A orillas del río Bernesga.

Cuentos, historias, relatos, novelas, reportajes y artículos de opinión que no tengan que ver con la poesía, todo dentro de una amplia libertad de expresión y, sobre todo, siempre observando un escrupuloso respeto hacia los intervinientes.

Moderador: Hallie Hernández Alfaro

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Julio Gonzalez Alonso
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A orillas del río Bernesga.

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A orillas del río Bernesga.

El río se adelgaza en verano y nos ofrece su lecho de cantos rodados

Siempre tuvo vocación, el Bernesga, de aguas claras y de truchas. Pero sus orillas se llenaron durante muchos años de islán, esa capa semisólida que formaba el carbón y que algunas personas amontonaban para desecarlo y aprovecharlo para la lumbre. Así que las truchas se quedaron por encima de Santa Lucía, y las que asomaban el hocico en la confluencia del río Casares, daban media vuelta a toda leche para buscar mosquitas que zampar o una buena piedra debajo de la cual guarecerse.

Pero de piedras, de muchas piedras formadas por cantos rodados, estaba hecho nuestro Bernesga. Un río capaz de adelgazarse hasta lo indecible en el estío, cuando el sol de agosto pone cuarenta grados a las tres de la tarde en los tejados y las calles de Pola, y se podía vadear en algunos de sus puntos a pie enjuto o, como mucho, mojándote una zapatilla en un mal resbalón con el verdín de una piedra que se movía. Pero también era capaz de arrastrar carros, troncos de árboles y todo tipo de ramaje cuando en la mitad del invierno o con el deshielo temprano de una primavera se ponía farruco y saltaba incluso el puente. Lo que sí es cierto es que el puente aguantaba sin estorruntarse, sin ceder un centímetro las pilastras, valiente ante aquellas avenidas descomunales. Las aguas anegaban los salguerales y las eras, y a la altura de la fábrica de harinas se metía en la vega sin respetar nada que estuviera al alcance de su furor enloquecido. Pero luego se calmaba, las nieves de Busdongo se apretaban de frío de nuevo o ya corrían en agua más allá de León, camino del Esla. El río bajaba alto, recordándonos su fuerza, su cabreo, pero ya no amenazaba.

Luego lo encauzaron, y con mejor o peor fortuna lo llevaron comarca de Gordón abajo un poco más domesticado.
Era en verano, sin embargo, que los guajes entrábamos en él, a la altura del salón de Visita, con aquella pista de baile al aire libre rematada en una especie de quilla que pretendía navegar río arriba, o a la altura de la fábrica de harinas. En las pozas allí formadas nos bañamos muchas veces entre aquellas aguas que a veces bajaban negras o que siempre lo parecían debido al fondo impregnado de carbón. Algunas veces los baños acababan en juegos a pedrada limpia, para hacer sopas en la superficie del río o, peor, para hacer puntería en la cabeza de alguien. La cosa fue sin querer, pero de una de esas aventuras que terminó en descalabro, conservo la cicatriz que el médico don Jesús tuvo que coser con unas cuantas grapas.

Hubo un tiempo, incluso, en que las mujeres cogían la tarja y lavaban la colada a sus orillas. Momento, además, idóneo para el cotilleo cotidiano que entonces se llamaba cortar trajes y que siempre fue el vehículo oficioso de la información en los pueblos.

Todo era en verano. Rebuscábamos en el lecho del río los cantos rodados oscuros que partíamos por la mitad y que aparecían con máculas doradas brillantes. Es oro, nos decíamos, y los guardábamos como verdaderos tesoros. Los colores dorados y verdosos de los recién partidos cantos rodados nos seducían con promesas de río aurífero que nunca fue nuestro Bernesga. A su orilla encontrábamos juncos que trenzábamos, cabezudos, zapateros y ranas que no escapaban a nuestro acoso.

Con el paso de los años y la mejora de las explotaciones mineras, el Bernesga fue recuperando sus aguas claras, sus fondos limpios, sus orillas de salguerales y chopos murmurando con las brisas. Sigue bajando lamiendo los cantos rodados en verano, serio en invierno, mirando al Cueto a su izquierda, la Carba, contra la que parece que se va a estrellar, para girar un poco a la derecha, dejar a un lado la sacrificada Gretosa, a la sombra del Fontañán, y enfilar hacia Huergas, Nocedo y Puente de Alba.

