Perderse, irse dentro del aire, acariciar
Publicado: Lun, 04 Nov 2013 23:28
Han sido paladas
a descontar de la esfinge.
De canto la mano rebañaba y hacía un sonido
como de trineo vacío saltando al acabar la boca blanca
(la acababa con su salto, con su despedida multifacetada),
¿que hará ahí dentro, perdido para siempre el golpe, el susurro?.
La balsa más diurna, la perenne que para avanzar perdió todos los báculos del fondo
hundiéndolos entre los dedos,
de frente,
o con la palma abierta como el dios de la indefensión
(así diría el que se siente inabarcable cuando se arroja,
o la que opone fruto y teoría al destierro impalpable,
con todo lo que detrás se acerca para hacer un índice
del ramo níveo),
suena multiprofundamente el pulso no nacido,
la llaga,
tormenta descarnada, centro ciego del siempre
llegado de la última secreción del río,
el llanto de la forma entrando a un ti que vuela
descartando un no de los movimientos del ala,
el que la sube,
el que la baja,
no el sí que la mantiene en su nunca cerrarse
para jamás ser otra.
El sí como un velo.
¿Y de cerca?.
El cántaro es rugoso,
posee la arena desmundada porque ha sido maleada
con los labios que caducan uno sobre otro,
asesinos de pliegues, maestros de la sed.
De cerca no estabas,
había montones de cercanías esparciéndose
en el juego decreciente de la mano,
había aura sobre aura en la pupila blanca
como la boca.
Es la imaginación que llora.
De todo este no estar
puede hacerse un siseo con los dedos,
escarabajo boca arriba que araña y araña
buscando una brecha en el saco de monedas celestiales.
La pura sepultura.
Yo aprieto así,
así agarro,
así me endurece el abismo
que tiene nuestros propios rasgos
pero sólo al caer se nos parece,
desaparece.
a descontar de la esfinge.
De canto la mano rebañaba y hacía un sonido
como de trineo vacío saltando al acabar la boca blanca
(la acababa con su salto, con su despedida multifacetada),
¿que hará ahí dentro, perdido para siempre el golpe, el susurro?.
La balsa más diurna, la perenne que para avanzar perdió todos los báculos del fondo
hundiéndolos entre los dedos,
de frente,
o con la palma abierta como el dios de la indefensión
(así diría el que se siente inabarcable cuando se arroja,
o la que opone fruto y teoría al destierro impalpable,
con todo lo que detrás se acerca para hacer un índice
del ramo níveo),
suena multiprofundamente el pulso no nacido,
la llaga,
tormenta descarnada, centro ciego del siempre
llegado de la última secreción del río,
el llanto de la forma entrando a un ti que vuela
descartando un no de los movimientos del ala,
el que la sube,
el que la baja,
no el sí que la mantiene en su nunca cerrarse
para jamás ser otra.
El sí como un velo.
¿Y de cerca?.
El cántaro es rugoso,
posee la arena desmundada porque ha sido maleada
con los labios que caducan uno sobre otro,
asesinos de pliegues, maestros de la sed.
De cerca no estabas,
había montones de cercanías esparciéndose
en el juego decreciente de la mano,
había aura sobre aura en la pupila blanca
como la boca.
Es la imaginación que llora.
De todo este no estar
puede hacerse un siseo con los dedos,
escarabajo boca arriba que araña y araña
buscando una brecha en el saco de monedas celestiales.
La pura sepultura.
Yo aprieto así,
así agarro,
así me endurece el abismo
que tiene nuestros propios rasgos
pero sólo al caer se nos parece,
desaparece.