Editorial Alaire

Espero su lascivia en mi piel fría
para arder como llama del invierno
y soñar con los ojos de lo eterno
más allá de la muerte, en una ría.

Atravieso la sombra de su día
y exploro la belleza del averno
mientras miro lo oscuro de lo interno
y preparo mi instinto en armonía.

Susurro las palabras de la herida
al tiempo que su cuerpo me hace suya
y grito entre jadeos el presagio.

Me dirijo desnuda hacia la vida,
cabalgo la marea que murmulla
escapando deprisa del naufragio.


Ana Muela Sopeña

Lujo de soneto y de lectura, lujuria llevada al máximo esponente. Muy bueno, Ana, sin tapujos. Enhorabuena, poeta. ¿Quien dijo lo de comerse un rosco? Por si acaso me lo llevo en la solapa.


Víctor

Ana, eres, indiscutiblemente , una maestra de la palabra.

Abrazos.

Más que lascivia, es belleza liretaria lo tuyo mi etimada amiga.
Un placer verte con clásica.

Precioso soneto, Ana, ha sido todo un placer pasearse por toda esta sensualidad y belleza contenida entre tus versos. Aplausos, muchos.

Un fuerte abrazo.

Carmen

Víctor, muchas gracias por apreciar este soneto.

Un fuerte abrazo
Ana

Perfecto soneto, Ana. Felicidades.
Un abrazo.
Pepa

Lujo de lujuria cargadade oximorones como "la nbelleza del averno"
o "como llama del invierno. Tu soneto camina hacia la sensualidad
tan desnudo como ardiente y así ver cómo te luces con la medida y la rima
de los endecas.

un abrazo

Ana :Poeta


¡Qué maravilla!


Un abrazo

Interesante soneto, buenas imàgenes y literariamente correcto.
Javier

Erótico y bello soneto. Un beso.

Estupenda forma de versar en el soneto. Me ha gustado.
Abrazos y felicidad.

Soneto muy bien construido y lleno de belleza y pasión.
Un abrazo

Hermoso soneto en su forma y profundo contenido. Se nota la musicalidad de los versos melódicos. No es fácil, nada fácil, sintetizar en un soneto tanto significado, en tanto aquí te sumerges en los avatares de la sombra: núcleo del deseo en la relación vida-muerte. Mis felicitaciones, Ana. Gracias por compartir.

Un abrazo.

Un soneto de infinita expresividad en esa entrega ardorosa, querida Ana.
Un placer leer tu obra clásica.
Abrazos.