Con arrogancia
Publicado: Mar, 15 Oct 2013 12:16
Arrogante por el callejón del miedo venía la parca
anunciando presagios de ataúd con su lenguaje.
Se acercaba cuando la ciudad amanecía en mis pupilas,
redoblando con fuerza una danza de borrachos
que se bebieron la noche del deseo y aullaba la luz;
mordía como el látigo del odio cuando se ensaña con el mundo.
Todo se derrumbaba contra el ansia insatisfecha del espejo
y se prostituía en los burdeles del silencio la palabra.
Disolutos los dioses de la lujuria erguían sus alfanjes,
en su filo el tacto de la lluvia se hacia húmedo pecado
que violaba la carne impúber de las vírgenes.
Oleadas de náufragos desnudos llegaban por las arterias del agua
hasta la orilla de mi boca, que mostrándose generosa,
ofrecía la voz a ti debida por donde sus raíces crecían al olvido.
Ahora un paisaje umbrío por mi universo se extiende
y llega hasta la geografía íntima de ese abrazo
que arropa la nostalgia de una generación muerta en inútil sacrificio.
Ya nada importa; un eclipse de amnesia oscureció la memoria
y las sombras han cubierto con su mortaja al recuerdo:
por todos nosotros, a la intemperie, yace la vigilia del ayuno
como un hambre de justicia que sacude nuestra rabia.
En mi garganta se acumulan cicatrices y latidos que se amplían
cuando hallo entre mis lágrimas reliquias de algún sueño
que continúa alimentando el despertar de la quimera.
Y la vida pasa sobre el tiempo con su rastrojo de cadáveres,
con su huida permanente hacia el vacío y su gangrena hecha futuro.
Siento que de mí sólo crece esta desnudez de amor envejecido
y un dolor de hombre deshabitado que como verbo lacerante
ocupa mis adentros y sólo me deja el vértigo de la nada.
anunciando presagios de ataúd con su lenguaje.
Se acercaba cuando la ciudad amanecía en mis pupilas,
redoblando con fuerza una danza de borrachos
que se bebieron la noche del deseo y aullaba la luz;
mordía como el látigo del odio cuando se ensaña con el mundo.
Todo se derrumbaba contra el ansia insatisfecha del espejo
y se prostituía en los burdeles del silencio la palabra.
Disolutos los dioses de la lujuria erguían sus alfanjes,
en su filo el tacto de la lluvia se hacia húmedo pecado
que violaba la carne impúber de las vírgenes.
Oleadas de náufragos desnudos llegaban por las arterias del agua
hasta la orilla de mi boca, que mostrándose generosa,
ofrecía la voz a ti debida por donde sus raíces crecían al olvido.
Ahora un paisaje umbrío por mi universo se extiende
y llega hasta la geografía íntima de ese abrazo
que arropa la nostalgia de una generación muerta en inútil sacrificio.
Ya nada importa; un eclipse de amnesia oscureció la memoria
y las sombras han cubierto con su mortaja al recuerdo:
por todos nosotros, a la intemperie, yace la vigilia del ayuno
como un hambre de justicia que sacude nuestra rabia.
En mi garganta se acumulan cicatrices y latidos que se amplían
cuando hallo entre mis lágrimas reliquias de algún sueño
que continúa alimentando el despertar de la quimera.
Y la vida pasa sobre el tiempo con su rastrojo de cadáveres,
con su huida permanente hacia el vacío y su gangrena hecha futuro.
Siento que de mí sólo crece esta desnudez de amor envejecido
y un dolor de hombre deshabitado que como verbo lacerante
ocupa mis adentros y sólo me deja el vértigo de la nada.