Página 1 de 1

Tía Concha

Publicado: Mar, 08 Oct 2013 14:26
por Carmen López
Voy al entierro de mi tía Concha. Como arrastrando los pies. Todo es para mí doloroso, plomizo, lluvioso, me cuesta visitar esos recintos donde las almas descansan. Aunque no crea ni por un segundo que las almas de los muertos estén allí, la de tía Concha no se quedará allí, estoy segura. Pero, esa larga fila alargada de cipreses me conturba, esas lápidas abandonadas a su suerte me entristecen y las flores que penden de los nichos terminan con la poca templanza que me queda.

Me encuentro con rostros que conozco, mi familia, algunos amigos. Se saludan y luego cada uno reza a su modo. Oigo a mi tía Tere llorar entre lágrimas y decir lo buena que siempre fue Concha con todos nosotros, lo mucho que cuido de tío Pepe (que en el cielo esté) hasta su muerte. Lo fiel que le fue a su recuerdo. Y la dignidad y entereza con que entendió su muerte. Por fin –dijo-ahora se verán nuevamente en el cielo.

Al fondo, casi desapercibido veo su figura, un hombre alto de cuerpo desgarbado y enjuto, con unos ojos azules extremadamente claros, envejecido como el vino, se ve a simple vista que fue un hombre extremadamente guapo, él espera su turno ante la lápida.
Mis familiares se van marchando, hay que bajar bastante hasta los coches, le digo a mi hermano que quiero quedarme un rato, que me esperen en el auto. Hay un banco más a la izquierda, así que me apoyo allí. Los últimos familiares se están despidiendo de tía Concha y emprenden la bajada.

Sólo queda él. Se llega hasta allí y se quita el sombrero, sus ojos se llenan de agua y mira hacia los costados, yo estoy un poco más abajo y no puede verme. Se mesa el cabello y se frota los ojos, es obvio que las lágrimas lo encuentran en su paso. De pronto, se despide y al salir repara en mi presencia. Se para, está tratando de saber si yo le recuerdo, así que me levanto y voy a su encuentro. Da un paso atrás y vuelvo a detenerme. Desde allí le digo: Me quedé para darle el pésame. Sus ojos se inundan de lágrimas de inmediato. Y me dice: entonces, ¿me recuerdas? Le digo que sí y sonríe. Siempre supe que tú lo sabías, que nos habías visto, sin embargo, nunca dijiste nada. Le digo, que eso eran cosas suyas de él y de Concha, en las que nadie se debía meter. Asiente con una sonrisa de gratitud. Yo la quería, ¿sabe?, la cuidé tanto como pude. Me da las gracias aun llorando y se va.

Debía tener unos 12 años ese verano que pasé con tía Concha y tío Pepe. También fueron mis hermanos. Mis padres tenían varios asuntos y acordaron con mis tíos mandarnos al campo a pasar el verano. A mí aquello me encantaba, el río, los caballos, los perros, todo el campo para correr. Tío Pepe estaba bastante enfermo. Era militar y en unos ejercicios una granada en mal estado le explotó justo al lado, aquello lo dejó inválido, le faltaba una pierna, estaba en silla de ruedas. Se fueron a vivir al campo. Nunca tuvieron hijos.

Ese verano mis hermanos aprendieron a pescar, Pedro el guarda de la finca les enseñaba en el río. Yo me enamoré como una idiota de aquel hombre alto y fornido de ojos azules, que obviamente me miraba como a una cría, así que siempre que salían les acompañaba.
Un día debíamos ir al río a pescar, hasta la hora de comer, Pedro no podía acompañarnos porque tía Concha le mandó ir a cortar leña al cerro, salió con el tractor. Yo estaba enfadada con el encargo y me enfadé con mi hermano Carlos con cualquier motivo y no quise ir, así que me escondí y hartos de buscarme, mis hermanos partieron hacia el río.

