La última frontera
Publicado: Lun, 23 Sep 2013 19:32
“Basado en una libre apreciación sobre las últimas oleadas de emigrantes asaltando la frontera de Ceuta y Melilla”
La última frontera
Tras de la valla gris está la suerte,
la libertad de ser,
la nueva vida,
la goma de borrar esta miseria,
la venda que tapona tanta herida.
Tras de la valla gris hay esperanza,
prosperidad sin fin,
gente saciada,
un futuro a lograr,
un cielo abierto,
una promesa exenta de alambradas.
Peldaños de dolor, lazadas de hambre
transforman la penuria en escalera
para iniciar sin alas ni permiso
el salto a la frontera,
al sueño, a la quimera
de hallar al otro lado el paraíso.
Caótica avalancha, ruidos mudos,
heridas en las manos
y en el alma,
la noche los encubre y los ampara.
Trepan cual soledades. Espíritus desnudos
agrupados en un reto común:
el de sembrar el caos intentando
de la pobreza huir. Tratando
de hacer del desespero una vereda
de fácil porvenir.
Sin darse cuenta (o asumiéndolo ya
dentro del riesgo),
que no hay un paraíso sin infierno
y el suyo espera aquí,
en cualquier calle
de esta España convulsa y desabrida;
o bien si los retornan
al mísero lugar donde vivían.
Espinos sin verdor, la negra sombra
del drama se aproxima.
A la alambrada el miedo baja asido,
y un impacto,
de piedra, de metal, de desengaño,
encuentra sin buscarlo su objetivo.
En pánico la fuga se convierte.
Grita la Realidad desorientada
viendo caer el cuerpo malherido.
Tras de la valla gris está la muerte.
Mario
La última frontera
Tras de la valla gris está la suerte,
la libertad de ser,
la nueva vida,
la goma de borrar esta miseria,
la venda que tapona tanta herida.
Tras de la valla gris hay esperanza,
prosperidad sin fin,
gente saciada,
un futuro a lograr,
un cielo abierto,
una promesa exenta de alambradas.
Peldaños de dolor, lazadas de hambre
transforman la penuria en escalera
para iniciar sin alas ni permiso
el salto a la frontera,
al sueño, a la quimera
de hallar al otro lado el paraíso.
Caótica avalancha, ruidos mudos,
heridas en las manos
y en el alma,
la noche los encubre y los ampara.
Trepan cual soledades. Espíritus desnudos
agrupados en un reto común:
el de sembrar el caos intentando
de la pobreza huir. Tratando
de hacer del desespero una vereda
de fácil porvenir.
Sin darse cuenta (o asumiéndolo ya
dentro del riesgo),
que no hay un paraíso sin infierno
y el suyo espera aquí,
en cualquier calle
de esta España convulsa y desabrida;
o bien si los retornan
al mísero lugar donde vivían.
Espinos sin verdor, la negra sombra
del drama se aproxima.
A la alambrada el miedo baja asido,
y un impacto,
de piedra, de metal, de desengaño,
encuentra sin buscarlo su objetivo.
En pánico la fuga se convierte.
Grita la Realidad desorientada
viendo caer el cuerpo malherido.
Tras de la valla gris está la muerte.
Mario