Foro poético-literario, revista y tienda de libros de la Editorial Alaire. Poemas de todo tipo, relatos cortos, ensayos. Debates, discusiones y todo tipo de estudios sobre temas relacionados con el ámbito literario. Convocatorias de concursos de poesía. https://foro.editorialalaire.es/
-¿Por qué me miras así?
- Creo que ya no te conozco.
- ¿Me has conocido alguna vez?
- Sí, antes de que necesitara beber para olvidar todo lo que no me gusta de ti, cuándo tenía valor para decírtelo
- ¿Y cuántas copas necesitas ahora?
- Ahora las copas solo me sirven para llorar lo que queda de mí.
- ¿Qué queda de ti?
- Nada.
Eso fue todo, tus últimas palabras. Después de eso, te perdiste para siempre envuelta en la bruma que un día te trajo a mi vida.
No fue fácil olvidarte, nunca lo conseguí del todo. Se sucedió la ausencia, el miedo, un poco de soledad y la firme convicción de que nadie podría llenar ese hueco. Las dos lo sabíamos, yo te amaba sin condiciones.
Al cabo de dos años, me contaron que te casaste con un hombre y que vivías cerca del mar, no muy lejos de esta ciudad que amaste, me dijeron que eras feliz y esperabas un niño.
Tres años después, cinco desde que te fuiste, recibí tu llamada como si de una cuchillada se tratase.
-Hola, ¿me reconoces?, ¿sabes quién soy?
-Sí-te dije, por toda respuesta, conteniendo para mí el decirte que hay voces que son como músicas y se quedan para siempre en nosotros.
-Necesito verte.
-Sí-fue el único monosílabo que pude pronunciar.
Nos vimos tres días después, viniste a mi casa y me dijiste que todo estaba igual en el piso, que casi te había dado miedo entrar, que te parecía un déjà-vu de la memoria.
Te vi más delgada, quizás algo más mayor, aunque para mis ojos, quedaste siempre detenida en la edad que tenías cuando te marchaste y en su mirar escéptico seguías teniendo el mismo rostro, la misma piel.
Te preparé un café de esos sin azúcar que tú tomas, te sentaste en el sillón y te aventuraste a decirme sin pelos en la lengua que debía cambiarlo, que seguía siendo tan incómodo como siempre.
Me contaste que tu marido había fallecido, me enseñaste una foto, un hombre canoso sostenía en los brazos a un bebe de unos dos años. Dijiste que lo habías pasado mal pues había tenido una enfermedad, pero que en realidad ese matrimonio había sido un simulacro, un paso hacia adelante, que te equivocaste, aunque tenías una niña preciosa que era la alegría de tu vida y sólo por ello había valido la pena.
Te escuchaba atentamente, casi sin interrumpir, ¿qué podría decirte yo?, no sabía que explicarte de mi vida, pensé que no había cambiado nada en ella desde que tú te fuiste, como mi piso, mi vida no había sido habitada desde entonces.
De repente, te acercaste a mí y me besaste, no dejabas de repetirme que siempre sentirías lo nuestro de esta manera, yo quería preguntarte-¿de qué manera?-pero no me atreví. Después la ropa que me cubría el cuerpo se fue cayendo al suelo amontonada torpemente en cualquier lugar junto a la tuya, al lado de aquel incómodo sofá. Un murmullo de caricias habitaba nuestros cuerpos y fui incapaz de pensar en nada, siempre me traes ese silencio de la mente contigo, de la mente que se acalla, siempre te sentí así, cuando hay amor la mente se evapora.
Para mi sorpresa o estupor, lo que salía de tu boca eran palabras cálidas, como caricias de la voz, era como si de repente te sintieras en casa, tu sitio, tu lugar, como si pudieras ser tú decías. Yo no podía pensar en nada, estaba totalmente entregada a sentir tu cuerpo respirar junto al mío, a mecerme en esa respiración.
Después te vestiste, tenías prisa, tu hija dijiste estaba en casa de la vecina, tenías que irte. No me atrevía a preguntarte si te vería, si volvería a verte, pero entonces abrochándote el cinturón a toda prisa me dijiste;-¿te puedo llamar de nuevo?, -sí-respondí casi en un susurro.
