OVERBOOKING(Efectos colaterales de la crisis)
Publicado: Mié, 30 Oct 2013 13:01
La calle me recibe con aridez de gesto,
con la mirada turbia de quien pasó llorando
el pórtico del alba
y ahora apeteciera, sin intrusos que miren,
enjugarse las lágrimas.
Transito mis rutinas en completo silencio
por aceras que anoche
desbordadas vivían de ajetreado bullicio,
de sonrisas amables,
de estentóreas voces,
de esperanzas asidas a un futuro sin traumas.
Acarreo pesares
en un carro de compra repleto de inquietudes
que mohíno me sigue camuflado en la sombra
que un sol empobrecido
proyecta de mis huesos en el húmedo asfalto.
Hoy sitúo mi puesto laboral de penurias
en la esquina de Mena con Martín Navarrete,
desocupada, libre
por razón de fortuna que mi juicio no alcanza.
El platillo vacío,
y el estómago lleno de una hambruna de días
que consuela y engaña
el aguado remedio de un tetrabrik de olvido.
Pasará la jornada lo mismo que la gente,
inconmovible, ajena
al sentir de su entorno,
al caz de circunstancias que forzaron mi oprobio,
a nada que no sea llevar su ocaso a término.
Cuando al fin oscurece y soy más invisible
si cabe todavía,
recojo la miseria producto de la lástima,
los menguados enseres,
el orgullo maltrecho casi a punto de quiebra,
y emprendo la aventura
de buscar un reducto donde vencer la noche.
Un cajero entornado,
una estación de metro,
un portal en penumbra.
Sólo pido a la suerte no encontrar overbooking.
Mario
con la mirada turbia de quien pasó llorando
el pórtico del alba
y ahora apeteciera, sin intrusos que miren,
enjugarse las lágrimas.
Transito mis rutinas en completo silencio
por aceras que anoche
desbordadas vivían de ajetreado bullicio,
de sonrisas amables,
de estentóreas voces,
de esperanzas asidas a un futuro sin traumas.
Acarreo pesares
en un carro de compra repleto de inquietudes
que mohíno me sigue camuflado en la sombra
que un sol empobrecido
proyecta de mis huesos en el húmedo asfalto.
Hoy sitúo mi puesto laboral de penurias
en la esquina de Mena con Martín Navarrete,
desocupada, libre
por razón de fortuna que mi juicio no alcanza.
El platillo vacío,
y el estómago lleno de una hambruna de días
que consuela y engaña
el aguado remedio de un tetrabrik de olvido.
Pasará la jornada lo mismo que la gente,
inconmovible, ajena
al sentir de su entorno,
al caz de circunstancias que forzaron mi oprobio,
a nada que no sea llevar su ocaso a término.
Cuando al fin oscurece y soy más invisible
si cabe todavía,
recojo la miseria producto de la lástima,
los menguados enseres,
el orgullo maltrecho casi a punto de quiebra,
y emprendo la aventura
de buscar un reducto donde vencer la noche.
Un cajero entornado,
una estación de metro,
un portal en penumbra.
Sólo pido a la suerte no encontrar overbooking.
Mario