Soldado de plomo # 61
Publicado: Mar, 17 Sep 2013 15:55
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Mi vecina estaba enamorada. Era la única explicación que podía tener ese estado de arrobamiento que le dibujaba una sonrisa peremne en el rostro.
No sabía que podía ocurrir con el matrimonio Gutiérrez en su casa de la colina; un hijo único superdotado, un perro labrador ciego y tres autos en la cochera. Se habían mudado hace apenas seis meses al barrio privado. Lucía llevaba al chico al instituto de educación especial, hacía las compras, practicaba todas las rutinas de zumba y sacaba a pasear a Dino varias veces al día. Ésto último requería energía y esfuerzo adicional porque el cachorro, peludo y juguetón, debía ser guiado por la mano de su dueña. El marido viajaba mucho por trabajo y negocios al sur de Europa.
A veces, lo confieso, me daba por imaginar qué vida llevaban esos dos. Aparentemente tan distantes y tan concentrados en sus existencias individuales. Claro que no podía yo hablar mucho de relaciones, ni hogares, ni pareja. Mi casa era ocupada por tres gatos persas y todas mis neurosis. Estar sola quizás era una opción aconsejable. El sofá, el ordenador, la cama, la terraza, los sueños, eran todos artefactos exclusivamente de mi pertenencia. Compartir, sí; pero a mi manera, bajo mis condiciones. Que el control estuviese de mi lado y que la vida fuera un ente predecible y no lastimador y frustrante.
Pero volviendo a mi vecina, nos habíamos reunido varias veces a merendar y otras más a degustar un expreso en el bar más cercano. Lucía era tan distinta a mí en todo, que estar con ella era como visitar otro planeta. Me confió que no había elaborado ni un poco la muerte de su hermana gemela y que desde la juventud temprana le era muy difícil conseguir un orgasmo. Sin embargo de como era su vida marital no contaba ni un solo detalle. La última vez que compartimos un café me dijo algo que me dejó perpleja. Hablamos de las redes sociales, de la poca privacidad que se nos permite respecto a las fotos de amigos, hermanos, conocidos y amigos de los amigos en el invento Facebook. O en ese seguimiento compulsivo de los usuarios de Twitter. Al llegar a ese punto, tartamudeó un poco y dio mil vueltas para mencionar un asunto que no sabía como manejar. Percibí un signo de alarma y emoción en sus ojos."Ocurre que hace una semana he sentido que me posee un sentimiento desconocido", se animó en confidencia Lucía. "Verás, no sé bien cómo pasó, pero conocí a alguien. Conocer tal vez no sea la palabra adecuada, pero sí encontré a alguien. O me aconteció alguien. Nada convencional." Guardé silencio e intenté mostrar comprensión en mi gesto."No puedo racionalizar las sensaciones, pero creo amar a un hombre que no ví jamás." Mis ojos se abrieron desmesuradamente y eso que mi hipertiroidismo hacía de mis globulos oculares una evidencia absoluta. "Sí, suena muy extraño, pero fue en Twitter. Tengo una foto allí, comenzó como una idea de comunicarme con mis compañeras del gimnasio; pero de pronto Él apareció pidiéndome autorización para seguirme." Lucía, creo que el café tenía demasiado brandy, ¿me quieres decir que te enganchaste con un nick? No sabes si es un asesino en serie o un violador como Jack que pretende emboscarte y añejarte en trocitos. "No, no, es Él. Me es imposible dejar de pensar ni un segundo en sus palabras, en su ternura, en la pasión que trasmiten sus tuits; es algo tan fuerte que me quita el sueño por las noches. Si supieras que ni siquiera siento culpa con mi marido. Es como acceder a otra dimensión." Pero, Lucía, escúchame, aunque sólo sea virtualidad estás siendo infiel, estás traicionando a tu pareja. "Puede ser, si. Lo asumo. Pasado mañana cuando vuelva de viaje, le contaré todo."
