Editorial Alaire

Manuel Sánchez escribió:
Cómo han crecido de súbito los muertos,
y tu nombre
y el mío, en los créditos de esta larga película.
Cómo ha llenado el agua nuestro mar,
con los pinos de nieve purísima a lo lejos.

Alguien dice en voz baja
los años que me faltan para ser el que quiero,
y son números primos que rompen las palabras
y no son divisibles más que por ellos mismos.

Busco en el bar de al lado un billete de barco que me lleve al Pacífico,
y que no me pregunte lo que dice la prensa.
Me acuerdo que eran días de saxófonos,
parece que fue ayer y algo es distinto,
aquella luz voraz color de lastima
que cubría las medias, sucumbiendo
ante el pedir permiso de unas piernas cruzadas.
Una historia,
que es historia de jazz y músicos de incognito
en un salón contiguo a las visitas
de los profesionales,
a los aficionados a vivir de los cuerpos
que vienen de la playa; de algunas playas negras.

Pero háblame de ti,
de los modos que enseñan a ser adolescente,
del calor de tus labios a solas
en medio de un sofisma,
del mal gastado amor en manos del vencido.

Es sin duda una buena ocasión
para pensar, los dos, que nos debemos algo,
quizás una visita de cerca a Copenague,
o una simple mirada de pastor
a las brañas de antes,
donde hablaba el destino al viento de montaña.

Y sobre todo
la calidad gastada de las brisas
en ponerse a pensar sin fundamento
sobre cualquier lugar con nombre y sin espacio,
y también evocar que lo nuestro existió,
como existen de noche las manos de los niños.

Porque ¿ quién es tan fuerte
de amar todas las pérdidas?