Editorial Alaire

Ya se ven los barcos regresando,
las gaviotas poniendo sus manos sobre el aire,
la calma del poniente bajo el azul cesante,
no hay prisa en el paréntesis.
Y el agua sigue haciendo de espejo y avalancha,
de murmullo que oculta lo místico y lo raro.

Perfiles sobre el puerto,
perfiles que reclaman una visión acuática
mirando con los ojos de haber pasado tanto;
las noches empañadas,
el corazón crecido entre redes y lágrimas,
y un interés balsámico por contarse la vida.

Aún me gusta nadar
y ver como a mi lado
van cosiendo las olas los delfines,
y extendiendo en la espuma los silencios tabardos
de una imaginación majestuosa
que ve flotar sin rumbo
el cofre de un tesoro.

La soledad se llena de rincones
que tienen en el mar
curtidos navegantes,
sirenas que se orientan en los fríos
de música violeta.


Por eso invierto tanto
en mañanas lejanas al comercio,
a clamores mecánicos,
al aire que se mezcla con vocerío asfáltico,
y que no sabrá nunca
estar cerca de un náufrago.

Precioso, Manuel, un disfrute pasar por tus versos porque te adentras en ellos para vivirlos
Besos
Pilar

Dicen que las canas, no salen porque si...
Ellas vienen acompañadas de sabiduría plena, y entre ella, viene asida también la poética.

Me gustó, y mucho, sobre todo esos delfines cosiendo las olas...
Un fuerte abrazo.

Manuel, hermosísimo, hoy llegué tarde al café, ya es de noche, pero me encuentro con este maravilloso poema, que algo de místico tiene, mucho menos de raro. Un placer, siempre leerte, como siempre el final me ha encantado especialmente.

Un abrazo de los grandes.

Carmen