Un puñado de espigas - a Lope de Vega-
Publicado: Lun, 30 Dic 2013 11:13
-Parte 1-
Por cuanto los desdenes y los días
-taladros de un mutismo escandaloso-
no fueron de reposo
sino de fuego entero y somnoliento,
tengo a placer brindarte
el fragor desgastado de mi aliento,
ese romero adusto que al momento
a bien tuvo buscarte.
¿Cómo es la eternidad desde el Parnaso?
Pues dudo que en el Hades te congeles
y con Caronte hoy rieles,
de las ánimas ígneas los quejidos.
Dime pues el talante de lo eterno,
infatigable bestia sin ronquidos,
que no eres del Infierno,
sino del beso mismo de Atenea
y aquel que no lo crea
que asome su mirar a tu corola.
No te tiñes en oro...
Porque la eternidad no es cosa breve
y es justo tu decoro
un mosaico de viento y azucena,
donde ni el sol o nieve
puedan rayar tu mito y tu verbena,
que para Fenix sólo tu figura
y para ingenio, sólo tu palabra.
-Parte 2-
No te pienso halagar. Es imposible.
Porque fuiste el tornado y no la nube,
la claridad, el trueno, no el querube
y mi halago por tanto es invisible.
Pero tengo de ti visión plausible
no del resto carnal... De lo que sube,
destino memorial para que incube
en su cerviz la gloria incomprensible.
Y no te dejo flores. No es costumbre
en mi casta... Sin embargo la lira
ha querido tocarte un breve ramo
de los soles argentos que en tu cumbre,
son espiga total, son franca pira
y son fresco recodo en bravo tramo.
Alberto Madariaga
(2013)
*Nota: Nunca lo había logrado, pero a mi modo y desde mi trinchera, estos versos van dedicados a un hombre que traspasó por mucho el umbral de la grandeza y del asombro mismo y que no necesitó de reflectores para ser -como diría Miguel de Cervantes- un auténtico Monstruo de la Naturaleza.
Por cuanto los desdenes y los días
-taladros de un mutismo escandaloso-
no fueron de reposo
sino de fuego entero y somnoliento,
tengo a placer brindarte
el fragor desgastado de mi aliento,
ese romero adusto que al momento
a bien tuvo buscarte.
¿Cómo es la eternidad desde el Parnaso?
Pues dudo que en el Hades te congeles
y con Caronte hoy rieles,
de las ánimas ígneas los quejidos.
Dime pues el talante de lo eterno,
infatigable bestia sin ronquidos,
que no eres del Infierno,
sino del beso mismo de Atenea
y aquel que no lo crea
que asome su mirar a tu corola.
No te tiñes en oro...
Porque la eternidad no es cosa breve
y es justo tu decoro
un mosaico de viento y azucena,
donde ni el sol o nieve
puedan rayar tu mito y tu verbena,
que para Fenix sólo tu figura
y para ingenio, sólo tu palabra.
-Parte 2-
No te pienso halagar. Es imposible.
Porque fuiste el tornado y no la nube,
la claridad, el trueno, no el querube
y mi halago por tanto es invisible.
Pero tengo de ti visión plausible
no del resto carnal... De lo que sube,
destino memorial para que incube
en su cerviz la gloria incomprensible.
Y no te dejo flores. No es costumbre
en mi casta... Sin embargo la lira
ha querido tocarte un breve ramo
de los soles argentos que en tu cumbre,
son espiga total, son franca pira
y son fresco recodo en bravo tramo.
Alberto Madariaga
(2013)
*Nota: Nunca lo había logrado, pero a mi modo y desde mi trinchera, estos versos van dedicados a un hombre que traspasó por mucho el umbral de la grandeza y del asombro mismo y que no necesitó de reflectores para ser -como diría Miguel de Cervantes- un auténtico Monstruo de la Naturaleza.