Yo me adentré en los campos, las amapolas parecían tejer un manto rojo sobre ellos, y el sol en los trigales parecía acrecentar su color dorado. Bajé hasta el camino viejo, que salía por detrás de la casa hasta la casa del guarda y allí me pareció oír unos chillidos, caminé en dirección a la casa y reconocí de inmediato la voz de mi tía, al principio me asusté porque me parecía que estaba invocando al mismísimo Dios. Y sí, lo hacía, miré por la ventana y la vi en la cama de Pedro, el guarda de la finca. Él estaba encima suyo, desnudo como Dios lo trajo a este mundo y tía Concha (una mujer guapísima) estaba debajo gritándole al altísimo. La imagen, aún la recuerdo hoy y me conturba. Salí de allí corriendo y tropecé con la leñera, cayeron varios troncos, hice ruido y Pedro se asomó hasta la ventana, nos miramos, nos vimos los dos. Después se giró y le dijo a mi tía que los perros se habían acercado a la leñera y habían tirado unos troncos, yo corría tanto como podía.

Me llegué hasta el río y encontré a mis hermanos, no quería volver sola a la casa, no quería ver a mi tío, no quería ver a tía Concha, no quería ver a Pedro. Nunca dije nada de aquello que había visto, con el tiempo lo olvidé. Nunca volví allí de vacaciones.

No recordé el incidente hasta que cinco años más tarde leyera a D.H. Lawrence en El amante de Lady Chatterley, y la descripción de las escenas sexuales de manera tan explícita me evocó aquel recuerdo. Para mí Constance( Lady Chatterley), siempre tuvo la cara de tía Concha , evidentemente Mellors no podía ser otro que Pedro.

Fue mucho más tarde, unos diez años, cuando murió el tío Pepe, que volví a recordar el incidente. Mi familia estaba preocupada por mi tía. Quedarse allí en el campo sola, era mala cosa. Querían que se viniera a la ciudad. Tratarían de decirle algo en el entierro, fue entonces cuando me explicaron, que junto con la pierna, mi tío había perdido otras partes de su cuerpo. Mi tía siempre estuvo a su lado, le cuido, hasta el último suspiro, todo el mundo decía que tía Concha se desvivía por su marido, pobrecita, decían todos. Tantos años a su lado y ahora sola.
En el entierro, vino con Pedro el guarda de la finca. La vi llorar por su marido, era evidente que le quería, sus ojos estaban completamente hinchados de haber llorado mucho. El hombre tenía el rostro también henchido de tristeza. Yo, me oculté tanto como pude de la mirada de ambos, después al irnos le di el pésame a la tía y un abrazo. Me alegró el pensar que quizás no estuviese tan sola como todos se creían.

Mis tías, mis padres, todo el mundo quería que la tía se regresara a la ciudad, ella nunca quiso hacerlo, pero prometió que si necesitaba algo lo pediría. Así quedó la cosa hasta el día de su muerte.
--------
Mi familia se llevó una sorpresa cuando dos semanas más tarde, en su testamento, repartió su dinero entre la familia, pero la casa y una importante cantidad de dinero la dejó para el que había sido” su persona de confianza y quien me ha cuidado desde la muerte de mi Pepe”-así decía el testamento-. Él no estaba allí, lo habían llamado repetidas veces para la lectura del testamento, pero no cogía el teléfono. Lo encontraron dos días antes de la lectura del testamento cuando enviaron a alguien a buscarlo a la casa, estaba muerto, un infarto, tendido en aquella cama en que yo lo había visto, muchos años atrás. Siempre vivió en la finca, en la casa del guarda, no tenía familia, ni parientes, lo sabían porque entre sus cosas, encontraron un testamento, firmado muchos años antes, todo lo que tenía, una cuenta en el banco con toda una vida de ahorros, se lo había dejado a ella. En el testamento decía para Doña Concha L…,la única familia que he tenido.

Publicado: Mar, 08 Oct 2013 14:41
por Hallie Hernández Alfaro
Carmen, no es justo leer esta belleza en un simple día de octubre. Ay, ¿adivinas que mojé la mesita donde apoyo el ordenador? Hermosísimo, extraordinariamente bien contado y cuidado hasta los últimos detalles/suspiros.

Si decidiera yo algo en el panorama editorial, lo publico de inmediato junto a En tránsito, que lo sepas.

Es un honor que lo tengamos en prosa de Alaire.

Un abrazote y gracias por esta maravilla.

Publicado: Mar, 08 Oct 2013 19:42
por Carmen López
Eres inmensamente generosa, Hallie, con este relato mío extraído del pozo de los recuerdos. Te agradezco tu lectura y me alegra si te gustó, a mí me gustó escribirlo. Y jajajjaja, luego dicen que somos lloronas, jajajjaja.