No sé si las truchas ya se atreven a buscar huecos entre sus piedras más acá de Santa Lucía. Tampoco sé lo que guarda la memoria del río; pero si los recuerdos son como las truchas, escurridizas, estarán donde ellas anden. Tal vez a alguien se le venga a la memoria lo que el río fue. O quizás alguien más nos cuente lo que es.
Última edición por Julio Gonzalez Alonso el Lun, 01 Dic 2014 22:10, editado 2 veces en total.
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Alonso de Molina
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Mensaje sin leer por Alonso de Molina »

seguro que cortando trajes a pesar
del uso de la tarja se lo pasaban en grande
a orillas del río

De siempre me ha gustado la vida rural, será
por ser huérfano de pueblo y capitalino de origen

ha sido un gusto la lectura querido Julio


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Julio Gonzalez Alonso
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Alonso de Molina escribió:seguro que cortando trajes a pesar
del uso de la tarja se lo pasaban en grande
a orillas del río

De siempre me ha gustado la vida rural, será
por ser huérfano de pueblo y capitalino de origen

ha sido un gusto la lectura querido Julio


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Consuélate, Alonso; ya todos somos huérfanos de pueblo. Algunos hemos sido testigos, los últimos o tal vez los penúltimos, de algunas condiciones de vida -duras- y costumbres -mucho más sociables y solidarias- que se acabaron en los pueblos. Ahora estamos hechos de asfalto, escaparates y grandes superficies comerciales.

Salud.
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Pilar Iglesias de la Torr
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re: A orillas del río Bernesga.

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querido Julio,

me recuerda tu relato, si bien, sobre un paisaje de pura estepa castellana, esos quehaceres de la gente tan olvidados, pero, que son los cimientos de la sociedad, y no sólo por supuesto, en este mundo llamado de "occidente" (que ya se despega,ignorante, de la tierra), sino de tantas zonas del planeta

me encató cómo finalizas, haciendo un paralelismo entre las truchas, y el agua, que nunca es la misma

un besazo, compañero................Pilar
Última edición por Pilar Iglesias de la Torr el Lun, 17 Dic 2007 23:45, editado 1 vez en total.
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Julio Gonzalez Alonso
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Re: re: A orillas del río Bernesga.

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Pilar Iglesias de la Torr escribió:querido Julio,

me recuerda tu relato, si bien, sobre un paisaje de pura estepa castellana, esos quehaceres de la gente tan olvidados, pero, que son los cimientos de la sociedad, y no sólo por supuesto, en este mundo llamado de "occidente" (que ya se despega,ignorante, de la tierra), sino de tantas somas del planeta

me encató cómo finalizas, haciendo un paralelismo entre las truchas, y el agua, que nunca es la misma

un besazo, compañero................Pilar
Me place que te evoque algunos recuerdos de infancia este relato, Pilar. Aunque situados en el marco geográfico que conozco más, creo que estos textos costumbristas pueden tener el valor de traernos a la memoria circunstancias semejantes a quienes vivimos una determinada época; para los más jóvenes, espero que signifique una estampa en la que observar algunos modos de vida peculiares y superados por el nivel de vida, la tecnología y el progreso.
Salud.
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Rafel Calle
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Excelente relato, querido amigo, que ha sido un placer leerte.
Creo que aciertas con algunas claves muy interesantes, en esas crónicas tan acertadamente enumeradas.
Enhorabuena.
Te mando un fuerte abrazo.
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Julio Gonzalez Alonso
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Rafel Calle escribió:Excelente relato, querido amigo, que ha sido un placer leerte.
Creo que aciertas con algunas claves muy interesantes, en esas crónicas tan acertadamente enumeradas.
Enhorabuena.
Te mando un fuerte abrazo.
Agradecido por la lectura y las observaciones, Rafael. Son crónicas traídas de la memoria envuelta en cierta nostalgia.
Salud.
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Concha Vidal
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re: A orillas del río Bernesga.

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Julio, de paseo que ando por el foro y encuentro esta maravillosa lectura, apta para releer en esta tarde bochornosa alicantina.
Lo retomo porque da sensación de paz y frescura.
Mis saludos mediterráneos.
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Julio Gonzalez Alonso
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Re: re: A orillas del río Bernesga.

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Concha Verónica Vidal escribió:Julio, de paseo que ando por el foro y encuentro esta maravillosa lectura, apta para releer en esta tarde bochornosa alicantina.
Lo retomo porque da sensación de paz y frescura.
Mis saludos mediterráneos.


Amiga Concha, disculpa la tardanza en contestar tu amable comentario; tal vez te llegue en otra tarde, si no bochornosa sí calentita de las postrimerías del verano. Con un abrazo.
Salud.
Virginia Nas
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re: A orillas del río Bernesga.