Pasaron siete días sin que el teléfono sonara, yo me quedé como una estatua esperando que sonase. Llamé a unos amigos, me dieron tu dirección como a regañadientes y fui a verte.
Cuando llegué me alegró pensar que desde ese balcón pudieras ver el mar y la sonrisa me hizo perder el miedo. Llamé al interfono mientras pensaba en que te iba a volver a ver en pocos segundos, tenerte de nuevo a mi lado, oírte respirar junto a mí. Entonces se abrió la puerta y salieron un par de figuras del portal, ensombrecidas por la falta de luz. Vi una niña risueña que tenía tu misma sonrisa y esos ojos verdes inconfundibles que son tuyos. A su lado, de la mano un hombre canoso le sonreía y le decía; -Cariño, ¿vamos a buscar a mamá al trabajo?
Un poco aturdida y todavía confundida ante aquella inesperada visión en el portal ,volví a mi ciudad, me acompañaba la música, el piano del Ragtime de Scott Joplin sonando en mi coche, sonaba a risa, a estafa, a golpe en la mesa en aquellos momentos.
Pero antes de volver a casa y sin saber muy bien cómo terminé allí, me fui al Ikea más cercano y me compré un sofá, más cómodo, más cálido, más grande,,,para albergar mis sueños.
Re: Sofá. Sobre un diálogo propuesto.
Publicado: Vie, 19 Jul 2013 20:39
por Hallie Hernández Alfaro
Carmen López escribió:
Ragtime Piano-Scott Joplin (acompaña al texto)
-¿Por qué me miras así?
- Creo que ya no te conozco.
- ¿Me has conocido alguna vez?
- Sí, antes de que necesitara beber para olvidar todo lo que no me gusta de ti, cuándo tenía valor para decírtelo
- ¿Y cuántas copas necesitas ahora?
- Ahora las copas solo me sirven para llorar lo que queda de mí.
- ¿Qué queda de ti?
- Nada.
Eso fue todo, tus últimas palabras. Después de eso, te perdiste para siempre envuelta en la bruma que un día te trajo a mi vida.
No fue fácil olvidarte, nunca lo conseguí del todo. Se sucedió la ausencia, el miedo, un poco de soledad y la firme convicción de que nadie podría llenar ese hueco. Las dos lo sabíamos, yo te amaba sin condiciones.
Al cabo de dos años, me contaron que te casaste con un hombre y que vivías cerca del mar, no muy lejos de esta ciudad que amaste, me dijeron que eras feliz y esperabas un niño.
Tres años después, cinco desde que te fuiste, recibí tu llamada como si de una cuchillada se tratase.
-Hola, ¿me reconoces?, ¿sabes quién soy?
-Sí-te dije, por toda respuesta, conteniendo para mí el decirte que hay voces que son como músicas y se quedan para siempre en nosotros.
-Necesito verte.
-Sí-fue el único monosílabo que pude pronunciar.
Nos vimos tres días después, viniste a mi casa y me dijiste que todo estaba igual en el piso, que casi te había dado miedo entrar, que te parecía un déjà-vu de la memoria.
Te vi más delgada, quizás algo más mayor, aunque para mis ojos, quedaste siempre detenida en la edad que tenías cuando te marchaste y en su mirar escéptico seguías teniendo el mismo rostro, la misma piel.
Te preparé un café de esos sin azúcar que tú tomas, te sentaste en el sillón y te aventuraste a decirme sin pelos en la lengua que debía cambiarlo, que seguía siendo tan incómodo como siempre.
Me contaste que tu marido había fallecido, me enseñaste una foto, un hombre canoso sostenía en los brazos a un bebe de unos dos años. Dijiste que lo habías pasado mal pues había tenido una enfermedad, pero que en realidad ese matrimonio había sido un simulacro, un paso hacia adelante, que te equivocaste, aunque tenías una niña preciosa que era la alegría de tu vida y sólo por ello había valido la pena.
Te escuchaba atentamente, casi sin interrumpir, ¿qué podría decirte yo?, no sabía que explicarte de mi vida, pensé que no había cambiado nada en ella desde que tú te fuiste, como mi piso, mi vida no había sido habitada desde entonces.
