La caza de robles
Publicado: Sab, 04 Ene 2014 20:12
Para cazar un roble hay que tener látigo
y saber donde las avalanchas de nieve no usurpan
la maldad disfrazada de turista.
Todo empieza con ir al establo a oscuras
cuando el último sueño de la hierba
se macera dentro de los vientres de caballo.
Los caballos se despiertan a silbo, es opción fácil
la de afilar violines en el cuello con sólo respirar
o proclamarse dueño de huérfanos grillos.
Sombra de jinete a veces es el alma.
Pero, para volver al asunto,
sacar al caballo en las afueras de sí
dejarlo creer que el azúcar es savia detrás de la corteza
que sube hacia una nube de caos.
Deshacerse de hijos llorones, cubrir los iconos del tabaco
con un manto de aliento
e ir despertando a las fantasmas que pueblan la cera
de las velas del alba.
La mujer te besa de cuchillos, nunca sabrás qué tan honda
es esa herida a la que das la espalda.
Hay otra manera de traer pan a la casa, Dios
sin despuntar montañas, sin hacer que los desiertos rocen el ozono.
y saber donde las avalanchas de nieve no usurpan
la maldad disfrazada de turista.
Todo empieza con ir al establo a oscuras
cuando el último sueño de la hierba
se macera dentro de los vientres de caballo.
Los caballos se despiertan a silbo, es opción fácil
la de afilar violines en el cuello con sólo respirar
o proclamarse dueño de huérfanos grillos.
Sombra de jinete a veces es el alma.
Pero, para volver al asunto,
sacar al caballo en las afueras de sí
dejarlo creer que el azúcar es savia detrás de la corteza
que sube hacia una nube de caos.
Deshacerse de hijos llorones, cubrir los iconos del tabaco
con un manto de aliento
e ir despertando a las fantasmas que pueblan la cera
de las velas del alba.
La mujer te besa de cuchillos, nunca sabrás qué tan honda
es esa herida a la que das la espalda.
Hay otra manera de traer pan a la casa, Dios
sin despuntar montañas, sin hacer que los desiertos rocen el ozono.