- su señoría -
de nuevo gimen las puñetas sus blondas alboradas,
que usía juró en falso labrar por la justicia
y sólo quedan marcas herrando las alfombras de usted,
- su señoría -.
Es cierto que usted,
- su Señoría -
de almendros y cerezos,
de quillas enlodadas,
de quiebros entre arenas,
- usted, su señoría -
usted no sabe nada.
Me quedo con lo puesto,
la frente levantada,
las olas en mis dedos,
al pairo las niñas de mis ojos en busca de las aguas
bautismo en libertades.
Me temo,
su ilustre señoría,
que en toda su elocuencia,
ignora que no hay prebenda,
trompeta ni escalón
que turbien mi pamela.
Mi honor no tiene precio.

( ¿Qué es el honor? ¿Dónde está? ¿Tiene color?Entonces estábamos en 2006 )