Amante-Amado
Publicado: Mié, 18 Sep 2013 10:30
Barcelona, 18 de Septiembre de ____
He estado pensando acerca de nuestra última conversación, hablamos del amor, de lo qué era para cada uno, de cómo lo sentía la gente, tan distinto.
Yo creo que en la actualidad el amor está sobrevalorado. En realidad nadie comprende el amor. No tenemos la más mínima idea de lo que es o puede ser el amor, nos falta imaginación.
Asumimos siempre el amor en relación al otro. Y en esta pobre y obtusa comprensión del amor perdemos siempre la partida, porque el amor no es poder. Nada más alejado al amor que el poder.
El otro es el objeto de nuestra necesidad o de nuestro deseo, somos siempre amantes o amados, víctimas o verdugos, nos repartimos desde el inicio uno de estos papeles, sin ninguna otra posibilidad, irremisiblemente cualquiera de ellas nos hará sufrir.
Cuando asumimos el papel de víctimas decimos que amamos. En realidad lo que queremos decir es que amamos más y mejor. En nuestra enajenación y exaltación del amor deseamos ser correspondidos con idéntica mesura, con una verosimilitud sin fisuras, ser los dueños absolutos del corazón del amado.
Nos entregamos a nuestro verdugo totalmente, con una generosidad nacida de nuestra mísera necesidad de que nos amen. Cantamos al amor pero practicamos, los celos, la frustración y el sufrimiento. Vivimos el amor con las horas contadas, en una dolorosa cuesta abajo, somos la viva y patética imagen de la tribulación. Habitamos un profundo desamor, que inexorablemente nos llevara a los infiernos de una degradación que se consuma en el abandono. Y aun sabiéndonos abandonados, en una generosidad sin parangón que antecede a la locura, apelamos al imposible olvido para seguir sufriendo. Yo he vivido este sentimiento.
Si asumimos el papel del amado o verdugo en la relación, no sufriremos mucho menos, lo sé, también lo he sufrido en propias carnes. Al principio nos invade el sentimiento, nos entregamos prestos al amor, al beso y la ternura, apelando al amor que atrae los cuerpos de los amantes como un imán. La víctima, al principio se presta al juego y nos entrega su amor entregado y promiscuo, sin raciocino ni voluntad. Para después exigirnos hasta la extenuación un amor más elevado, aquel que funde los espíritus y las almas.
En su necesidad de que la amen, la víctima no tiene piedad, nos convierte en su objeto amado, nos resta la poca humanidad que nos quedaba, pues un objeto jamás ostenta esta cualidad, todo el mundo sabe que un objeto no puede amar. Sufrimos, porque irremediablemente sabemos que haremos sufrir. La víctima en su mendigar, nos hace sentir míseros y crueles en nuestro amor, nuestro amor nunca es suficiente, porque siempre necesitara más, más y mejor.
Exhaustos y agotados abandonamos la escena del crimen, dejando un cadáver que pedía morir a nuestras propias manos. Consumamos así la traición y el abandono, en realidad huimos a toda prisa, sin volver la espalda.
Hay un tercer papel menor en el amor, yo lo denomino "el ignorante". Cómo su nombre indica, es aquel que jamás sufre, ni hará sufrir, ni es verdugo, ni será víctima, ni traiciona, ni será traicionado, ni siente ni hará sentir. El ignorante pasa accidentalmente por la vida sin sentir jamás las estaciones cálidas o frías. Yo no he pertenecido nunca a este género, tú tampoco.
Te escribo esta carta, preguntándome quizás si esta enajenación y alteración del amor que padecemos, pueda llevarnos a una absurda y aventurada certeza, no será quizás el amor "el encuentro casual en el tiempo de dos seres libres e iguales, sin que necesariamente ninguno de los dos tenga que asumir uno de esos papeles".
Te escribo, desde la absoluta y frágil libertad que me conceden mis pensamientos, los de un ser poco dotado para el amor como yo soy. Asumiendo, tan sólo aquello que el amor no es.
Te escribo, desde este prolongado y profundo desamor que estoy sintiendo, que curiosamente, me parece lo más semejante al amor que he sentido jamás.
