La telaraña
Publicado: Mar, 16 Jul 2013 22:42

Cómo se va enemistando con la frontera abierta el que no cruzó porque no había remolinos más que de transparencia,
si acaso algunas hojas secas alegremente hechas pedazos por sí mismas
ocupando con devoción el paso y atenuando los giros y bondades de la espera.
Él dice que fueron tejidas y rotas respirando entrecortadamente y abandonando su obra en el centro de la permanencia
por alguien cautivo de dos manos hablando solas entre una lluvia de motas detenidas,
ignorando la música pero danzando para esquivar los ojos de la criba espástica.
Estaban antes que él pero las vio llegar,
quiso que se posaran y anduvo entre los árboles muy juntos.
Vámonos a gritar a esa montaña, juntemos nuestro rayo autóctono por encima de este orden natural,
este ritual paisaje,
este cráneo que nos entrega.
Busca compañía al tiempo que apaga los faros del auto y pisa el acelerador como si fuese la tierra prometida.
Sus ojos más abiertos que el cielo de verano comprometen la noche,
la obligan a salir del cuerpo para internarse en otra prospección más honda que la ceremonial y compartimentada oscuridad.
Es su cabeza entre las zarzas que han entrado por la transubstanciación del viento.
Islas veloces, espinadas, sagrados dígitos del son interminable que ha de cauterizar el fin abstracto.
La oye configurar una nueva especie a partir de los dibujos que la sangre realizará
como si el rostro sonriente fuese el troquel de todas las preguntas.
Tú, tú, tú.
Antes mi oído estaba duro bajo su costra blanda;
ahora está derretido por los virajes de la calma si tu voz amaga con cesar.
Tú, tú, tú,
vaso de comunicación errante, espuria; te doy mi corazón, tómalo, tómalo,
tuyo es, mío no.
Nunca vi una telaraña tan luminosa.
Los árboles y los ojos reunieron sus facetas en una flecha de armonía.
Como fuego y la hoja no se consume.
Duermo fuego y junto mis manos.