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Esperando detrás de unos ojos

Publicado: Vie, 08 Nov 2013 0:02
por Alfonso Alfaro

Había allí dentro una luz laminada que entraba por el tragaluz de su retina. Era como un relámpago diagonal estrellado de motitas de polvo que vagaban por el espacio. La zona más oscura estaba templada y se oía el desperezar de sus ojos. El lugar olía a jazmín y estaba lleno de sueño. Sentía caer sobre sus pestañas una lluvia de luz que bajaba como una nevada invisible. Sin duda me encontraba en el paraíso. Era como el valle de un lago en el verano y tenía un manto amarillento de polvo de estrellas que se había acumulado allí como un aluvión finísimo y resplandeciente. Un charquito de lágrimas se estaba secado bajo la racha del tragaluz y en sus orillas ondulantes se veían las rayas escalonadas que el borde del agua había dejado allí desde su infancia. En medio del charco de lágrimas había una esperanza que tenía cuatro cepas levemente hundidas en el manto amarillo. La esperanza había echado raíz, y se extendía por todo el fondo de la laguna, entrecruzándose unas con otras como una tela de araña.
Yo me encontraba de cara a la ventana de sus ojos, y el sol temblaba tras el iris como si corrieran hilos vivos de luz. Tenía su mirada un aire soñoliento y abandonado, como de no oír más sonido que el piar externo y lejano de algún pajarillo que pasara por detrás. Desde allí podía ver la silueta difuminada de lo que parecía ser un texto, pero nadie puede ver nunca con claridad, desde ese lugar, lo que ocurre fuera.
A continuación se sentó en una silla. Una silla de madera de cerezo, barnizada a mano, de color rojo líquido, en sintonía con su cabello. Tenía sus cuatro patas levemente hundidas en el musgo del jardín. Nacían de los remates del respaldo, unas ramitas verdes con hojas y cerezas en armonía con sus ojos. Las cerezas estaban maduras y cubiertas de motas de polvo pero aún alcanzaban a reflejar en pequeño todo lo que acontecía alrededor. Eran dos pares de cerezas pequeñas que se apoyaban alegremente sobre las hojas.
Se reclinó sobre el respaldo acertando a poner su cabeza entre las dos ramas de cerezo que rodearon sus sienes como una corona y las cerezas parecían colgar de sus orejas como pendientes de rubíes oscuros en equilibrio con su belleza.
Vi por el tragaluz de sus ojos, el cielo y un sol dorado de siesta, entonces imaginé que estaba leyendo un libro y a punto de quedarse dormida. Cerró los ojos y vi proyectarse sobre la película traslúcida de sus párpados juegos de luces con manchas grises que el sol había dejado en sus pupilas.
Pero la nevada de polvo amarillo seguía cayendo y cayendo sobre sus pestañas... y se quedó dormida. - Hola amor, te estaba esperando ojitos de luz…

Publicado: Vie, 08 Nov 2013 15:30
por Hallie Hernández Alfaro
Muy hermoso y lleno de claves conmovedoras. El rojo de las cerezas, los enigmas del iris, la nieve; y esa cualidad absoluta que lleva el amor en los párpados como un prometido Si, como un augurio de eternidad cómplice.
Hay tanta profundidad de sentimiento en este trabajo, Alfonso!
Aplausos muchos para intentar hacer justicia a su grandeza emocional.

Un abrazo fuerte, amigo.