Las palabras
Publicado: Jue, 24 Oct 2013 15:43
Es a veces tan pesado, tan cansino, el tratar de respirar, a veces, todo se hace tedio,-pensó- hay un dolor que no duele, a una le gustaría dolerse, pero no hay dolor, sólo un regusto a hastío que recorre las cavernas tortuosas de los días, un cansancio de tiempo acumulado, de tiempo desmembrado y roto, de tiempo perdido.
El equilibrio a veces se consigue, hay medicinas para ello, cualquier cosa te saca de ese hastío, una quisiera agarrarse a esas pequeñas cosas que lo sacan de allí. A veces es la lluvia, a veces, la hierba tiene ese poder, descalzarse y mojarse los pies con el rocío prendido en la hierba, una música …aunque la música es un peligro a veces, es una medicina extraña, puede sanarte por momentos, pero, mal dispensada te puede llevar allí a donde no quieres volver, al sitio de partida, al del dolor, en realidad a cualquier parte, hay que tener el día para saber escoger la melodía, no sabía si hoy lo tendría, así que no se arriesgaría a eso.
¿Escribir? Bueno eso era otra puerta abierta a lo desconocido, ella lo sabía, sabía que hoy no tenía algo específico que decir, eso era malo, era la entrada -el portal- a cualquier cosa, la puerta necesaria para entrar en cualquier parte, cuando eso le pasaba, salían todos los fantasmas encerrados, como si fuera una catarsis, las palabras se iban juntando, formaban por ellas mismas oraciones, párrafos, estrofas, y cualquier cosa podía suceder. A veces las mismas palabras se separaban de ella, se escribían ellas mismas, se encadenaban y contaban historias que ella misma no conocía, incluso otras que deseaba que sucediesen, algunas que nunca quisiera tener que pronunciar, pero, ella no podía controlar ese deseo de las palabras por ser dichas. Hay que decir en su favor, que le debía la vida a esas palabras, así que era para ella una deuda que de vez en cuando pagaba gustosa, otras como hoy, le costaba mucho dejarse hacer por ellas, dejarse ser.
Tomó el ordenador, abrió Word,sintió un hueco en su cerebro, se sabía sobradamente todos los indicios,todas las pautas, y sin tener la menor idea de lo que iba a escribir, se dejó poseer, ella sabía que había una renuncia previa en ese acto, una libertad, una entrega. Así sin mucho más, empezó a escribir a ciegas, sin saber qué cosa tomaría hoy la luz:
Ella estaba en la habitación, acostada allí en aquel diván, no entendía para nada el porqué debía de tenderse para hablar, era horrible esa sensación de tener que hablar tendida, había como una desventaja ostensible, su psicoterapeuta decía que era para qué se relajara. Pero era algo que a ella no le gustaba. Oyó cómo la mujer le hablaba: Voy a darte un cuaderno, quiero que escribas allí lo…
No, no, no, no, de ninguna manera ella no iba a escribir una sola palabra sobre eso, hay historias que a una le pertenecen, que son enteramente suyas. Paró de escribir inmediatamente, no iba a consentir que las palabras le hiciesen eso. Hoy no tenía ningunas ganas de regresar allí, al centro del dolor, al mismo centro, ni en cien años iba a sacar a aquello de allí, estaba muy bien en su sitio, un sitio lejano y oscuro del que -afortunadamente-había salido.
Ahora vendrían sin duda, siempre hacían eso las palabras, cuando no quería escribirlas, ellas preferían la blancura del folio en blanco, pero si ella se negaba a hacerlo, a escribirlas, venía a su mente, ella lo sabía, así que intentaba pensar en cualquier otra cosa. No funcionaría, lo sabía, lo había intentado en otras ocasiones, sin ninguna fortuna…
El equilibrio a veces se consigue, hay medicinas para ello, cualquier cosa te saca de ese hastío, una quisiera agarrarse a esas pequeñas cosas que lo sacan de allí. A veces es la lluvia, a veces, la hierba tiene ese poder, descalzarse y mojarse los pies con el rocío prendido en la hierba, una música …aunque la música es un peligro a veces, es una medicina extraña, puede sanarte por momentos, pero, mal dispensada te puede llevar allí a donde no quieres volver, al sitio de partida, al del dolor, en realidad a cualquier parte, hay que tener el día para saber escoger la melodía, no sabía si hoy lo tendría, así que no se arriesgaría a eso.
¿Escribir? Bueno eso era otra puerta abierta a lo desconocido, ella lo sabía, sabía que hoy no tenía algo específico que decir, eso era malo, era la entrada -el portal- a cualquier cosa, la puerta necesaria para entrar en cualquier parte, cuando eso le pasaba, salían todos los fantasmas encerrados, como si fuera una catarsis, las palabras se iban juntando, formaban por ellas mismas oraciones, párrafos, estrofas, y cualquier cosa podía suceder. A veces las mismas palabras se separaban de ella, se escribían ellas mismas, se encadenaban y contaban historias que ella misma no conocía, incluso otras que deseaba que sucediesen, algunas que nunca quisiera tener que pronunciar, pero, ella no podía controlar ese deseo de las palabras por ser dichas. Hay que decir en su favor, que le debía la vida a esas palabras, así que era para ella una deuda que de vez en cuando pagaba gustosa, otras como hoy, le costaba mucho dejarse hacer por ellas, dejarse ser.
Tomó el ordenador, abrió Word,sintió un hueco en su cerebro, se sabía sobradamente todos los indicios,todas las pautas, y sin tener la menor idea de lo que iba a escribir, se dejó poseer, ella sabía que había una renuncia previa en ese acto, una libertad, una entrega. Así sin mucho más, empezó a escribir a ciegas, sin saber qué cosa tomaría hoy la luz:
Ella estaba en la habitación, acostada allí en aquel diván, no entendía para nada el porqué debía de tenderse para hablar, era horrible esa sensación de tener que hablar tendida, había como una desventaja ostensible, su psicoterapeuta decía que era para qué se relajara. Pero era algo que a ella no le gustaba. Oyó cómo la mujer le hablaba: Voy a darte un cuaderno, quiero que escribas allí lo…
No, no, no, no, de ninguna manera ella no iba a escribir una sola palabra sobre eso, hay historias que a una le pertenecen, que son enteramente suyas. Paró de escribir inmediatamente, no iba a consentir que las palabras le hiciesen eso. Hoy no tenía ningunas ganas de regresar allí, al centro del dolor, al mismo centro, ni en cien años iba a sacar a aquello de allí, estaba muy bien en su sitio, un sitio lejano y oscuro del que -afortunadamente-había salido.
Ahora vendrían sin duda, siempre hacían eso las palabras, cuando no quería escribirlas, ellas preferían la blancura del folio en blanco, pero si ella se negaba a hacerlo, a escribirlas, venía a su mente, ella lo sabía, así que intentaba pensar en cualquier otra cosa. No funcionaría, lo sabía, lo había intentado en otras ocasiones, sin ninguna fortuna…