Te escribo, a ti, porque te amo o porque he aprendido a desamarte, lo que prefieras.
_Esther.
He estado pensando acerca de nuestra última conversación, hablamos del amor, de lo qué era para cada uno, de cómo lo sentía la gente, tan distinto.
Yo creo que en la actualidad el amor está sobrevalorado. En realidad nadie comprende el amor. No tenemos la más mínima idea de lo que es o puede ser el amor, nos falta imaginación.
Asumimos siempre el amor en relación al otro. Y en esta pobre y obtusa comprensión del amor perdemos siempre la partida, porque el amor no es poder. Nada más alejado al amor que el poder.
El otro es el objeto de nuestra necesidad o de nuestro deseo, somos siempre amantes o amados, víctimas o verdugos, nos repartimos desde el inicio uno de estos papeles, sin ninguna otra posibilidad, irremisiblemente cualquiera de ellas nos hará sufrir.
Cuando asumimos el papel de víctimas decimos que amamos. En realidad lo que queremos decir es que amamos más y mejor. En nuestra enajenación y exaltación del amor deseamos ser correspondidos con idéntica mesura, con una verosimilitud sin fisuras, ser los dueños absolutos del corazón del amado.
Nos entregamos a nuestro verdugo totalmente, con una generosidad nacida de nuestra mísera necesidad de que nos amen. Cantamos al amor pero practicamos, los celos, la frustración y el sufrimiento. Vivimos el amor con las horas contadas, en una dolorosa cuesta abajo, somos la viva y patética imagen de la tribulación. Habitamos un profundo desamor, que inexorablemente nos llevara a los infiernos de una degradación que se consuma en el abandono. Y aun sabiéndonos abandonados, en una generosidad sin parangón que antecede a la locura, apelamos al imposible olvido para seguir sufriendo. Yo he vivido este sentimiento.
Si asumimos el papel del amado o verdugo en la relación, no sufriremos mucho menos, lo sé, también lo he sufrido en propias carnes. Al principio nos invade el sentimiento, nos entregamos prestos al amor, al beso y la ternura, apelando al amor que atrae los cuerpos de los amantes como un imán. La víctima, al principio se presta al juego y nos entrega su amor entregado y promiscuo, sin raciocino ni voluntad. Para después exigirnos hasta la extenuación un amor más elevado, aquel que funde los espíritus y las almas.
En su necesidad de que la amen, la víctima no tiene piedad, nos convierte en su objeto amado, nos resta la poca humanidad que nos quedaba, pues un objeto jamás ostenta esta cualidad, todo el mundo sabe que un objeto no puede amar. Sufrimos, porque irremediablemente sabemos que haremos sufrir. La víctima en su mendigar, nos hace sentir míseros y crueles en nuestro amor, nuestro amor nunca es suficiente, porque siempre necesitara más, más y mejor.
Exhaustos y agotados abandonamos la escena del crimen, dejando un cadáver que pedía morir a nuestras propias manos. Consumamos así la traición y el abandono, en realidad huimos a toda prisa, sin volver la espalda.
Hay un tercer papel menor en el amor, yo lo denomino "el ignorante". Cómo su nombre indica, es aquel que jamás sufre, ni hará sufrir, ni es verdugo, ni será víctima, ni traiciona, ni será traicionado, ni siente ni hará sentir. El ignorante pasa accidentalmente por la vida sin sentir jamás las estaciones cálidas o frías. Yo no he pertenecido nunca a este género, tú tampoco.
Te escribo esta carta, preguntándome quizás si esta enajenación y alteración del amor que padecemos, pueda llevarnos a una absurda y aventurada certeza, no será quizás el amor "el encuentro casual en el tiempo de dos seres libres e iguales, sin que necesariamente ninguno de los dos tenga que asumir uno de esos papeles".
Te escribo, desde la absoluta y frágil libertad que me conceden mis pensamientos, los de un ser poco dotado para el amor como yo soy. Asumiendo, tan sólo aquello que el amor no es.
Te escribo, desde este prolongado y profundo desamor que estoy sintiendo, que curiosamente, me parece lo más semejante al amor que he sentido jamás.
Te escribo, a ti, porque te amo o porque he aprendido a desamarte, lo que prefieras.
_Esther.