El crujido - Joel S.
Publicado: Mié, 16 Oct 2013 22:15
El crujido
El crujir desprevenido de la puerta entreabierta
me vuelve a recordar tu ausencia,
el espontáneo y sincero sonreír de tu sonrisa,
que en alboradas enciende y en anocheceres cobija;
el transcurso de los días y las páginas en blanco;
la búsqueda irracional de tu mano a cada uno de mis flancos;
la tempestad inclemente pasada y venidera
que no da cabida a otoños ni primaveras
en esta tierra en barbecho de tí baldía,
convertida en desierto de sábanas frías y alcobas vacías*,
en cantera de greda tan gélida al tacto, como a la vista etérea,
materia prima para erigir desnuda e imaginada tu anatomía cérea,
moldeándote con los mismos combados y frágiles dedos
que para acariciar tus escapulares lunares empleo,
mientras tú duermes y yo duermo, ambos bajo cero,
en la misma latitud 90º de distintos hemisferios,
pensando cómo cambiar meridianos por tangentes
y cuchillas de quebranto por fusionar continentes.
El crujir desprevenido de la puerta entreabierta
que me vuelve a recordar tu ausencia,
se comporta como un metrónomo siniestro y quejumbroso
que marca, con su déspota tic tac espasmódico y nervioso,
la toma diaria de mi dosis de nostalgias predilectas,
de borraduras y tachones sobre absurdas palabras circunspectas,
de barquitos de papel que esbozan sobre el hielo la ruta correcta
para, durante apenas milésimas, apaciguar esta tristeza abyecta.
Maldito crujir desprevenido que me vuelve a recordar tu ausencia.
De hoy no pasa, tengo que quitar esa puerta.
[RIGHT]* De la canción 19 días y 500 noches (Joaquín Sabina)
[/RIGHT]
El crujir desprevenido de la puerta entreabierta
me vuelve a recordar tu ausencia,
el espontáneo y sincero sonreír de tu sonrisa,
que en alboradas enciende y en anocheceres cobija;
el transcurso de los días y las páginas en blanco;
la búsqueda irracional de tu mano a cada uno de mis flancos;
la tempestad inclemente pasada y venidera
que no da cabida a otoños ni primaveras
en esta tierra en barbecho de tí baldía,
convertida en desierto de sábanas frías y alcobas vacías*,
en cantera de greda tan gélida al tacto, como a la vista etérea,
materia prima para erigir desnuda e imaginada tu anatomía cérea,
moldeándote con los mismos combados y frágiles dedos
que para acariciar tus escapulares lunares empleo,
mientras tú duermes y yo duermo, ambos bajo cero,
en la misma latitud 90º de distintos hemisferios,
pensando cómo cambiar meridianos por tangentes
y cuchillas de quebranto por fusionar continentes.
El crujir desprevenido de la puerta entreabierta
que me vuelve a recordar tu ausencia,
se comporta como un metrónomo siniestro y quejumbroso
que marca, con su déspota tic tac espasmódico y nervioso,
la toma diaria de mi dosis de nostalgias predilectas,
de borraduras y tachones sobre absurdas palabras circunspectas,
de barquitos de papel que esbozan sobre el hielo la ruta correcta
para, durante apenas milésimas, apaciguar esta tristeza abyecta.
Maldito crujir desprevenido que me vuelve a recordar tu ausencia.
De hoy no pasa, tengo que quitar esa puerta.
[RIGHT]* De la canción 19 días y 500 noches (Joaquín Sabina)
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