Tormenta
Publicado: Sab, 20 Jul 2013 23:17
Es esa luz que todo lo valida,
pero el ojo un día se despierta cosumado,
cedida su elástica visión,
y ya no hay más que la pureza
sentada en el pecho con su peso asfixiante
ejercido concentradamente
como si fuera a desplazar la identidad fuera del mundo.
Es peligrosa la pureza,
la mano no puede señalar la dirección que todo lo concluye;
entonces escoge un eco y se cierra con fuerza para sostener el hálito
que traiga de vuelta los caminos.
Se hace hija del rayo y su modo de acariciar es áspero
pero también trémulo;
se aplasta contra el cristal herido por la fijeza de su propia transparencia
y el paso del fulgor, para cantar atravesada un himno,
devolviendo su elección como un espejo que corre hacia atrás.
Después cae a lo largo de la oscuridad y empieza a soñar rudimentariamente
al ritmo de la baba ocular que gotea sin ritmo sobre su cuenco extático.
Y ya no hay nadie en la espera.
La espera es el sujeto que se sacudió la presencia.
Una voz cuenta todas las palabras y borra cada paradigma.
Un estigma es la música del trueno que no puede borrarse.
Dentro y fuera cada brizna se cimbrea para completar el adiós.
El adiós es un instrumento replicante,
de una sola cuerda perdida en su vibración.
pero el ojo un día se despierta cosumado,
cedida su elástica visión,
y ya no hay más que la pureza
sentada en el pecho con su peso asfixiante
ejercido concentradamente
como si fuera a desplazar la identidad fuera del mundo.
Es peligrosa la pureza,
la mano no puede señalar la dirección que todo lo concluye;
entonces escoge un eco y se cierra con fuerza para sostener el hálito
que traiga de vuelta los caminos.
Se hace hija del rayo y su modo de acariciar es áspero
pero también trémulo;
se aplasta contra el cristal herido por la fijeza de su propia transparencia
y el paso del fulgor, para cantar atravesada un himno,
devolviendo su elección como un espejo que corre hacia atrás.
Después cae a lo largo de la oscuridad y empieza a soñar rudimentariamente
al ritmo de la baba ocular que gotea sin ritmo sobre su cuenco extático.
Y ya no hay nadie en la espera.
La espera es el sujeto que se sacudió la presencia.
Una voz cuenta todas las palabras y borra cada paradigma.
Un estigma es la música del trueno que no puede borrarse.
Dentro y fuera cada brizna se cimbrea para completar el adiós.
El adiós es un instrumento replicante,
de una sola cuerda perdida en su vibración.