Un abrazo grande y felicidad para ti.

Carmen

Publicado: Dom, 13 Oct 2013 3:43
por Macedonio Tracel
es una sonsera decir esto que voy a decir, agarralo entre pinzas si querés sobre todo porque carezco de real autoridad para decirlo pero lo estoy pensando desde ya hace unos días...creo que sos la más escritora de todos nosotros y eso me pone contento. lo pienso cuando opino sobre algo y cuando no opino porque la producción que vas teniendo me excede en mi momento.
Lo digo por la producción, por el nivel, por las mejoras que se ven continuamente pero sobre todo porque se nota que sos feliz y libre haciendo esto, se nota el modo, la naturalidad y la fluidez con que lo literario ocurre. me pone muy contento darme cuenta de eso. tu hacer ha tomado fuerza vital y ha despegado.
punto aparte. es muy femenino ser llorona a conciencia, como enarbolando un designio de lo que debe ser entendido así para expresarse y luego sorprenderse de que alguien marque lo que es, no solo evidente sino cierto.
deben vivir con la nariz colorada.

Publicado: Lun, 14 Oct 2013 12:11
por Carmen López
Macedonio Tracel escribió:es una sonsera decir esto que voy a decir, agarralo entre pinzas si querés sobre todo porque carezco de real autoridad para decirlo pero lo estoy pensando desde ya hace unos días...creo que sos la más escritora de todos nosotros y eso me pone contento. lo pienso cuando opino sobre algo y cuando no opino porque la producción que vas teniendo me excede en mi momento.
Lo digo por la producción, por el nivel, por las mejoras que se ven continuamente pero sobre todo porque se nota que sos feliz y libre haciendo esto, se nota el modo, la naturalidad y la fluidez con que lo literario ocurre. me pone muy contento darme cuenta de eso. tu hacer ha tomado fuerza vital y ha despegado.
punto aparte. es muy femenino ser llorona a conciencia, como enarbolando un designio de lo que debe ser entendido así para expresarse y luego sorprenderse de que alguien marque lo que es, no solo evidente sino cierto.
deben vivir con la nariz colorada.

Gracias Macedonio, por el comentario, te diré que sí, me siento bien escribiendo, quizás estuve mucho, mucho tiempo sin escribir nada, no me salían ni las palabras, Mucho tiempo de silencio. Es curioso pero es algo así como volver a andar. También me rompí un tobillo hace tres años, estuve seis meses sin poder apoyar el pie en el suelo, cuando por fin pude hacerlo tuve que volver a aprender a caminar, no sabía dar los pasos, con la escritura me ocurrió lo mismo, era como masticar piedras, una sabe qué quiere decir pero no encuentra el modo, sigo en ello.

Jajajja, soy llorona, sí, lo reconozco, no sabía que eso fuese tan evidente, quizás lo es más así en la escritura, en la vida real seguro que no lo dirías, parezco algo más fuerte, jajajja.
Mi nariz no me delata en la calle,afortunadamente, pero, en casa gasto montones de pañuelos de papel, jajajjaj , sobre todo cuando leo o miro películas.

Mi abrazo, para vos.

Carmen

Re: Tía Concha

Publicado: Lun, 14 Oct 2013 17:19
por Alfonso Alfaro
A veces cuesta. ¡Son tantos los que frecuentan las letras envueltos en niebla que cuando se produce el milagro de encontrarse con un poeta de vida y sangre, de pulso y alma, parece como si el corazón diese un vuelco!.
Y tú, poetisa del mundo vivo, de la vida en llamas, apareces con este relato como la cronista en carne viva. Confundiendo los ecos del pasado con las voces del presente, la gracia natural de los recuerdos con las alegorías y las apariencias de la realidad.

Admiración hacia tus letras, Carmen. Felicitaciones y fuerte abrazo.

Publicado: Lun, 14 Oct 2013 18:24
por Carmen López
Es un comentario demasiado generoso para con el relato y para conmigo. Yo, te agradezco su lectura y tu presencia y si te ha gustado a mi me alegra, amigo Alfonso.

Un abrazo grande.

Carmen