Aullar
Publicado: Dom, 10 Nov 2013 23:51
Tu pelo es el brillo del lamento que roe las cornisas.
Las cornisas son el borde del aljibe. Ahí se mueren tantos pensamientos como lenguas.
Las lenguas se han levantado del agua para entrar en tu pelo.
Yo acerco mi oído a tu pelo y tu pelo roe mi oído.
Mi oído es roído a través de rejas de luz negra por lenguas que han muerto
tratando de observar el pensamiento que no tiene lengua.
Remuevo tu pelo con mi mano y mis huesos no necesitan un orden
para concluir en la mano que remueve tu pelo.
Tu pelo remueve mis huesos dejándose remover por la ilusión de mi mano.
Tu pelo y mi mano desembocan en el pensamiento sin lengua.
Una hebra de mi mano nació junto a una hebra de tu pelo.
Juntas iniciaron la desaparición del mundo
tal y como lo conoce el corazón aguileño de todos los alfabetos.
Tu pelo me llama como a una víctima de todos los ahogados
en el primer declive del río, cuando la garganta está obstruida por una piedra
que dice papá mamá.
Yo entro en tu pelo y te cubro con él el rostro
y te empujo hacia mí.
Yo tiro de tu pelo
y hay sellos que no se levantan,
pero se borran con una sonrisa que no es hacia arriba ni hacia abajo,
como si la faz de la tierra fuese una tapa vencida por el vapor
de una lengua que deshiciese las palabras que nos separan.
Las cornisas son el borde del aljibe. Ahí se mueren tantos pensamientos como lenguas.
Las lenguas se han levantado del agua para entrar en tu pelo.
Yo acerco mi oído a tu pelo y tu pelo roe mi oído.
Mi oído es roído a través de rejas de luz negra por lenguas que han muerto
tratando de observar el pensamiento que no tiene lengua.
Remuevo tu pelo con mi mano y mis huesos no necesitan un orden
para concluir en la mano que remueve tu pelo.
Tu pelo remueve mis huesos dejándose remover por la ilusión de mi mano.
Tu pelo y mi mano desembocan en el pensamiento sin lengua.
Una hebra de mi mano nació junto a una hebra de tu pelo.
Juntas iniciaron la desaparición del mundo
tal y como lo conoce el corazón aguileño de todos los alfabetos.
Tu pelo me llama como a una víctima de todos los ahogados
en el primer declive del río, cuando la garganta está obstruida por una piedra
que dice papá mamá.
Yo entro en tu pelo y te cubro con él el rostro
y te empujo hacia mí.
Yo tiro de tu pelo
y hay sellos que no se levantan,
pero se borran con una sonrisa que no es hacia arriba ni hacia abajo,
como si la faz de la tierra fuese una tapa vencida por el vapor
de una lengua que deshiciese las palabras que nos separan.