Retrato de un cirujano
Publicado: Jue, 02 Ene 2014 18:32
1. En algunas ciudades hay cirujanos que escriben poesía por falta de trabajo
y los asadores de conciencia están abiertos las veinticuatro horas del día.
Han inaugurado un museo de fotografía artística para sordomudos.
Allí el silencio es costumbre y las babas son el único arma para disparar
interrogantes contra la cal o poner en duda el azar de piedra molida.
El perro de nombre americano devora ángeles de ojos oblicuos,
es la primera foto que se les muestra a los visitantes de las tumbas de realidad.
En la segunda los chinos están pelando perros vivos, muy conseguida.
Y la otra es el poeta. Muchos no comprenden que una hoja en blanco
es lágrimas de árbol o simplemente árboles arrancados de raíz desde la nieve.
Los científicos intentan cambiar el trayecto del asteroide de la impertinencia
que ha de colisionar con el Heaven pero, en caso de que no funcione,
hay buena noticia: la reconstrucción del paraíso durará menos que la humanidad.
Otros predicen que al final del año la antítesis de esta suposición se dará por cumplida.
Especialmente los abuelos, los abuelos no creen en Heaven, no saben qué es eso.
Ellos se ponen las gafas y juegan. En la bolsa de valores suben los incentivos
de las fábricas de ajedrez. Conclusión: hay un desperdicio de vejez,
se tiene que equilibrar el mercado y como consecuencia
lo que pasa de los setenta y tanto años se declara inexistente.
Hay un incendio de cartas de identidad, una hilera de hombres anónimos
que enfrentan la marea de intolerancia, el apogeo de la discriminación.
2. Al cirujano que escribe poesía nunca le tiemblan las manos
y el caparazón de ausencia es un ventanal por donde entran serafines
que no saben cerrar las alas. El cirujano escribe imaginando corazones
de algunos pacientes temblando en su mano como pulpos en refugio.
Apenas sabe manejar el bisturí de las palabras, apenas reconoce las venas del cobre.
Para operar en vivo al pensamiento humano se necesita una sobredosis de leyenda
y él ni siquiera tiene pájaros partidarios. Hay gente que tiene corazón de otro.
El corazón de los restos de pan es un pájaro. Yo soy el Pájaro, dice el menor
de los serafines y el cirujano se pone las lentes que dinamitan la retina.
Son gestos en los que el cerebro absorbe la oportunidad de darse por muerto.
El poema muere y hay tanto aplauso como álamos. El poema muere
porque lo han echado del trabajo por salvar demasiadas vidas
y el cirujano escribe como si los amaneceres siguieran siendo
una habitación blanca donde es destino del otro zigzaguea
en la cárcel de una pantalla, en la prisión de los relámpagos.
y los asadores de conciencia están abiertos las veinticuatro horas del día.
Han inaugurado un museo de fotografía artística para sordomudos.
Allí el silencio es costumbre y las babas son el único arma para disparar
interrogantes contra la cal o poner en duda el azar de piedra molida.
El perro de nombre americano devora ángeles de ojos oblicuos,
es la primera foto que se les muestra a los visitantes de las tumbas de realidad.
En la segunda los chinos están pelando perros vivos, muy conseguida.
Y la otra es el poeta. Muchos no comprenden que una hoja en blanco
es lágrimas de árbol o simplemente árboles arrancados de raíz desde la nieve.
Los científicos intentan cambiar el trayecto del asteroide de la impertinencia
que ha de colisionar con el Heaven pero, en caso de que no funcione,
hay buena noticia: la reconstrucción del paraíso durará menos que la humanidad.
Otros predicen que al final del año la antítesis de esta suposición se dará por cumplida.
Especialmente los abuelos, los abuelos no creen en Heaven, no saben qué es eso.
Ellos se ponen las gafas y juegan. En la bolsa de valores suben los incentivos
de las fábricas de ajedrez. Conclusión: hay un desperdicio de vejez,
se tiene que equilibrar el mercado y como consecuencia
lo que pasa de los setenta y tanto años se declara inexistente.
Hay un incendio de cartas de identidad, una hilera de hombres anónimos
que enfrentan la marea de intolerancia, el apogeo de la discriminación.
2. Al cirujano que escribe poesía nunca le tiemblan las manos
y el caparazón de ausencia es un ventanal por donde entran serafines
que no saben cerrar las alas. El cirujano escribe imaginando corazones
de algunos pacientes temblando en su mano como pulpos en refugio.
Apenas sabe manejar el bisturí de las palabras, apenas reconoce las venas del cobre.
Para operar en vivo al pensamiento humano se necesita una sobredosis de leyenda
y él ni siquiera tiene pájaros partidarios. Hay gente que tiene corazón de otro.
El corazón de los restos de pan es un pájaro. Yo soy el Pájaro, dice el menor
de los serafines y el cirujano se pone las lentes que dinamitan la retina.
Son gestos en los que el cerebro absorbe la oportunidad de darse por muerto.
El poema muere y hay tanto aplauso como álamos. El poema muere
porque lo han echado del trabajo por salvar demasiadas vidas
y el cirujano escribe como si los amaneceres siguieran siendo
una habitación blanca donde es destino del otro zigzaguea
en la cárcel de una pantalla, en la prisión de los relámpagos.