Cuando muera el nivelador
Publicado: Jue, 03 Oct 2013 22:37
Mony Lender,
la blanda escusa para seguir excuchando,
el leve fulgor de un paralelismo agotado,
un error fugitivo descorriendo el cortinaje hecho de hálitos
como una llama ausculta, como un eco prefiere desordenarse a subsumirse lejos.
Mony Lender como un oído pálido en el corazón de una bestia que está de espaldas
espantando moscas con esa no simetría sino prolongación de la tragedia estática.
Dos palabras que se dieron la mano cuando nada crecía,
"y he aquí los restos de nuestra regeneración", dice Mony Lender,
y los usan y se intercambian los disfraces,
Mony Linder, Molly, más correcto así,
Ender, más lúdico, más probable.
Creo que el mar escuchó éstas palabras cuando se las tragó,
la masa impenetrable del viento se las tradujo:
color semoviente y senda para la fuga.
Pero yo estaba en esta habitación eludiendo toda entidad,
friendo lágrimas con una lengua extranjera inserta en una canción inútilmente repetida,
tratando de alcanzar una nueva llegada en cada extremo y perfil de los sentidos,
estaba mostrando el escorzo de una oscuridad que dos viejos amantes quieren pulir
con la garganta marfileña en la que esbozan gemidos triangulares
hasta que uno alcanza una clave más próxima a su destrucción
y otro lo lanza.
Mony Lender está sola, es un ámbito.
Mony Lender está solo, es su propio excedente.
Cantan a coro muy bien,
se prometen ciudades de cuarzo desde las manos castamente apretadas
sobre el oro fluyente de entre sus muslos,
se prometen ríos dorados atravesando la piedra transparente,
se prometen llegar y ver el dibujo de sus promesas,
tratar de adivinar en qué edificio se abrirá una ventana y se asomará La Lengua,
y en ella se tenderán como si fuera la escalera de Jacob,
la rosa de Babel,
la música de nadie.
la blanda escusa para seguir excuchando,
el leve fulgor de un paralelismo agotado,
un error fugitivo descorriendo el cortinaje hecho de hálitos
como una llama ausculta, como un eco prefiere desordenarse a subsumirse lejos.
Mony Lender como un oído pálido en el corazón de una bestia que está de espaldas
espantando moscas con esa no simetría sino prolongación de la tragedia estática.
Dos palabras que se dieron la mano cuando nada crecía,
"y he aquí los restos de nuestra regeneración", dice Mony Lender,
y los usan y se intercambian los disfraces,
Mony Linder, Molly, más correcto así,
Ender, más lúdico, más probable.
Creo que el mar escuchó éstas palabras cuando se las tragó,
la masa impenetrable del viento se las tradujo:
color semoviente y senda para la fuga.
Pero yo estaba en esta habitación eludiendo toda entidad,
friendo lágrimas con una lengua extranjera inserta en una canción inútilmente repetida,
tratando de alcanzar una nueva llegada en cada extremo y perfil de los sentidos,
estaba mostrando el escorzo de una oscuridad que dos viejos amantes quieren pulir
con la garganta marfileña en la que esbozan gemidos triangulares
hasta que uno alcanza una clave más próxima a su destrucción
y otro lo lanza.
Mony Lender está sola, es un ámbito.
Mony Lender está solo, es su propio excedente.
Cantan a coro muy bien,
se prometen ciudades de cuarzo desde las manos castamente apretadas
sobre el oro fluyente de entre sus muslos,
se prometen ríos dorados atravesando la piedra transparente,
se prometen llegar y ver el dibujo de sus promesas,
tratar de adivinar en qué edificio se abrirá una ventana y se asomará La Lengua,
y en ella se tenderán como si fuera la escalera de Jacob,
la rosa de Babel,
la música de nadie.