Pequeño relato para ….. (la hache aquí no se pronuncia)
Publicado: Dom, 22 Dic 2013 19:07
Había empezado el agua a detenerse en otro lugar soltando el frío de unas maderas, soltando tablas de unos muelles aumentados, cuerdas negras que se hundían en la llovizna. Un instante fiel a un contrapunto que parecía dormido pero no, estaba quebrado por los tonos pardos de marrón y de cielo.
Construimos nuestra lejanía en un recuerdo antes que al revés. El amor, lo que otros llaman así, fue en ese viaje, en ese tren, un movimiento de liberación desesperado, un intento sigiloso con el empeño puesto en poder escapar de la propia noche, de la propia ausencia, de la impericia. Con seguridad, ambos borramos rápido todos los detalles de las dudas por temor a no tener otro posible intento y fue como dormir sin vernos, uno contra uno. Las caricias de siempre nos estaban esperando. Uno de los dos, fue así, buscó volver atrás para reconocerse.
Su voz en lo poco, siempre fue escasa y sobria. Lo que más sé de ella es lo que nunca iba a usar. Todos sabemos de estas cosas. A veces podemos dormir inocentes durante un incendio, sin morir, sin querer abrir los ojos. A veces yo mismo me comporto quieto tan quieto que puedo sobrevivir a dudar, imbécil de amor, sin saber cuántos años de lo mismo me quedan.
Raspé con la mano, como cuando mi mano raspa. Replegué la hoja del libro que marcaba la fecha, una fecha para el antes y el después. Ahí esto se quedó como un relieve acerado. Ahí quedó el brillo de mis días de entonces. Un yerro, oblicuo de intención. La frescura encerrada de no haber querido seguir.
Leí sin marcar, a partir de ahí, leí después, ya mirando nada y sin estropear en el margen el orden de las conveniencias. Ya no espero llamadas. Ambos nos corrimos de lo que pudimos ser. Demoramos la palabra sentido como al final de un aplauso. En hilera se quedan las luces que crecen para sonar erguidas en el suave ronroneo del alcohol. La promesa que allí escribimos hoy abjura de ser.
Creo por la pasión que hubo que puedo ser una llave y ser inútil. Lo mejor y lo peor. Desencontrarse hasta ser un disfraz hundido en el barro, una lapicera distendida aún entre los dedos todo en el mismo ejemplo. Un día entero me carcome desde hora temprana. Brilla ahora artificial contra la pared a mi espalda.
Como un último favor, puedo imaginarla desnuda y quiero describirla desde mi necesidad. Puede ser mi modelo, ella, mi propia desnudez. Ella, vista desde arriba, desde un cansancio fugando en la mirada, con la suavidad que huye hacia un suelo de tierra amarilla. La lluvia esparcida. El deseo de unas gotas grandes por caer sobre un polvo reseco, la sed, sus hombros brillando, el aire nuevo sorprendiendo más que la luz .
Construimos nuestra lejanía en un recuerdo antes que al revés. El amor, lo que otros llaman así, fue en ese viaje, en ese tren, un movimiento de liberación desesperado, un intento sigiloso con el empeño puesto en poder escapar de la propia noche, de la propia ausencia, de la impericia. Con seguridad, ambos borramos rápido todos los detalles de las dudas por temor a no tener otro posible intento y fue como dormir sin vernos, uno contra uno. Las caricias de siempre nos estaban esperando. Uno de los dos, fue así, buscó volver atrás para reconocerse.
Su voz en lo poco, siempre fue escasa y sobria. Lo que más sé de ella es lo que nunca iba a usar. Todos sabemos de estas cosas. A veces podemos dormir inocentes durante un incendio, sin morir, sin querer abrir los ojos. A veces yo mismo me comporto quieto tan quieto que puedo sobrevivir a dudar, imbécil de amor, sin saber cuántos años de lo mismo me quedan.
Raspé con la mano, como cuando mi mano raspa. Replegué la hoja del libro que marcaba la fecha, una fecha para el antes y el después. Ahí esto se quedó como un relieve acerado. Ahí quedó el brillo de mis días de entonces. Un yerro, oblicuo de intención. La frescura encerrada de no haber querido seguir.
Leí sin marcar, a partir de ahí, leí después, ya mirando nada y sin estropear en el margen el orden de las conveniencias. Ya no espero llamadas. Ambos nos corrimos de lo que pudimos ser. Demoramos la palabra sentido como al final de un aplauso. En hilera se quedan las luces que crecen para sonar erguidas en el suave ronroneo del alcohol. La promesa que allí escribimos hoy abjura de ser.
Creo por la pasión que hubo que puedo ser una llave y ser inútil. Lo mejor y lo peor. Desencontrarse hasta ser un disfraz hundido en el barro, una lapicera distendida aún entre los dedos todo en el mismo ejemplo. Un día entero me carcome desde hora temprana. Brilla ahora artificial contra la pared a mi espalda.
Como un último favor, puedo imaginarla desnuda y quiero describirla desde mi necesidad. Puede ser mi modelo, ella, mi propia desnudez. Ella, vista desde arriba, desde un cansancio fugando en la mirada, con la suavidad que huye hacia un suelo de tierra amarilla. La lluvia esparcida. El deseo de unas gotas grandes por caer sobre un polvo reseco, la sed, sus hombros brillando, el aire nuevo sorprendiendo más que la luz .