Venticuatro horas después revivía en pensamiento esta conversación cuando sonó el teléfono fijo. Casi había olvidado que lo tenía porque sólo hago uso del móvil. Me quedé muda al escuchar la voz de mi vecino; me pedía vernos con urgencia. Fui enseguida a su encuentro; tenía un aspecto muy grave, casi solemne, cuando me entregó aquel sobre. "Eres la única amiga de mi mujer en esta ciudad. Te pido que le des esta carta. Es vital que pueda leerla lo antes posible."
Después de prometerle que cumpliría con su pedido de inmediato, volví a casa con la misiva quemándome las manos. El sobre estaba abierto. La curiosidad hincó sus dientes en mi cerebro; desplegué la hoja y leí con frucción.
Querida Lucía:
Hace varios años he sentido un muro infranqueable entre los dos. Intenté acercarme muchas veces y no pude traducir en palabras lo que me importa nuestro matrimonio. Me intimaba tu silencio, tu frialdad en la mitad de nuestra cama. Es como si viviera con una mujer ausente. Después del nacimiento de Sergio todo empeoró. Tu atención se dividía ente él y los cuidados para nuestra mascota. Un viento helado hacía que me sumergiera cada instante más y más en mí mismo. Perdimos los rastros uno del otro. Luego sobrevino la tragedia de tu hermana. El hielo se hizo cada vez más sólido e infranqueable. Hace muy poco se me ocurrió un último plan de rescate para el "nosotros". Soy yo, amor. Soldado de plomo # 61. El seguidor que te ama y te hace sentir confiada, feliz, plena.Soy el tuit que esperas cada media hora, soy ése que sin rostro te habla de amor, de eternidad, de cercanía. Me dijiste anoche que amabas a otro, que no podrías seguir conmigo. El otro soy yo. Te amamos los dos, debes saberlo.
Conmovida hasta el último de mis pragmáticos huesos, envié un mensaje de texto a Lucía para invitarle urgentemente a tomar un café, un café que seguramente cambiaría el rumbo de su existencia.
Mi vecina estaba enamorada. Era la única explicación que podía tener ese estado de arrobamiento que le dibujaba una sonrisa peremne en el rostro.
No sabía que podía ocurrir con el matrimonio Gutiérrez en su casa de la colina; un hijo único superdotado, un perro labrador ciego y tres autos en la cochera. Se habían mudado hace apenas seis meses al barrio privado. Lucía llevaba al chico al instituto de educación especial, hacía las compras, practicaba todas las rutinas de zumba y sacaba a pasear a Dino varias veces al día. Ésto último requería energía y esfuerzo adicional porque el cachorro, peludo y juguetón, debía ser guiado por la mano de su dueña. El marido viajaba mucho por trabajo y negocios al sur de Europa.
A veces, lo confieso, me daba por imaginar qué vida llevaban esos dos. Aparentemente tan distantes y tan concentrados en sus existencias individuales. Claro que no podía yo hablar mucho de relaciones, ni hogares, ni pareja. Mi casa era ocupada por tres gatos persas y todas mis neurosis. Estar sola quizás era una opción aconsejable. El sofá, el ordenador, la cama, la terraza, los sueños, eran todos artefactos exclusivamente de mi pertenencia. Compartir, sí; pero a mi manera, bajo mis condiciones. Que el control estuviese de mi lado y que la vida fuera un ente predecible y no lastimador y frustrante.