De repente, te acercaste a mí y me besaste, no dejabas de repetirme que siempre sentirías lo nuestro de esta manera, yo quería preguntarte-¿de qué manera?-pero no me atreví. Después la ropa que me cubría el cuerpo se fue cayendo al suelo amontonada torpemente en cualquier lugar junto a la tuya, al lado de aquel incómodo sofá. Un murmullo de caricias habitaba nuestros cuerpos y fui incapaz de pensar en nada, siempre me traes ese silencio de la mente contigo, de la mente que se acalla, siempre te sentí así, cuando hay amor la mente se evapora.
Para mi sorpresa o estupor, lo que salía de tu boca eran palabras cálidas, como caricias de la voz, era como si de repente te sintieras en casa, tu sitio, tu lugar, como si pudieras ser tú decías. Yo no podía pensar en nada, estaba totalmente entregada a sentir tu cuerpo respirar junto al mío, a mecerme en esa respiración.
Después te vestiste, tenías prisa, tu hija dijiste estaba en casa de la vecina, tenías que irte. No me atrevía a preguntarte si te vería, si volvería a verte, pero entonces abrochándote el cinturón a toda prisa me dijiste;-¿te puedo llamar de nuevo?, -sí-respondí casi en un susurro.
Pasaron siete días sin que el teléfono sonara, yo me quedé como una estatua esperando que sonase. Llamé a unos amigos, me dieron tu dirección como a regañadientes y fui a verte.
Cuando llegué me alegró pensar que desde ese balcón pudieras ver el mar y la sonrisa me hizo perder el miedo. Llamé al interfono mientras pensaba en que te iba a volver a ver en pocos segundos, tenerte de nuevo a mi lado, oírte respirar junto a mí. Entonces se abrió la puerta y salieron un par de figuras del portal, ensombrecidas por la falta de luz. Vi una niña risueña que tenía tu misma sonrisa y esos ojos verdes inconfundibles que son tuyos. A su lado, de la mano un hombre canoso le sonreía y le decía; -Cariño, ¿vamos a buscar a mamá al trabajo?
Un poco aturdida y todavía confundida ante aquella inesperada visión en el portal ,volví a mi ciudad, me acompañaba la música, el piano del Ragtime de Scott Joplin sonando en mi coche, sonaba a risa, a estafa, a golpe en la mesa en aquellos momentos.
Pero antes de volver a casa y sin saber muy bien cómo terminé allí, me fui al Ikea más cercano y me compré un sofá, más cómodo, más cálido, más grande,,,para albergar mis sueños.
Ay, Carmen, qué hermoso relato! Parece que las palabras zozobran en el devenir de un sofá escéptico, que las amígdalas corroboran el chispazo adosado, la vena rota. El acompañamiento de Joplin arropa el momento y tintinea como un vaso medio inclinado.
Bien llevado el curso de la historia, sus facultades y rupturas.
Aplausos miles y enhorabuena.
PD: este foro suele ser poco visitado y cuenta con menos lectores que el espacio de poemas.
Una lástima porque tenemos magníficos textos aquí.
Publicado: Vie, 19 Jul 2013 22:36
por Carmen López
Gracias Hallie, te agradezco la lectura y el comentario, me ha encantado eso del tintineo de un vaso medio inclinado, algo así era la idea, yo lo concebí como una música a la que le faltasen acordes.
Estoy devorando los textos del foro, algunos extraordinarios, he quedado maravillada.
Un abrazo grande
Carmen
Publicado: Mié, 18 Sep 2013 22:15
por Hallie Hernández Alfaro
A la primera página!
Publicado: Vie, 20 Sep 2013 19:31
por Carmen López
Hallie Hernández Alfaro escribió:A la primera página!
Gracias Hallie, por cierto, precioso avatar!, pega horrores con tu firma, jajajja.
Abrazotes miles.
Carmen
Publicado: Sab, 21 Sep 2013 9:52
por Maria Pilar Gonzalo
Muy buen texto que he disfrutado desde la primera línea.
Un placer seguirte de cerca.
Abrazos.
Publicado: Sab, 21 Sep 2013 13:51
por Carmen López
Maria Pilar Gonzalo escribió:Muy buen texto que he disfrutado desde la primera línea.
