mié, 08 Ene 2014 19:40
LOS ALTOS
Existen. No están al alcance de la vista de la mayoría, pero existen. Sobrepasan la superficie viscosa de la masa y emergen con vocación de altura, limpios de cieno.
A veces, su excelencia dimana de una creación de ángel sexuado, sonido excelso, palabra emotiva, figuración admirable que hieren con puñal de gloria y conducen hasta el horizonte de lo evolutivo.
A veces, su alteza se funda en un cuerpo de próximo estadio, exacto, canónico, espléndido, modelo puro de lo orgánico.
Y a veces, su eminencia proviene de los abismos de la mente, de la capacidad de trascender hacia lo sublime, de la facultad de intuir las estrellas, de la genialidad creadora de ámbitos ulteriores, del potencial transmisor de inquietudes innovadoras, de la autoridad patente del cerebro humano sobre el músculo animal.
Existen. Son altos y su imagen se pierde entre esas nubes de carencias que genera la dolorosa mediocridad de los raudales.
Pero existen también otros, muy frecuentes, cercanos e ignorados, cuya dimensión es aún mayor que la de los egregios, y sin los cuales todo proceso reconduciría al colmillo y la sangre.
Me refiero, claro es, a aquellos cuya altura se basa en el gran amor que dan.
Existen. No están al alcance de la vista de la mayoría, pero existen. Sobrepasan la superficie viscosa de la masa y emergen con vocación de altura, limpios de cieno.
A veces, su excelencia dimana de una creación de ángel sexuado, sonido excelso, palabra emotiva, figuración admirable que hieren con puñal de gloria y conducen hasta el horizonte de lo evolutivo.
A veces, su alteza se funda en un cuerpo de próximo estadio, exacto, canónico, espléndido, modelo puro de lo orgánico.
Y a veces, su eminencia proviene de los abismos de la mente, de la capacidad de trascender hacia lo sublime, de la facultad de intuir las estrellas, de la genialidad creadora de ámbitos ulteriores, del potencial transmisor de inquietudes innovadoras, de la autoridad patente del cerebro humano sobre el músculo animal.
Existen. Son altos y su imagen se pierde entre esas nubes de carencias que genera la dolorosa mediocridad de los raudales.
Pero existen también otros, muy frecuentes, cercanos e ignorados, cuya dimensión es aún mayor que la de los egregios, y sin los cuales todo proceso reconduciría al colmillo y la sangre.
Me refiero, claro es, a aquellos cuya altura se basa en el gran amor que dan.