Pero volviendo a mi vecina, nos habíamos reunido varias veces a merendar y otras más a degustar un expreso en el bar más cercano. Lucía era tan distinta a mí en todo, que estar con ella era como visitar otro planeta. Me confió que no había elaborado ni un poco la muerte de su hermana gemela y que desde la juventud temprana le era muy difícil conseguir un orgasmo. Sin embargo de como era su vida marital no contaba ni un solo detalle. La última vez que compartimos un café me dijo algo que me dejó perpleja. Hablamos de las redes sociales, de la poca privacidad que se nos permite respecto a las fotos de amigos, hermanos, conocidos y amigos de los amigos en el invento Facebook. O en ese seguimiento compulsivo de los usuarios de Twitter. Al llegar a ese punto, tartamudeó un poco y dio mil vueltas para mencionar un asunto que no sabía como manejar. Percibí un signo de alarma y emoción en sus ojos."Ocurre que hace una semana he sentido que me posee un sentimiento desconocido", se animó en confidencia Lucía. "Verás, no sé bien cómo pasó, pero conocí a alguien. Conocer tal vez no sea la palabra adecuada, pero sí encontré a alguien. O me aconteció alguien. Nada convencional." Guardé silencio e intenté mostrar comprensión en mi gesto."No puedo racionalizar las sensaciones, pero creo amar a un hombre que no ví jamás." Mis ojos se abrieron desmesuradamente y eso que mi hipertiroidismo hacía de mis globulos oculares una evidencia absoluta. "Sí, suena muy extraño, pero fue en Twitter. Tengo una foto allí, comenzó como una idea de comunicarme con mis compañeras del gimnasio; pero de pronto Él apareció pidiéndome autorización para seguirme." Lucía, creo que el café tenía demasiado brandy, ¿me quieres decir que te enganchaste con un nick? No sabes si es un asesino en serie o un violador como Jack que pretende emboscarte y añejarte en trocitos. "No, no, es Él. Me es imposible dejar de pensar ni un segundo en sus palabras, en su ternura, en la pasión que trasmiten sus tuits; es algo tan fuerte que me quita el sueño por las noches. Si supieras que ni siquiera siento culpa con mi marido. Es como acceder a otra dimensión." Pero, Lucía, escúchame, aunque sólo sea virtualidad estás siendo infiel, estás traicionando a tu pareja. "Puede ser, si. Lo asumo. Pasado mañana cuando vuelva de viaje, le contaré todo."
Venticuatro horas después revivía en pensamiento esta conversación cuando sonó el teléfono fijo. Casi había olvidado que lo tenía porque sólo hago uso del móvil. Me quedé muda al escuchar la voz de mi vecino; me pedía vernos con urgencia. Fui enseguida a su encuentro; tenía un aspecto muy grave, casi solemne, cuando me entregó aquel sobre. "Eres la única amiga de mi mujer en esta ciudad. Te pido que le des esta carta. Es vital que pueda leerla lo antes posible."
Después de prometerle que cumpliría con su pedido de inmediato, volví a casa con la misiva quemándome las manos. El sobre estaba abierto. La curiosidad hincó sus dientes en mi cerebro; desplegué la hoja y leí con frucción.
Querida Lucía:
Hace varios años he sentido un muro infranqueable entre los dos. Intenté acercarme muchas veces y no pude traducir en palabras lo que me importa nuestro matrimonio. Me intimaba tu silencio, tu frialdad en la mitad de nuestra cama. Es como si viviera con una mujer ausente. Después del nacimiento de Sergio todo empeoró. Tu atención se dividía ente él y los cuidados para nuestra mascota. Un viento helado hacía que me sumergiera cada instante más y más en mí mismo. Perdimos los rastros uno del otro. Luego sobrevino la tragedia de tu hermana. El hielo se hizo cada vez más sólido e infranqueable. Hace muy poco se me ocurrió un último plan de rescate para el "nosotros". Soy yo, amor. Soldado de plomo # 61. El seguidor que te ama y te hace sentir confiada, feliz, plena.Soy el tuit que esperas cada media hora, soy ése que sin rostro te habla de amor, de eternidad, de cercanía. Me dijiste anoche que amabas a otro, que no podrías seguir conmigo. El otro soy yo. Te amamos los dos, debes saberlo.
Conmovida hasta el último de mis pragmáticos huesos, envié un mensaje de texto a Lucía para invitarle urgentemente a tomar un café, un café que seguramente cambiaría el rumbo de su existencia.