Editorial Alaire

Hallie Hernández Alfaro escribió:Antonio, me ha gustado esta semblanza poética que se enreda en la miseria, la fuerza humana, la fe. Esa casita ahumada de carencias sobre escaleras de barro es lo poco o mucho que pierden y lloran los que engrosan la desesperanza aprendida. Muy bien dispuestos los personajes. La Elena me ha calado hondo, seguramente porque es parte de nuestra humanidad castigada.

Un gusto volver a leerte, gracias por compartir.

Salud y felicidad.

Antonio Satír escribió:

Hallie Hernández Alfaro escribió:Antonio, me ha gustado esta semblanza poética que se enreda en la miseria, la fuerza humana, la fe. Esa casita ahumada de carencias sobre escaleras de barro es lo poco o mucho que pierden y lloran los que engrosan la desesperanza aprendida. Muy bien dispuestos los personajes. La Elena me ha calado hondo, seguramente porque es parte de nuestra humanidad castigada.

Un gusto volver a leerte, gracias por compartir.

Salud y felicidad.

Siempre tan amable con tus comentarios amiga Hallie, si alguna vez notas algo malo de alguno de mis poemas, faltas de ortografía, o si tienes alguna que otra acotación no dudes en decirla.
Te dejo mis saludos!!

Carmen López escribió:Muchísima humanidad en el poema, vestido de humanidad por dentro, por fuera. Me ha encantado leerlo, se adentra en uno y toca sus puntos sensibles, te deja humana. Un muy buen poema Antonio, placer leerte.
Abrazo.

Carmen

Bruno Laja escribió:Es muy hermoso esto, a mí se me hace como un refugio el poema, y al pie del poema, sobre todo al pie, como si un cascabel rojo muy oscuro hubiese cruzado la puerta tras sembrar el camino y ahora su silencio es todavía más sonoro. Un cascabel que susurra.
Me ha encantado, Antonio. Un abrazo

Antonio Satír escribió:El viejo Núñez la soledad la vestía de pájaros,
más pobre que el niño Dios.
Diseminaba luz de estrellas muertas,
cosechaba constelaciones en fuego
junto al saco de tabaco que traía de la ciudad
y el humo de la madera que se perdía junto al viento.
Cocinaba el hambre entre las rendijas del sol,
entre el pozo que traía el corazón líquido de la tierra.
Nadie más que tu habló con el silencio,
cuando bebías de las parras la sangre de Cristo,
cuando la Elena cantaba ya sin voz su andar guapo,
así delgado como la uva,
te acostumbrabas a ser parronal viejo,
junto al amor de los perros que eran tus sillas
y tus sombras más sombrías.
Ellos llevaban tus ojos, los arrastraban
debajo de los sauces, el roquerío guardaba tu boca
tus versos y la casa a lo lejos era un bote nocturno,
un pejerrey que cegaba la noche con su corazón de plata,
he ahí la casita, sobre escaleras de barro,
sobre el invierno mortal, resistiendo del vendaval los hachazos,
se sostiene, se ancla en la oscuridad para siempre,
contigo, con la Elena, más pobre del niño Dios.

Nésthor Olalla escribió:Me gusta. He acertado en abrir esta ventana, es hermoso todo lo humano que vi y lo cerca que lo sentí.

Un gusto pasar, hermano.

Prisca Guerrero escribió:Tenés esa fina sensibilidad para encontrar la belleza en lo sencillo... Me enterneció el retrato que hacés...

Un abrazo

Antonio Satír escribió:...