No me digas...
Publicado: Jue, 05 Sep 2013 20:56
No me digas que septiembre llegó con mano tibia
a madurar la luz sobre mi cuerpo,
o a sosegar con hojarasca el pulso inquieto de la sangre
porque es mentira. Tú no conoces
este grito de nostalgia que cae sobre mis hombros
como una enfermedad de lejanías
que se ahonda en los pozos de la duda
y la soledad extiende sus tentáculos, nunca abdica
a esa porción de muerte que guarda en sus alforjas.
Siempre supe que tus labios fueron orfandad,
y presagio de un tiempo de verdugos, cuando mi voz
de luna nueva interpretaba el lenguaje de tu carne,
aunque a veces se enredaba nerviosa en tu cintura
y jugaba a refugiarse en la palabra.
Es triste saber que la noche me ha desposeído,
que sobre una oscura profecía acuestan su desahucio
irredentos borrachos que su destierro beben
a pecho descubierto, no consiguieron encontrar
el latido desnudo de tu vida y ahora todo es llaga que no cura
y fluye como un vino agrio al que presiento
llorar por mis heridas. Me desterraste definitivamente
y las frías arterias del invierno he poblado,
y su gélida cicatriz grabada en mi extrañas.
Pero resisto, aunque asumo sin condición alguna
que de esta guerra has salido victoriosa
y mi corazón quedó diezmado, partido en dos mitades,
porque tu boca se ha negado a concederle su armisticio.
a madurar la luz sobre mi cuerpo,
o a sosegar con hojarasca el pulso inquieto de la sangre
porque es mentira. Tú no conoces
este grito de nostalgia que cae sobre mis hombros
como una enfermedad de lejanías
que se ahonda en los pozos de la duda
y la soledad extiende sus tentáculos, nunca abdica
a esa porción de muerte que guarda en sus alforjas.
Siempre supe que tus labios fueron orfandad,
y presagio de un tiempo de verdugos, cuando mi voz
de luna nueva interpretaba el lenguaje de tu carne,
aunque a veces se enredaba nerviosa en tu cintura
y jugaba a refugiarse en la palabra.
Es triste saber que la noche me ha desposeído,
que sobre una oscura profecía acuestan su desahucio
irredentos borrachos que su destierro beben
a pecho descubierto, no consiguieron encontrar
el latido desnudo de tu vida y ahora todo es llaga que no cura
y fluye como un vino agrio al que presiento
llorar por mis heridas. Me desterraste definitivamente
y las frías arterias del invierno he poblado,
y su gélida cicatriz grabada en mi extrañas.
Pero resisto, aunque asumo sin condición alguna
que de esta guerra has salido victoriosa
y mi corazón quedó diezmado, partido en dos mitades,
porque tu boca se ha negado a concederle su armisticio.