Crónica urbana
Publicado: Dom, 20 Oct 2013 20:12
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La mujer del quinto, ha muerto. Sí, nadie la ha visto ni saludado en el conocido trayecto entre su edificio y la parada de autobús. Tres días laborales es demasiado tiempo y hace sospechar a cualquiera que la conozca, que algo anda muy mal.
Sofía no quiso saber nunca todos los detalles ocultos detrás de su pasión por Ernesto, ni de las pequeñas coincidencias, muy obvias por cierto, donde las cuentas no encajaban y la lógica era rechazaba de plano.
Había creído a pies juntillas en su palabra. La única verdad era la pronunciada por él; no se preocupó jamás en validar detalles, horarios, fechas ni nada que fuese diferente al infinito volumen de emociones y sentimientos que le inspiraba. La unicidad de aquel amor había afectado su capacidad de pensar claramente. Sus amigas más cercanas le advirtieron, con mucho tacto, que la única fuente de información en la historia de Ernesto era él mismo. Pensar mal y prever algún posible engaño no eran cualidades que definieran a Sofía. Además su amor era completo, correspondido, suficiente. Lo que ocurría es que la perfección amorosa no había rozado a los otros seres humanos como a ella. Poder volar sin tomar un avión y levitar por las calles de su barrio eran consecuencias directas de su felicidad con Ernesto; y de aquella manera de besarla que no parecía terrena; sin embargo la tierra estaba bajo sus pies y temblaba como una hoja en el viento cuando él rodeaba su talle y le decía que la amaba como jamás amó en toda su vida. Algunos viernes quedaban para cenar y bailar en el piso de Sofía. La intimidad de su saloncito, la música selecta, el vino, la media luz, eran condiciones ideales, le susurraba Ernesto al oído. Sofía se conformaba con el aire enamorado que tenía su hogar cuando estaban juntos. Un domingo en la mañana cada mes preparaban una merienda y tomaban el coche rumbo a una campiña discreta y poco visitada. Es lo que merecemos: un lugar tranquilo que me lleve a ti y me haga sentirme tuyo para siempre, solía decirle él cuando se alejaban de la ciudad y de su contaminación sónica.
Sofía había despertado esa mañana con algo de náuseas y un vuelco de angustia en el estómago. Seguramente la gripe otoñal se apoderaba de sus defensas y las derribaba por completo. Avisaría que estaba enferma y se quedaría en la cama bajo el amparo de un paracetamol doble. Durmió toda la mañana a pesar del malestar y fue el sonido agudo del timbre lo que hizo que regresara a la vigilia. Se levantó sobresaltada y apuró los pasos hasta la puerta. Allí estaba una mujer joven en avanzado estado de embarazo. Sofía no creía conocerla de nada; la futura madre le extendió una mano con cortesía."Soy Magdalena y me gustaría mucho poder hablar con usted, Sofía. Es ése su nombre, verdad?" Sí, vaciló Sofía, con clara sorpresa. Pase, por favor". El avanzado estado de gestación le infundió confianza; aún así, la puntada en el estómago volvió a sacudirla. Tomaron asiento y Sofía aguardó con súbita tensión las palabras de aquella conversación forzada. " Mire, seré muy clara y concisa. Espero un bebé en pocos días. Estoy casada hace tres años y amo profundamente a mi marido. Hemos estado ahorrando para comprar una casa bastante cerca de aquí. Iré al grano; vistas las desapariciones de Ernesto muchos viernes, su llegada con olor a perfume de mujer y su negación absoluta que algo pasaba, contraté un detective privado; sus informes me han traído hasta usted. Ya sabe lo emocionalmente trastornada que una mujer en mi estado puede sentirse ante tal engaño. Ernesto es mío y no pienso compartirlo con nadie, ni ahora ni nunca." Sofía había perdido literalmente el habla, sus mandíbulas no respondían al automático movimiento de abrir la boca y menos de articular palabra. Magdalena la miró con frialdad y abrió la bolsa que sostenía en su regazo; de ella extrajo un revolver Mosin Nagant calibre 7,62mm muy silencioso y disparó tres veces a su interlocutora en el pecho; acto seguido y con absoluta calma, limpió el arma y la depositó sobre el cuerpo de Sofía. Se levantó y salió del lugar sin volver la vista atrás.
Los diarios hablaban de un crimen pasional, de posibles pistas que llevarían a la resolución del caso. Nadie había visto nada fuera de lo normal ese día, ni tampoco se habían escuchado gritos o señales de violencia en la escena de los hechos. Los medios de comunicación aprovecharon un detalle sumamente cruel que hacía aún más triste la muerte de la víctima; Sofía se hallaba en la tercera semana de gravidez el día que fue asesinada.
