BESO A BESO
Publicado: Mié, 11 Dic 2013 20:21
Sobre el amor todo se ha dicho y todo se ha escrito y todo es indefectiblemente olvidado por el Hombre una y otra vez.
Alrededor del Hombre que confía crece el amor
y un silencio íntimo y dúctil, que profundiza en el ser.
Así los renglones, que escribe, son, más que paso, signo que palpita vivo,
huella que hoya el camino y despliega florestas por doquier.
Resuelta en potencia, pervive su palabra en el conjunto, la Humanidad.
Miro al Hombre nuevo que se gesta entre la tierra, el mar y el cielo,
que crece y se expande por imperio del amor hasta su derrumbe
para tornar a levantarse y alcanzar las riberas más altas del Universo.
Las menguadas fuerzas crecen en el amor que confía hasta ser horizonte,
donde el nervio ya no se crispa, ni la carencia hiende la lengua.
Un horizonte pleno de gozo como el pecho tornasolado del pájaro,
como los tesoros de altas fuentes en las pupilas,
como el alma cantando alegre de una a otra orilla.
Le escribo al Hombre nuevo, cuyo amor resbala sobre las horas de su tiempo
hasta ser raíz en los cimientos de la tierra y beso y requiebro en el mismo cielo.
¡Qué trasparencia dichosa la del porfiar eterno del Hombre!
Qué luz en sus ojos con embeleso de luna ardiente,
que desciende colmando beso a beso.
En lo absoluto sólo existe el Amor,
en el Hombre el deseo de desear amor
como fuerza que parte en dos los trigales del hambre
y cae sobre la muerte para ser luz fugacísima que se eleva y asciende.
Alrededor del Hombre que confía crece el amor
y un silencio íntimo y dúctil, que profundiza en el ser.
Así los renglones, que escribe, son, más que paso, signo que palpita vivo,
huella que hoya el camino y despliega florestas por doquier.
Resuelta en potencia, pervive su palabra en el conjunto, la Humanidad.
Miro al Hombre nuevo que se gesta entre la tierra, el mar y el cielo,
que crece y se expande por imperio del amor hasta su derrumbe
para tornar a levantarse y alcanzar las riberas más altas del Universo.
Las menguadas fuerzas crecen en el amor que confía hasta ser horizonte,
donde el nervio ya no se crispa, ni la carencia hiende la lengua.
Un horizonte pleno de gozo como el pecho tornasolado del pájaro,
como los tesoros de altas fuentes en las pupilas,
como el alma cantando alegre de una a otra orilla.
Le escribo al Hombre nuevo, cuyo amor resbala sobre las horas de su tiempo
hasta ser raíz en los cimientos de la tierra y beso y requiebro en el mismo cielo.
¡Qué trasparencia dichosa la del porfiar eterno del Hombre!
Qué luz en sus ojos con embeleso de luna ardiente,
que desciende colmando beso a beso.
En lo absoluto sólo existe el Amor,
en el Hombre el deseo de desear amor
como fuerza que parte en dos los trigales del hambre
y cae sobre la muerte para ser luz fugacísima que se eleva y asciende.