En la mirada de la noche (Federico ausente)
Publicado: Sab, 14 Dic 2013 14:50
1
En la mirada de la noche donde expiran los olivos,
en el verde de silencio oscuro cerrado de los campos,
donde alumbra sin brillo
la estrella que tiembla
con timidez de doncella enamorada
y no se lleva el miedo que la luna sombría
acaricia en sus manos de tela de araña que muerde,
ni a los locos que gimen el llanto de los grillos
que no pueden romper la aurora con sus patas,
ni el delirio infantil que acunan tiernamente los poetas
que escriben cartas de amor sin destino en los tejados.
2
Hay un jardín que muere en el patio del recuerdo
donde canta el jilguero sin luz que lloraba
en lo turbio y estrecho de una infancia que vuelve,
y entre escombros agolpados contra un muro la tierra se esfuerza
por ofrecer su lecho de húmedas raíces a unas plantas de Oriente
que no verán el camino de sus primeros pasos,
como tus ojos, en un barranco donde no habita una estrella
que los guíe,
oscuros, deslavazados, apasionados, muertos,
en el libro amarillo que mostrara tu hondura
ante mi asombro de niño
en la palabra de amor que desplegó tu boca hacia los tristes,
hacia los que nacieron arrodillados
ante el peso infinito del estigma invisible,
hacia los que tienen hambre de que las amapolas
vuelvan a los montes derruidos que imploran su dolor de tierra
entre las sábanas blancas tendidas en el ocaso que nadie mira
y que se marchen los comisarios
de la sonrisa exacta que caminan con sus cruces
y esgrimen en el aire sus látigos de orden.
3
Yo en este rincón donde no llega el aire que he buscado con ansia
pensando con amargura
en esas lenguas que aún insisten, en esta tierra mía,
cansada de llorar por quienes la llenaron de elegancia,
en cegar los ojitos del jilguero que no aprendió a volar,
encadenar el llanto que derrama el hombre bueno y libre,
desenterrar las flores, apartar las estrellas,
en manchar la hermosura de tu figura y tu acento
y despojar a los santos de su mensaje íntimo.
4
Yo acorralado en este desconcierto de palabra cautiva
que no verá su curso natural cubierto de requiebros,
en esta noche fría de partituras huecas
que forma la sinfonía que no escuchan los pájaros burlones,
y, al fin, llega el poeta con su traje de loco que no encontró destino,
con su corazón atravesado por una pena que sabe que le duele
pero no sabe nombrar con los labios que tiemblan, que la sienten,
ni situar el alma que le arrastra a un rincón desconocido.
Por eso canto, para recordar la emoción del niño
que mira a sus mayores agradecido y obnubilado
por esta senda de luz que cubre el mar, el monte y los recuerdos,
por este sentir profundo cuyo nombre no conoce pero toca
en el rostro de aquellos inundados por la gracia .
Canto para enmarcar la brisa pasajera del cómico ambulante
que siempre encuentra abrigo en el pecho del poeta,
en la hondura temeraria que no se lleva su templanza,
en el poema de luz que se agiganta con el tiempo.
En la mirada de la noche donde expiran los olivos,
en el verde de silencio oscuro cerrado de los campos,
donde alumbra sin brillo
la estrella que tiembla
con timidez de doncella enamorada
y no se lleva el miedo que la luna sombría
acaricia en sus manos de tela de araña que muerde,
ni a los locos que gimen el llanto de los grillos
que no pueden romper la aurora con sus patas,
ni el delirio infantil que acunan tiernamente los poetas
que escriben cartas de amor sin destino en los tejados.
2
Hay un jardín que muere en el patio del recuerdo
donde canta el jilguero sin luz que lloraba
en lo turbio y estrecho de una infancia que vuelve,
y entre escombros agolpados contra un muro la tierra se esfuerza
por ofrecer su lecho de húmedas raíces a unas plantas de Oriente
que no verán el camino de sus primeros pasos,
como tus ojos, en un barranco donde no habita una estrella
que los guíe,
oscuros, deslavazados, apasionados, muertos,
en el libro amarillo que mostrara tu hondura
ante mi asombro de niño
en la palabra de amor que desplegó tu boca hacia los tristes,
hacia los que nacieron arrodillados
ante el peso infinito del estigma invisible,
hacia los que tienen hambre de que las amapolas
vuelvan a los montes derruidos que imploran su dolor de tierra
entre las sábanas blancas tendidas en el ocaso que nadie mira
y que se marchen los comisarios
de la sonrisa exacta que caminan con sus cruces
y esgrimen en el aire sus látigos de orden.
3
Yo en este rincón donde no llega el aire que he buscado con ansia
pensando con amargura
en esas lenguas que aún insisten, en esta tierra mía,
cansada de llorar por quienes la llenaron de elegancia,
en cegar los ojitos del jilguero que no aprendió a volar,
encadenar el llanto que derrama el hombre bueno y libre,
desenterrar las flores, apartar las estrellas,
en manchar la hermosura de tu figura y tu acento
y despojar a los santos de su mensaje íntimo.
4
Yo acorralado en este desconcierto de palabra cautiva
que no verá su curso natural cubierto de requiebros,
en esta noche fría de partituras huecas
que forma la sinfonía que no escuchan los pájaros burlones,
y, al fin, llega el poeta con su traje de loco que no encontró destino,
con su corazón atravesado por una pena que sabe que le duele
pero no sabe nombrar con los labios que tiemblan, que la sienten,
ni situar el alma que le arrastra a un rincón desconocido.
Por eso canto, para recordar la emoción del niño
que mira a sus mayores agradecido y obnubilado
por esta senda de luz que cubre el mar, el monte y los recuerdos,
por este sentir profundo cuyo nombre no conoce pero toca
en el rostro de aquellos inundados por la gracia .
Canto para enmarcar la brisa pasajera del cómico ambulante
que siempre encuentra abrigo en el pecho del poeta,
en la hondura temeraria que no se lleva su templanza,
en el poema de luz que se agiganta con el tiempo.