ADIÓS, HERMANO (por si te sirve de algo)
Publicado: Vie, 27 Dic 2013 21:45
Te vas.
Ni siquiera tú lo sabes,
pero el quebranto en tu aliento deja ver próximo el fin.
Urgido por lo inefable,
un presente traslativo esboza tu acabamiento,
sumergido en un sopor que ya trasciende a la flema
de un quebradizo resuello
que a duras penas resiste la arremetida del hielo,
que irrumpe y que hace sentir la dialéctica habitada
de un silencio primordial
que retruena en lo insondable del abismo.
Envuelto en tu brumazón preparas la marcha ya;
ebrio de misterio azul dejas ya el sitio a tu ausencia,
pones fin a tu fatiga,
consumas tu extenuación.
Se hacen dueñas de tus ojos sombras que son más que negras,
fatídicas,
ominosas,
perennes,
inextricables…
Tiránicas muñidoras de gélida indiferencia,
que en su severa oratoria reglan su consagración,
en un espacio abatido de impasible desnudez
que se hace todo verdad,
reseca e inapelable,
de lujuria terminal depauperada y atroz,
que quiere hacerse presente
en lo espurio y oficioso de tu cuerpo.
Sentado frente a tu ocaso me despido de ti, hermano;
adiós jubiloso albor,
adiós remanso natal,
adiós relato infantil,
vive en mí tu luz primera,
incólume y virginal.
Pero ya el tiempo te sella,
te consuma, te disipa,
te reclama ya el destino,
y me temo que esta vez viene a cobrar su demanda;
no habrá demora en su apremio,
no aceptará dilación.
Déjame que te acompañe,
voy contigo hasta la puerta de salida.
Adiós, compañero,
adiós.
Nésthor Olalla
Va para mi hermano menor que ha encontrado su final al poco de amanecer el día que hace 22 de este indigente diciembre.
Ni siquiera tú lo sabes,
pero el quebranto en tu aliento deja ver próximo el fin.
Urgido por lo inefable,
un presente traslativo esboza tu acabamiento,
sumergido en un sopor que ya trasciende a la flema
de un quebradizo resuello
que a duras penas resiste la arremetida del hielo,
que irrumpe y que hace sentir la dialéctica habitada
de un silencio primordial
que retruena en lo insondable del abismo.
Envuelto en tu brumazón preparas la marcha ya;
ebrio de misterio azul dejas ya el sitio a tu ausencia,
pones fin a tu fatiga,
consumas tu extenuación.
Se hacen dueñas de tus ojos sombras que son más que negras,
fatídicas,
ominosas,
perennes,
inextricables…
Tiránicas muñidoras de gélida indiferencia,
que en su severa oratoria reglan su consagración,
en un espacio abatido de impasible desnudez
que se hace todo verdad,
reseca e inapelable,
de lujuria terminal depauperada y atroz,
que quiere hacerse presente
en lo espurio y oficioso de tu cuerpo.
Sentado frente a tu ocaso me despido de ti, hermano;
adiós jubiloso albor,
adiós remanso natal,
adiós relato infantil,
vive en mí tu luz primera,
incólume y virginal.
Pero ya el tiempo te sella,
te consuma, te disipa,
te reclama ya el destino,
y me temo que esta vez viene a cobrar su demanda;
no habrá demora en su apremio,
no aceptará dilación.
Déjame que te acompañe,
voy contigo hasta la puerta de salida.
Adiós, compañero,
adiós.
Nésthor Olalla
Va para mi hermano menor que ha encontrado su final al poco de amanecer el día que hace 22 de este indigente diciembre.