Jimmy
Publicado: Lun, 14 Oct 2013 11:55
Cada barrio tiene una latitud incierta, el mío, en el que nací, es un barrio obrero, se llama Pueblo Seco y no sé muy bien porqué, pues aunque duerme debajo de una montaña (Montjuïc) está al lado del mar y es bastante húmedo. Mi barrio lo pueblan gentes humildes de aquellas que trabajaron las horas de sol a sol. Casi todas las casas de mi barrio vieron la guerra, escucharon sus bombardeos. Casi todos los vecinos del barrio se conocían y se saludaban.
Cada barrio tiene su propia escenografía y su música, una cordialidad diferente vestida con sus protagonistas, con sus gentes. Y cada barrio tiene su loco diferente, el mío es un barrio humilde y cuando era niña sólo tenía uno, que se llamaba Jimmy, aunque al nacer su madre le pusiera Enrique.
Recuerdo cuando era apenas una niña, esa figura que a todas horas te encontrabas en la calle, yo tendría apenas unos diez años y él andaba por los treinta. Siempre iba bien vestido, recién planchado, era un hombre bastante delgado, el pelo negro, rizado, casi nunca iba afeitado, pero, no tenía una barba cerrada, apenas cuatro pelos dibujados en su cara y mandíbula. Pareció aparecer de la nada, pero, no, era del barrio, vivía con su madre y un hermano, a tres calles de la mía. En mi recorrido hasta el colegio aparecía cada día. Cada loco tiene una locura diferente, Jimmy pedía dinero siempre, lo primero que decía era; dame un duro (entonces no existían los euros), que soy guardia civil y si no te llevo presa.
Una intentaba esquivarlo, cambiándose de acera, acelerando el paso, vamos, como una pudiera, pero él se las sabía todas y te acompañaba unos cincuenta metros mientras te contaba cualquier historia. Después indefectiblemente Jimmy se enamoraba y te decía lo guapa que tú eras, los ojos tan bonitos que tenías, el pelo tan largo, lo primero que se le ocurriera, después siempre la misma pregunta; ¿Cuándo nos casamos?, a lo que siempre añadía él mismo la respuesta; el veintinueve ¿no?, ¿cuál es tu nombre?, ¿Mercedes? Así seguía hasta que cansado de seguirte encontraba a su paso otra persona, casi siempre una mujer y volvía a repetir aquella historia o bien se paraba tratando de anudarse los cordones de sus zapatos, labor que repetía unas mil veces cada día.
Evidentemente era del todo inofensivo. Al pasar de los años, se vio en él que su madre había fallecido, la ropa ya no estaba planchada, ni siquiera había pasado por la lavadora, los churretes se extendían como si fueran los estampados de la ropa, a veces llevaba encima dos o tres pantalones, las camisas dos o tres asomaban por las mangas unas tras otras. Seguía pidiendo dinero y es curioso, pero, ahora que lo gastaba en vino la gente se lo daba. El pelo le había crecido, y era rizado, con unos rizos lacios y delgados, su barba, ahora más larga contenía no más de cien pelos mal contados.
Creo que lo vi cada día durante mi estancia en el instituto, cada día al entrar o salir de la escuela, era un personaje extraño, que de no conocerlo asustaba. Las madres que venían a aquel instituto que estaba pegado a un colegio, asustaban a los niños desobedientes, con que si no se portaban bien los dejarían con él. Así se fue ganando poco a poco una fama de hombre del saco, que inmerecidamente ostentaba.
La profesora de literatura nos mandó un trabajo, una redacción de dos folios acerca del barrio, cualquier edificio, cualquier personaje importante, era de libre elección siempre que fuese del barrio. Ni que decir tiene que con mucho ganó Joan Manuel Serrat –el noi del Poble Sec, el chico del Pueblo Seco-, que nació como Jimmy a cuatro calles de mi casa. Yo no sabía qué escribir, no quería hacerlo de nadie que otros hubiesen escrito, iba andando camino a casa, cuando oigo a mis espaldas ¿Te quieres casar conmigo?. Y de pronto pensé que Jimmy podría ser el personaje, tenía que averiguar algo de su historia. A regañadientes, la profesora me dio el permiso para escribir sobre él, aducía que no era un personaje de interés.
Fui varias veces a la puerta de su casa, esperando confirmar que él vivía en aquel portal, y lo vi entrar allí. Después esperé varios días hasta hallar a una mujer mayor, con esas caras que a una le inspiran ternura. Y, sí, la abordé en la portería cuando entraba y le expliqué el motivo de mi presencia. La mujer toda amabilidad me dijo, que vivían puerta con puerta y que si quería podía subir y allí me contaba su historia, que ahora mismo yo os relato.
