Editorial Alaire

No hay similitud que ampare un rostro.
Lejos, la doctrina de un hogar que no finge.

Su cara me recuerda los balcones frente al mar,
el silencio ingrávido de los días neutros,
la hospitalidad de las tardes amigas.

Su nombre huele a jazmín, en las manos
le pesa el hormigueo de un niño, la salud
barata de diciembre.

Mi habitación cubre las hojas de un templo,
mira al vacío de los tejados como un caparazón
que lloviera su amarga duda.

Allí, en el precipicio de mi edad, dolían las horas vagas,
tan atentas al rubor, tan perdidas en la locura
de una piel o un misterio.

¿Conocí acaso la memoria gris de los rododendros,
aquellas estatuas que lloraron su luz
como mariposas de cal?

Mi cuerpo ágil, anuda las esquinas del paseo, cruje
la grava de las historias olvidadas, el pájaro alegre
trina en su mansión de diluvios y sol.

Sé que el día tornará al refugio de este tiempo inacabado.
En la odisea de los semáforos una rama sacude las horas,
golpea en el color, irrumpe como un látigo o una semilla.

Aún quiero sentir la oración penúltima, la que has callado
en la sed de los espejos, para que me digas al fin,
cuando vuelves.

«irrumpe como un látigo o una semilla». Precioso poema, Ramón. No dejas de asombrarme. Abrazos, ERA

Qué poema tan precioso. De esos de releer. Me gustó
Abrazos
Pilar

Ramón Carballal escribió:No hay similitud que ampare un rostro.
Lejos, la doctrina de un hogar que no finge.

Su cara me recuerda los balcones frente al mar,
el silencio ingrávido de los días neutros,
la hospitalidad de las tardes amigas.

Su nombre huele a jazmín, en las manos
le pesa el hormigueo de un niño, la salud
barata de diciembre.

Mi habitación cubre las hojas de un templo,
mira al vacío de los tejados como un caparazón
que lloviera su amarga duda.

Allí, en el precipicio de mi edad, dolían las horas vagas,
tan atentas al rubor, tan perdidas en la locura
de una piel o un misterio.

¿Conocí acaso la memoria gris de los rododendros,
aquellas estatuas que lloraron su luz
como mariposas de cal?

Mi cuerpo ágil, anuda las esquinas del paseo, cruje
la grava de las historias olvidadas, el pájaro alegre
trina en su mansión de diluvios y sol.

Sé que el día tornará al refugio de este tiempo inacabado.
En la odisea de los semáforos una rama sacude las horas,
golpea en el color, irrumpe como un látigo o una semilla.

Aún quiero sentir la oración penúltima, la que has callado
en la sed de los espejos, para que me digas al fin,
cuando vuelves.

Exquisito, depurado, pleno de hallazgos de imágenes y metáforas, este poema me emociona, me atrapa en su autenticidad de sentimiento, en esa emanación de la memoria poética con la naturalidad de una charla. Fascinante poema que debo aplaudir con agradecimiento.

Un abrazo, amigo.
Óscar

Ramón Carballal escribió:No hay similitud que ampare un rostro.
Lejos, la doctrina de un hogar que no finge.

Su cara me recuerda los balcones frente al mar,
el silencio ingrávido de los días neutros,
la hospitalidad de las tardes amigas.

Su nombre huele a jazmín, en las manos
le pesa el hormigueo de un niño, la salud
barata de diciembre.

Mi habitación cubre las hojas de un templo,
mira al vacío de los tejados como un caparazón
que lloviera su amarga duda.

Allí, en el precipicio de mi edad, dolían las horas vagas,
tan atentas al rubor, tan perdidas en la locura
de una piel o un misterio.

¿Conocí acaso la memoria gris de los rododendros,
aquellas estatuas que lloraron su luz
como mariposas de cal?

Mi cuerpo ágil, anuda las esquinas del paseo, cruje
la grava de las historias olvidadas, el pájaro alegre
trina en su mansión de diluvios y sol.

Sé que el día tornará al refugio de este tiempo inacabado.
En la odisea de los semáforos una rama sacude las horas,
golpea en el color, irrumpe como un látigo o una semilla.

Aún quiero sentir la oración penúltima, la que has callado
en la sed de los espejos, para que me digas al fin,
cuando vuelves.

Qué hermosura de poema. Los tres versos finales arrancan lágrimas (de belleza, de ésas que tanto se agradecen)

Un abrazo, Ramón.

Hermosísimo poema, Ramón, un gusto desplazarse por estos versos, por ese perfil tan amorosamente recreado.

Unha aperta

Carmen

La metáfora y la reflexión intima contigo y con tu poema,
Para dejar la imagen con la que sufres o gozas, pero con
la que te resume las vivencias.

Me encantó leerte, amigo

Un abrazo

E. R. Aristy escribió:«irrumpe como un látigo o una semilla». Precioso poema, Ramón. No dejas de asombrarme. Abrazos, ERA

Gracias, ERA, por tu lectura y amable comentario. Un fuerte abrazo.

Pilar Morte escribió:Qué poema tan precioso. De esos de releer. Me gustó
Abrazos
Pilar

Gracias, Pilar. Me alegra que te haya gustado este poema. Un abrazo.

"Su cara me recuerda los balcones frente al mar,
el silencio ingrávido de los días neutros,
la hospitalidad de las tardes amigas"

"Sé que el día tornará al refugio de este tiempo inacabado.
En la odisea de los semáforos una rama sacude las hojas,
golpea en el color, irrumpe como un látigo o una semilla."

