Dos movimientos de lo eterno
Publicado: Sab, 07 Dic 2013 1:49
El bosque es este ruido dentro del puño.
"Un árbol escarbando", dices.
"La complexión de esta imagen", repito.
Con cuidado abro la mano lentamente,
lo justo para que no se escape;
lo pongo en tu mano que instintivamente se cierra con rapidez.
"Yo no existo", lo mismo vuelves a decir.
Se trata de lo que le falta al universo.
Las venas no son venas, sólo sangre perdida.
La mano que se cerró convulsa no fue lo suficientemente rápida.
Tras ésta escena todo desea ser nombrado a requerimento de su propio nombre
y en virtud de ninguna equivalencia.
Pero yo estaba encima de tu cuerpo y mi peso lo desvaneció.
Lo mismo hizo tu cuerpo con mi cuerpo.
Ahora estamos dentro del mismo puño.
Y a través de las líneas de los dedos apretados
nos miramos ahí fuera. Nuestras manos parecen entrelazadas,
nos damos la mano para no ir.
Comparamos nuestras respiraciones con las de ellos.
Gobernamos nuestros desequilibrios con el vértigo de su inmovilidad.
"No existimos", decimos.
Y puede verse el momento exacto de la cesión
que coincide con una fatiga aliviada
y con el sonido de un pájaro que desaparece en la hojarasca.
...
Las errantes rúbricas no se pertenecen
pero prestan sus ojos porque precisan un soporte
para reconocerse y saber adónde crecer.
No están en lo plateado ahora que miras la plata,
no están en lo dorado ahora que miras el oro,
no están en lo oscuro ahora que miras la oscuridad.
Se han ido ahora que miras.
Cierra por ellas los ojos,
libéralas pues te dieron lo ilimitado
y ahora aventa los monótonos signos
y sal a tocarme en cada rastro.
Como tú yo siento vértigo al hablar,
siento que sangro por la marca del zarpazo
que une mis sienes.
Ésa es tu rúbrica
y debes salir a beberme
y debes dejar que yo te atraviese
y cada lugar,
cada paisaje,
dolorosamente,
mires lo que mires,
toques lo que toques,
te lo dirá.
"Un árbol escarbando", dices.
"La complexión de esta imagen", repito.
Con cuidado abro la mano lentamente,
lo justo para que no se escape;
lo pongo en tu mano que instintivamente se cierra con rapidez.
"Yo no existo", lo mismo vuelves a decir.
Se trata de lo que le falta al universo.
Las venas no son venas, sólo sangre perdida.
La mano que se cerró convulsa no fue lo suficientemente rápida.
Tras ésta escena todo desea ser nombrado a requerimento de su propio nombre
y en virtud de ninguna equivalencia.
Pero yo estaba encima de tu cuerpo y mi peso lo desvaneció.
Lo mismo hizo tu cuerpo con mi cuerpo.
Ahora estamos dentro del mismo puño.
Y a través de las líneas de los dedos apretados
nos miramos ahí fuera. Nuestras manos parecen entrelazadas,
nos damos la mano para no ir.
Comparamos nuestras respiraciones con las de ellos.
Gobernamos nuestros desequilibrios con el vértigo de su inmovilidad.
"No existimos", decimos.
Y puede verse el momento exacto de la cesión
que coincide con una fatiga aliviada
y con el sonido de un pájaro que desaparece en la hojarasca.
...
Las errantes rúbricas no se pertenecen
pero prestan sus ojos porque precisan un soporte
para reconocerse y saber adónde crecer.
No están en lo plateado ahora que miras la plata,
no están en lo dorado ahora que miras el oro,
no están en lo oscuro ahora que miras la oscuridad.
Se han ido ahora que miras.
Cierra por ellas los ojos,
libéralas pues te dieron lo ilimitado
y ahora aventa los monótonos signos
y sal a tocarme en cada rastro.
Como tú yo siento vértigo al hablar,
siento que sangro por la marca del zarpazo
que une mis sienes.
Ésa es tu rúbrica
y debes salir a beberme
y debes dejar que yo te atraviese
y cada lugar,
cada paisaje,
dolorosamente,
mires lo que mires,
toques lo que toques,
te lo dirá.