Enrique nació normal, no era buen estudiante, pero, me dijo que era un chico muy bueno y atento con su madre, de su padre nunca supieron quien fue, nunca lo vieron. Su madre le crio a él y a su hermano limpiando y fregando escaleras, les dio todo lo que pudo, la mujer. El hermano de Enrique se hizo guardia civil, se casó y se marchó de casa. Enrique no siguió los estudios y trabajaba en el puerto, era un estibador, cargaba y descargaba los grandes contenedores que se descargaban en el muelle, a veces llevaba la grúa, otras trabajaba aparejándolos en tierra, se ganaba bien la vida, aunque el trabajo era muy duro. Enrique tenía una novia que se llamaba Mercedes, también nació en el barrio (yo no sabía quién era). La mujer me dijo que estaban a punto de casarse, incluso había recibido una invitación de boda-que me enseñó- y les había hecho el regalo. Faltaba poco menos de un mes para la boda, -se casaba un 29 de julio- cuando Enrique estaba junto a un compañero, descargando en tierra aquellos grandes contenedores que manejaban las grúas. Se soltó uno de los cables y el contenedor se vino abajo, su amigo –no sabía el nombre, ni quien era- su amigo, tuvo el tiempo justo de empujarle a toda prisa, pero no salió de aquella, la estructura metálica en su caída le seccionó cabeza y brazos, el resto quedó atrapado por el bloque de hierro.
Enrique salió despedido en la embestida de su amigo y sólo sufrió arañazos. Cuando se dio cuenta por el estruendo de lo que había pasado, tenía junto a sus pies la cabeza de su compañero, se desmayó allí mismo. Cuando despertó en el hospital, no reconocía a nadie, cuando le preguntaron su nombre dijo me llamo Jimmy. Mercedes, se fue a vivir a otro barrio, su madre lo cuidaba cuanto podía, él tenía una buena pensión, pero le gustaba salir a pasear y hablar con la gente. Mientras vivía con su madre jamás bebía, solo Coca-Cola me dijo la mujer, fue después cuando ella falleció que otros le pagaban la bebida por reírse de él. Su madre le había dejado el piso y el dinero, ató cabos con el banco, él no quería ninguna residencia, le depositaban en su casa la pensión y cobraban del dinero de su madre todos los gastos. Aquella era su historia. Le di las gracias y me fui.
Yo hice la redacción y tuve que leerla en voz alta, expliqué aquella historia, curiosamente muy poca gente la conocía, pero, que después de aquello se fue extendiendo, al menos en mi instituto. Me pareció ver que la gente lo miraba de otro modo o quizás simplemente era yo quien lo mirara diferente, quizás sólo fueron mis ojos.
Yo también, con el tiempo me marché del barrio, y perdí su historia. Hasta que un día, fui a comer a casa de mis padres, mi madre me comentó que había muerto, encontraron su cuerpo en una escalera, tirado en el portal, junto a una botella de vino, le habían dado un golpe en la cabeza y le habían robado, eso es lo que dijo la policía. Nunca encontraron quien lo hizo.
Cada barrio tiene su idiosincrasia, su latido, sus costumbres, sus historias y sus locos. Él de mi barrio se llamaba Jimmy y ésta fue su historia.
Cada barrio tiene su propia escenografía y su música, una cordialidad diferente vestida con sus protagonistas, con sus gentes. Y cada barrio tiene su loco diferente, el mío es un barrio humilde y cuando era niña sólo tenía uno, que se llamaba Jimmy, aunque al nacer su madre le pusiera Enrique.
Recuerdo cuando era apenas una niña, esa figura que a todas horas te encontrabas en la calle, yo tendría apenas unos diez años y él andaba por los treinta. Siempre iba bien vestido, recién planchado, era un hombre bastante delgado, el pelo negro, rizado, casi nunca iba afeitado, pero, no tenía una barba cerrada, apenas cuatro pelos dibujados en su cara y mandíbula. Pareció aparecer de la nada, pero, no, era del barrio, vivía con su madre y un hermano, a tres calles de la mía. En mi recorrido hasta el colegio aparecía cada día. Cada loco tiene una locura diferente, Jimmy pedía dinero siempre, lo primero que decía era; dame un duro (entonces no existían los euros), que soy guardia civil y si no te llevo presa.
Una intentaba esquivarlo, cambiándose de acera, acelerando el paso, vamos, como una pudiera, pero él se las sabía todas y te acompañaba unos cincuenta metros mientras te contaba cualquier historia. Después indefectiblemente Jimmy se enamoraba y te decía lo guapa que tú eras, los ojos tan bonitos que tenías, el pelo tan largo, lo primero que se le ocurriera, después siempre la misma pregunta; ¿Cuándo nos casamos?, a lo que siempre añadía él mismo la respuesta; el veintinueve ¿no?, ¿cuál es tu nombre?, ¿Mercedes? Así seguía hasta que cansado de seguirte encontraba a su paso otra persona, casi siempre una mujer y volvía a repetir aquella historia o bien se paraba tratando de anudarse los cordones de sus zapatos, labor que repetía unas mil veces cada día.
Evidentemente era del todo inofensivo. Al pasar de los años, se vio en él que su madre había fallecido, la ropa ya no estaba planchada, ni siquiera había pasado por la lavadora, los churretes se extendían como si fueran los estampados de la ropa, a veces llevaba encima dos o tres pantalones, las camisas dos o tres asomaban por las mangas unas tras otras. Seguía pidiendo dinero y es curioso, pero, ahora que lo gastaba en vino la gente se lo daba. El pelo le había crecido, y era rizado, con unos rizos lacios y delgados, su barba, ahora más larga contenía no más de cien pelos mal contados.
