ELLA ES ÚNICA
Publicado: Lun, 29 Jul 2013 9:15
Yo ya no estoy en mí cuando la veo,
el carmesí brillante de sus labios
me pone tan ajeno a mis sentidos
que cuando a mí se va aproximando
he de cerrar mis ojos
para no cometer un desatino.
Y me sigue invadiendo su olor fresco
y siento que su piel está erizada
cuando llega a mi mano trastornada
y tiemblo de emoción porque presiento
que no puedo evitar el cataclismo.
Me tiene tan tomado, tan prendido,
y el aroma que ella me regala
me deja tan huérfano de mí y tan perdido
que es inútil huir de su presencia
y lo tengo mamado y asumido.
Qué locura de tacto y que suplicio
cuando toca mis labios, me derrito
y un interno temblor se me apodera
cuando por fin me atrevo
a tocar con mi lengua blanda y trémula
esa piel tersa y dulce
que, pícara, se asoma ya a mi puerta.
Los pulsos de mi sangre se aceleran
y laten en mi frente sin control;
mi pasión se desata como un toro
y ataca a ese hermoso corazón,
esa fresa que cada día robo
en el supermercado
pues cuando ella me ve
transitar a su lado
se me pone a gritar enajenada:
¡No me dejes aquí que estoy perdida!
y yo caigo rendido, enamorado,
y siendo el amor ciego
no tengo otra salida que atender a su ruego.
* * *
el carmesí brillante de sus labios
me pone tan ajeno a mis sentidos
que cuando a mí se va aproximando
he de cerrar mis ojos
para no cometer un desatino.
Y me sigue invadiendo su olor fresco
y siento que su piel está erizada
cuando llega a mi mano trastornada
y tiemblo de emoción porque presiento
que no puedo evitar el cataclismo.
Me tiene tan tomado, tan prendido,
y el aroma que ella me regala
me deja tan huérfano de mí y tan perdido
que es inútil huir de su presencia
y lo tengo mamado y asumido.
Qué locura de tacto y que suplicio
cuando toca mis labios, me derrito
y un interno temblor se me apodera
cuando por fin me atrevo
a tocar con mi lengua blanda y trémula
esa piel tersa y dulce
que, pícara, se asoma ya a mi puerta.
Los pulsos de mi sangre se aceleran
y laten en mi frente sin control;
mi pasión se desata como un toro
y ataca a ese hermoso corazón,
esa fresa que cada día robo
en el supermercado
pues cuando ella me ve
transitar a su lado
se me pone a gritar enajenada:
¡No me dejes aquí que estoy perdida!
y yo caigo rendido, enamorado,
y siendo el amor ciego
no tengo otra salida que atender a su ruego.
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