¡Dios mío, que solos...!
Publicado: Vie, 01 Nov 2013 10:26
Despertaba el día
y a su albor primero,
con sus mil ruidos
despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
de vida y misterios,
de luz y tinieblas,
medité un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!
Gustavo A. Bécquer
“En homenaje y recuerdo a todos nuestros seres perdidos”
¡Dios mío, que solos…!
Es una soledad que ya no duele,
ni pesa, ni entristece, ni se enreda
trepando por la piel como la hiedra.
Ya no turban las voces su sosiego.
Se alimenta en recuerdos de la brisa,
de la húmeda caricia de la tarde,
del trino desolado de los pájaros.
Es una soledad de piedra y tierra,
de hierba enmohecida que al estío
evapora las horas, las plegarias,
los sueños que en ramaje de cipreses
construyeron su nido de recuerdos.
Es una soledad de cielos grises
absortos en miradas infinitas
y un mañana sin fin de amaneceres.
Es una soledad acompasada
por muchas soledades que comparten
monólogos urdidos por el viento,
minúsculas distancias insalvables.
Es una soledad sin emociones,
sin espera, sin tiempo, sin regreso,
anclada en el vacío, desahuciada,
sentada en las rodillas del olvido.
Es una soledad sin previsiones,
de humana condición, rumbos inciertos.
La soledad sin tregua de los muertos.
Mario.
y a su albor primero,
con sus mil ruidos
despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
de vida y misterios,
de luz y tinieblas,
medité un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!
Gustavo A. Bécquer
“En homenaje y recuerdo a todos nuestros seres perdidos”
¡Dios mío, que solos…!
Es una soledad que ya no duele,
ni pesa, ni entristece, ni se enreda
trepando por la piel como la hiedra.
Ya no turban las voces su sosiego.
Se alimenta en recuerdos de la brisa,
de la húmeda caricia de la tarde,
del trino desolado de los pájaros.
Es una soledad de piedra y tierra,
de hierba enmohecida que al estío
evapora las horas, las plegarias,
los sueños que en ramaje de cipreses
construyeron su nido de recuerdos.
Es una soledad de cielos grises
absortos en miradas infinitas
y un mañana sin fin de amaneceres.
Es una soledad acompasada
por muchas soledades que comparten
monólogos urdidos por el viento,
minúsculas distancias insalvables.
Es una soledad sin emociones,
sin espera, sin tiempo, sin regreso,
anclada en el vacío, desahuciada,
sentada en las rodillas del olvido.
Es una soledad sin previsiones,
de humana condición, rumbos inciertos.
La soledad sin tregua de los muertos.
Mario.