Mensaje sin leer por Virginia Nas »

¡Qué bien lo describes! Estoy viendo hasta a D. Jesús ¿ Tenía hijas verdad? me acuerdo de ellas y de la hija ¿de la panadera?... También me gustaba saltar las piedras en el río hasta que un día me pillaron y me costó un castigo. La fábrica de harina derruída al final del pueblo en dirección a Huergas, El Preventorio ¡Los Pinos! qué gozada los pinos... y el cine ¿Que me dices del cine? ¿No has escrito nada sobre él?... puuuuffff ¡Que tiempos!
Los pies en la Tierra y la cabeza en el cielo. V.Nas
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Óscar Distéfano
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re: A orillas del río Bernesga.

Mensaje sin leer por Óscar Distéfano »

He salido cargado de humanidad de este natural y bellísimo relato. Las vivencias, cuando son trasmitidas de una manera sincera, sin artificios, y con el agregado de una maestra pluma, se adentran en el espíritu de cualquier ser humano, no importa cuán lejos se encuentre del lugar descripto. Ha sido para mí un enorme placer adentrarme en esta nostalgia tuya, admirado compañero.

Un abrazo.
Óscar
Nuestro destino no es llegar a la última estación, sino ser arrojado del tren.



http://www.elbuscadordehumos.blogspot.com/
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Julio Gonzalez Alonso
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Re: re: A orillas del río Bernesga.

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Virginia Nas escribió:¡Qué bien lo describes! Estoy viendo hasta a D. Jesús ¿ Tenía hijas verdad? me acuerdo de ellas y de la hija ¿de la panadera?... También me gustaba saltar las piedras en el río hasta que un día me pillaron y me costó un castigo. La fábrica de harina derruída al final del pueblo en dirección a Huergas, El Preventorio ¡Los Pinos! qué gozada los pinos... y el cine ¿Que me dices del cine? ¿No has escrito nada sobre él?... puuuuffff ¡Que tiempos!

Hablas de D. Jesús el médico. No estoy seguro de las hijas, pero sí de que tenía un hijo que fue compañero mío en la escuela con D. Julio. Tanto D. Julio como D. Antonio, ambos maestros, sí tuvieron hijas; la hija de D.Antonio, Mari Luz, era muy aficionada a la música, disponía de un pequeño tocadiscos -un lujo de la época- y ponía música de twist desde su ventana en las escuelas, así que yo iba a escucharla a los patios de las mismas escuelas. Lo recuerdo muy bien.

El río, pues ya sabes... tú has mencionado muy acertadamente el atractivo que tenía para los guajes y que merecía arriesgarse a caerse, mojarse y a alguna regañina. La fábrica de harinas que dejó de funcionar y guardaba un pariente mío hasta que la demolieron. Recuerdo su maquinaria -para mí gigantesca- de ruedas y poleas paradas y cubiertas todavía por una fina capa de polvo de harina. El canal que cogía el agua de la represa sobre el Bernesga para mover las ruedas de la molienda, el Preventorio y las sesiones de cine, los juegos a escondidas en sus columpios, los pinos, el verano y algunas lecturas por la tarde a la sombra de ellos.... En fin, toda una vida.

Sobre el cine no tengo nada escrito. Pero creo que haré algo de lo que fue el cine de Llamas, el más antiguo y primero, con gallinero de madera, sillas y suelo de tierra. También del que le siguió, ya reformado, sin gallinero, butacas y suelo ¿de madera?... ahora no estoy seguro. Lo llevaba la mujer de Sebito, con tienda de electrodomésticos... y, en fin, toda otra vida... Como dices bien, ¡qué tiempos!
Salud.
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Julio Gonzalez Alonso
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Re: re: A orillas del río Bernesga.

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Óscar Distéfano escribió:He salido cargado de humanidad de este natural y bellísimo relato. Las vivencias, cuando son trasmitidas de una manera sincera, sin artificios, y con el agregado de una maestra pluma, se adentran en el espíritu de cualquier ser humano, no importa cuán lejos se encuentre del lugar descripto. Ha sido para mí un enorme placer adentrarme en esta nostalgia tuya, admirado compañero.

Un abrazo.
Óscar

¡Cómo me alegra que desde la distancia continental y de años y costumbres, te haya podido interesar este relato! Resulta, con sinceridad, emotivo y gratificante. Gracias, Óscar. Con un abrazo.
Salud.
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