Destaco estos versos, pero todo el poema es magnífico. Mis aplausos, Ramón. Un abrazo.

Óscar Distéfano escribió:

Ramón Carballal escribió:No hay similitud que ampare un rostro.
Lejos, la doctrina de un hogar que no finge.

Su cara me recuerda los balcones frente al mar,
el silencio ingrávido de los días neutros,
la hospitalidad de las tardes amigas.

Su nombre huele a jazmín, en las manos
le pesa el hormigueo de un niño, la salud
barata de diciembre.

Mi habitación cubre las hojas de un templo,
mira al vacío de los tejados como un caparazón
que lloviera su amarga duda.

Allí, en el precipicio de mi edad, dolían las horas vagas,
tan atentas al rubor, tan perdidas en la locura
de una piel o un misterio.

¿Conocí acaso la memoria gris de los rododendros,
aquellas estatuas que lloraron su luz
como mariposas de cal?

Mi cuerpo ágil, anuda las esquinas del paseo, cruje
la grava de las historias olvidadas, el pájaro alegre
trina en su mansión de diluvios y sol.

Sé que el día tornará al refugio de este tiempo inacabado.
En la odisea de los semáforos una rama sacude las horas,
golpea en el color, irrumpe como un látigo o una semilla.

Aún quiero sentir la oración penúltima, la que has callado
en la sed de los espejos, para que me digas al fin,
cuando vuelves.

Exquisito, depurado, pleno de hallazgos de imágenes y metáforas, este poema me emociona, me atrapa en su autenticidad de sentimiento, en esa emanación de la memoria poética con la naturalidad de una charla. Fascinante poema que debo aplaudir con agradecimiento.

Un abrazo, amigo.
Óscar

Muchas gracias por la generosidad de tus palabras. Un abrazo, Óscar.

Hallie Hernández Alfaro escribió:

Ramón Carballal escribió:No hay similitud que ampare un rostro.
Lejos, la doctrina de un hogar que no finge.

Su cara me recuerda los balcones frente al mar,
el silencio ingrávido de los días neutros,
la hospitalidad de las tardes amigas.

Su nombre huele a jazmín, en las manos
le pesa el hormigueo de un niño, la salud
barata de diciembre.

Mi habitación cubre las hojas de un templo,
mira al vacío de los tejados como un caparazón
que lloviera su amarga duda.

Allí, en el precipicio de mi edad, dolían las horas vagas,
tan atentas al rubor, tan perdidas en la locura
de una piel o un misterio.

¿Conocí acaso la memoria gris de los rododendros,
aquellas estatuas que lloraron su luz
como mariposas de cal?

Mi cuerpo ágil, anuda las esquinas del paseo, cruje
la grava de las historias olvidadas, el pájaro alegre
trina en su mansión de diluvios y sol.

Sé que el día tornará al refugio de este tiempo inacabado.
En la odisea de los semáforos una rama sacude las horas,
golpea en el color, irrumpe como un látigo o una semilla.

Aún quiero sentir la oración penúltima, la que has callado
en la sed de los espejos, para que me digas al fin,
cuando vuelves.

Qué hermosura de poema. Los tres versos finales arrancan lágrimas (de belleza, de ésas que tanto se agradecen)

Un abrazo, Ramón.

Gracias, Hallie, por tu lectura y amable comentario. Un abrazo.

Ramón Carballal escribió:No hay similitud que ampare un rostro.
Lejos, la doctrina de un hogar que no finge.

Su cara me recuerda los balcones frente al mar,
el silencio ingrávido de los días neutros,
la hospitalidad de las tardes amigas.

Su nombre huele a jazmín, en las manos
le pesa el hormigueo de un niño, la salud
barata de diciembre.

Mi habitación cubre las hojas de un templo,
mira al vacío de los tejados como un caparazón
que lloviera su amarga duda.

Allí, en el precipicio de mi edad, dolían las horas vagas,
tan atentas al rubor, tan perdidas en la locura
de una piel o un misterio.

¿Conocí acaso la memoria gris de los rododendros,
aquellas estatuas que lloraron su luz
como mariposas de cal?

Mi cuerpo ágil, anuda las esquinas del paseo, cruje
la grava de las historias olvidadas, el pájaro alegre
trina en su mansión de diluvios y sol.

Sé que el día tornará al refugio de este tiempo inacabado.
En la odisea de los semáforos una rama sacude las horas,
golpea en el color, irrumpe como un látigo o una semilla.

Aún quiero sentir la oración penúltima, la que has callado
en la sed de los espejos, para que me digas al fin,
cuando vuelves.

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Muy hermoso trabajo, amigo Ramón, que me parece digno de figurar entre tus mejores obras.
Me gustaría volver y comentarte más despacio; en fin, el ritmo, la estética, la técnica..., todo es muy grato en este poema que considero una obra de una altura considerablemente importante.
Ha sido un placer leerte. Felicidades, colega.
Abrazos.

Una maravilla de poesía magistral. Gran entrega de arte. Abrazos. RJL

Me han encantado las imágenes, un paisaje lírico exquisito donde crece el árbol de la melancolía. Abrazos y felicitaciones sinceras, amigo.


Mi cuerpo ágil, anuda las esquinas del paseo, cruje
la grava de las historias olvidadas, el pájaro alegre
trina en su mansión de diluvios y sol.

Sé que el día tornará al refugio de este tiempo inacabado.
En la odisea de los semáforos una rama sacude las horas,
golpea en el color, irrumpe como un látigo o una semilla.