La mujer del quinto, ha muerto. Sí, nadie la ha visto ni saludado en el conocido trayecto entre su edificio y la parada de autobús. Tres días laborales es demasiado tiempo y hace sospechar a cualquiera que la conozca, que algo anda muy mal.
Sofía no quiso saber nunca todos los detalles ocultos detrás de su pasión por Ernesto, ni de las pequeñas coincidencias, muy obvias por cierto, donde las cuentas no encajaban y la lógica era rechazaba de plano.
Había creído a pies juntillas en su palabra. La única verdad era la pronunciada por él; no se preocupó jamás en validar detalles, horarios, fechas ni nada que fuese diferente al infinito volumen de emociones y sentimientos que le inspiraba. La unicidad de aquel amor había afectado su capacidad de pensar claramente. Sus amigas más cercanas le advirtieron, con mucho tacto, que la única fuente de información en la historia de Ernesto era él mismo. Pensar mal y prever algún posible engaño no eran cualidades que definieran a Sofía. Además su amor era completo, correspondido, suficiente. Lo que ocurría es que la perfección amorosa no había rozado a los otros seres humanos como a ella. Poder volar sin tomar un avión y levitar por las calles de su barrio eran consecuencias directas de su felicidad con Ernesto; y de aquella manera de besarla que no parecía terrena; sin embargo la tierra estaba bajo sus pies y temblaba como una hoja en el viento cuando él rodeaba su talle y le decía que la amaba como jamás amó en toda su vida. Algunos viernes quedaban para cenar y bailar en el piso de Sofía. La intimidad de su saloncito, la música selecta, el vino, la media luz, eran condiciones ideales, le susurraba Ernesto al oído. Sofía se conformaba con el aire enamorado que tenía su hogar cuando estaban juntos. Un domingo en la mañana cada mes preparaban una merienda y tomaban el coche rumbo a una campiña discreta y poco visitada. Es lo que merecemos: un lugar tranquilo que me lleve a ti y me haga sentirme tuyo para siempre, solía decirle él cuando se alejaban de la ciudad y de su contaminación sónica.
Sofía había despertado esa mañana con algo de náuseas y un vuelco de angustia en el estómago. Seguramente la gripe otoñal se apoderaba de sus defensas y las derribaba por completo. Avisaría que estaba enferma y se quedaría en la cama bajo el amparo de un paracetamol doble. Durmió toda la mañana a pesar del malestar y fue el sonido agudo del timbre lo que hizo que regresara a la vigilia. Se levantó sobresaltada y apuró los pasos hasta la puerta. Allí estaba una mujer joven en avanzado estado de embarazo. Sofía no creía conocerla de nada; la futura madre le extendió una mano con cortesía."Soy Magdalena y me gustaría mucho poder hablar con usted, Sofía. Es ése su nombre, verdad?" Sí, vaciló Sofía, con clara sorpresa. Pase, por favor". El avanzado estado de gestación le infundió confianza; aún así, la puntada en el estómago volvió a sacudirla. Tomaron asiento y Sofía aguardó con súbita tensión las palabras de aquella conversación forzada. " Mire, seré muy clara y concisa. Espero un bebé en pocos días. Estoy casada hace tres años y amo profundamente a mi marido. Hemos estado ahorrando para comprar una casa bastante cerca de aquí. Iré al grano; vistas las desapariciones de Ernesto muchos viernes, su llegada con olor a perfume de mujer y su negación absoluta que algo pasaba, contraté un detective privado; sus informes me han traído hasta usted. Ya sabe lo emocionalmente trastornada que una mujer en mi estado puede sentirse ante tal engaño. Ernesto es mío y no pienso compartirlo con nadie, ni ahora ni nunca." Sofía había perdido literalmente el habla, sus mandíbulas no respondían al automático movimiento de abrir la boca y menos de articular palabra. Magdalena la miró con frialdad y abrió la bolsa que sostenía en su regazo; de ella extrajo un revolver Mosin Nagant calibre 7,62mm muy silencioso y disparó tres veces a su interlocutora en el pecho; acto seguido y con absoluta calma, limpió el arma y la depositó sobre el cuerpo de Sofía. Se levantó y salió del lugar sin volver la vista atrás.
Los diarios hablaban de un crimen pasional, de posibles pistas que llevarían a la resolución del caso. Nadie había visto nada fuera de lo normal ese día, ni tampoco se habían escuchado gritos o señales de violencia en la escena de los hechos. Los medios de comunicación aprovecharon un detalle sumamente cruel que hacía aún más triste la muerte de la víctima; Sofía se hallaba en la tercera semana de gravidez el día que fue asesinada.