Editorial Alaire

Manuel Sánchez escribió:Acostumbraba el sofá a desprotegerse
con humo de tabaco.
Y yo, que a veces pongo
la vida por testigo,
quise ser ese dardo que vuela aleteando
sobre un pequeño corazón oculto,
palpar su cielo hundido
por la cumbre fugaz de lo inmediato.

Eran las tres y cinco
en la vida callada del paisaje,
cuando fue derrumbándose sobre los labios nuestros
un trozo de distancia,
y allí quedaron pétalos de primavera rosa
con los ojos sujetos al signo de infinito.


Supongo que interpretas la locura
como una forma extraña de hablar del horizonte
sin que puedas, siquiera,
preguntarle a la vida.
Que lees, sobre un pico de cigüeña,
que el silencio y el bien nos pertenecen
tan solo con besarnos,
y que este viento amigo
es sólo un pasajero que oculta nuestras ruinas.

Pero la lumbre antigua
tampoco es un veneno que no pueda beberse,
como el tiempo que guardan los veranos
cuando se duerme a solas.

Alguien está esperando todavía
que mi piel se atempere
y descomponga un sueño,
que se acerquen las nubes a mi espacio
como en un sobresalto de conciencia
por los pasos prohibidos de la noche,
y devuelvan la edad que se llevaron.

Esta voz y estas manos
no pueden perdonarme,
ya no tienen memoria para morir conmigo,
ni espejos que se rompan cuando me estés mirando.

No quiero estar a un metro de mi curiosidad
y no reconocerte,
pasar como quien pisa los más finos escrúpulos
y encontrar los escombros de una antigua leyenda,
la ventana cerrada de una resurrección,
el hueco de un otoño.


Hay algunas palabras que acarician muy suave
las yemas de los dedos.
Son espíritus puros
como el amor que brota de los estanques íntimos.
Y yo sigo esperando a que suene un teléfono
detrás de cada ola.


Ahora ponemos rumbo a lo perdido
pero no somos dueños del orden de las cosas
que tienen como objeto un cuadro evanescente.


Hay que ser muy mayor
para adentrarse solo en el golpe arenoso,
para tocar el mar como cuando eras niño,
con la luz más extrema
y desaparecida,
y el pasado en un tigre que recorre la costa.