Creo que lo vi cada día durante mi estancia en el instituto, cada día al entrar o salir de la escuela, era un personaje extraño, que de no conocerlo asustaba. Las madres que venían a aquel instituto que estaba pegado a un colegio, asustaban a los niños desobedientes, con que si no se portaban bien los dejarían con él. Así se fue ganando poco a poco una fama de hombre del saco, que inmerecidamente ostentaba.
La profesora de literatura nos mandó un trabajo, una redacción de dos folios acerca del barrio, cualquier edificio, cualquier personaje importante, era de libre elección siempre que fuese del barrio. Ni que decir tiene que con mucho ganó Joan Manuel Serrat –el noi del Poble Sec, el chico del Pueblo Seco-, que nació como Jimmy a cuatro calles de mi casa. Yo no sabía qué escribir, no quería hacerlo de nadie que otros hubiesen escrito, iba andando camino a casa, cuando oigo a mis espaldas ¿Te quieres casar conmigo?. Y de pronto pensé que Jimmy podría ser el personaje, tenía que averiguar algo de su historia. A regañadientes, la profesora me dio el permiso para escribir sobre él, aducía que no era un personaje de interés.
Fui varias veces a la puerta de su casa, esperando confirmar que él vivía en aquel portal, y lo vi entrar allí. Después esperé varios días hasta hallar a una mujer mayor, con esas caras que a una le inspiran ternura. Y, sí, la abordé en la portería cuando entraba y le expliqué el motivo de mi presencia. La mujer toda amabilidad me dijo, que vivían puerta con puerta y que si quería podía subir y allí me contaba su historia, que ahora mismo yo os relato.
Enrique nació normal, no era buen estudiante, pero, me dijo que era un chico muy bueno y atento con su madre, de su padre nunca supieron quien fue, nunca lo vieron. Su madre le crio a él y a su hermano limpiando y fregando escaleras, les dio todo lo que pudo, la mujer. El hermano de Enrique se hizo guardia civil, se casó y se marchó de casa. Enrique no siguió los estudios y trabajaba en el puerto, era un estibador, cargaba y descargaba los grandes contenedores que se descargaban en el muelle, a veces llevaba la grúa, otras trabajaba aparejándolos en tierra, se ganaba bien la vida, aunque el trabajo era muy duro. Enrique tenía una novia que se llamaba Mercedes, también nació en el barrio (yo no sabía quién era). La mujer me dijo que estaban a punto de casarse, incluso había recibido una invitación de boda-que me enseñó- y les había hecho el regalo. Faltaba poco menos de un mes para la boda, -se casaba un 29 de julio- cuando Enrique estaba junto a un compañero, descargando en tierra aquellos grandes contenedores que manejaban las grúas. Se soltó uno de los cables y el contenedor se vino abajo, su amigo –no sabía el nombre, ni quien era- su amigo, tuvo el tiempo justo de empujarle a toda prisa, pero no salió de aquella, la estructura metálica en su caída le seccionó cabeza y brazos, el resto quedó atrapado por el bloque de hierro.
Enrique salió despedido en la embestida de su amigo y sólo sufrió arañazos. Cuando se dio cuenta por el estruendo de lo que había pasado, tenía junto a sus pies la cabeza de su compañero, se desmayó allí mismo. Cuando despertó en el hospital, no reconocía a nadie, cuando le preguntaron su nombre dijo me llamo Jimmy. Mercedes, se fue a vivir a otro barrio, su madre lo cuidaba cuanto podía, él tenía una buena pensión, pero le gustaba salir a pasear y hablar con la gente. Mientras vivía con su madre jamás bebía, solo Coca-Cola me dijo la mujer, fue después cuando ella falleció que otros le pagaban la bebida por reírse de él. Su madre le había dejado el piso y el dinero, ató cabos con el banco, él no quería ninguna residencia, le depositaban en su casa la pensión y cobraban del dinero de su madre todos los gastos. Aquella era su historia. Le di las gracias y me fui.
Yo hice la redacción y tuve que leerla en voz alta, expliqué aquella historia, curiosamente muy poca gente la conocía, pero, que después de aquello se fue extendiendo, al menos en mi instituto. Me pareció ver que la gente lo miraba de otro modo o quizás simplemente era yo quien lo mirara diferente, quizás sólo fueron mis ojos.
Yo también, con el tiempo me marché del barrio, y perdí su historia. Hasta que un día, fui a comer a casa de mis padres, mi madre me comentó que había muerto, encontraron su cuerpo en una escalera, tirado en el portal, junto a una botella de vino, le habían dado un golpe en la cabeza y le habían robado, eso es lo que dijo la policía. Nunca encontraron quien lo hizo.
Cada barrio tiene su idiosincrasia, su latido, sus costumbres, sus historias y sus locos. Él de mi barrio se llamaba Jimmy y ésta fue su historia.