Un placer seguirte de cerca.
Abrazos.
Un abrazo grande, María Pilar, un placer que te pases.
Carmen
re: Sofá. Sobre un diálogo propuesto.
Publicado: Dom, 10 Nov 2013 23:53
por Macedonio Tracel
hermoso, vida pura, un don. debe estar allá arriba
pregunta: los de IKEA te pagaron algo?
Publicado: Dom, 17 Nov 2013 9:52
por Carmen López
Gracias Macedonio, esto es un deja-vu porque creo haberlo comentado ya,( el fallo informático se llevo 2 poemas míos y todos los comentarios de ese día, y es que lo informático es así...) pero bueno, lo repito: Jajajjajjajaa me hiciste reír, que no es poco y me encanta.
Ni un peso me dieron en IKEA, necesitaré representante.
Re: Sofá. Sobre un diálogo propuesto.
Publicado: Vie, 27 Mar 2015 10:13
por Helena Martins
Carmen López escribió:
Ragtime Piano-Scott Joplin (acompaña al texto)
-¿Por qué me miras así?
- Creo que ya no te conozco.
- ¿Me has conocido alguna vez?
- Sí, antes de que necesitara beber para olvidar todo lo que no me gusta de ti, cuándo tenía valor para decírtelo
- ¿Y cuántas copas necesitas ahora?
- Ahora las copas solo me sirven para llorar lo que queda de mí.
- ¿Qué queda de ti?
- Nada.
Eso fue todo, tus últimas palabras. Después de eso, te perdiste para siempre envuelta en la bruma que un día te trajo a mi vida.
No fue fácil olvidarte, nunca lo conseguí del todo. Se sucedió la ausencia, el miedo, un poco de soledad y la firme convicción de que nadie podría llenar ese hueco. Las dos lo sabíamos, yo te amaba sin condiciones.
Al cabo de dos años, me contaron que te casaste con un hombre y que vivías cerca del mar, no muy lejos de esta ciudad que amaste, me dijeron que eras feliz y esperabas un niño.
Tres años después, cinco desde que te fuiste, recibí tu llamada como si de una cuchillada se tratase.
-Hola, ¿me reconoces?, ¿sabes quién soy?
-Sí-te dije, por toda respuesta, conteniendo para mí el decirte que hay voces que son como músicas y se quedan para siempre en nosotros.
-Necesito verte.
-Sí-fue el único monosílabo que pude pronunciar.
Nos vimos tres días después, viniste a mi casa y me dijiste que todo estaba igual en el piso, que casi te había dado miedo entrar, que te parecía un déjà-vu de la memoria.
Te vi más delgada, quizás algo más mayor, aunque para mis ojos, quedaste siempre detenida en la edad que tenías cuando te marchaste y en su mirar escéptico seguías teniendo el mismo rostro, la misma piel.
Te preparé un café de esos sin azúcar que tú tomas, te sentaste en el sillón y te aventuraste a decirme sin pelos en la lengua que debía cambiarlo, que seguía siendo tan incómodo como siempre.
Me contaste que tu marido había fallecido, me enseñaste una foto, un hombre canoso sostenía en los brazos a un bebe de unos dos años. Dijiste que lo habías pasado mal pues había tenido una enfermedad, pero que en realidad ese matrimonio había sido un simulacro, un paso hacia adelante, que te equivocaste, aunque tenías una niña preciosa que era la alegría de tu vida y sólo por ello había valido la pena.
Te escuchaba atentamente, casi sin interrumpir, ¿qué podría decirte yo?, no sabía que explicarte de mi vida, pensé que no había cambiado nada en ella desde que tú te fuiste, como mi piso, mi vida no había sido habitada desde entonces.
De repente, te acercaste a mí y me besaste, no dejabas de repetirme que siempre sentirías lo nuestro de esta manera, yo quería preguntarte-¿de qué manera?-pero no me atreví. Después la ropa que me cubría el cuerpo se fue cayendo al suelo amontonada torpemente en cualquier lugar junto a la tuya, al lado de aquel incómodo sofá. Un murmullo de caricias habitaba nuestros cuerpos y fui incapaz de pensar en nada, siempre me traes ese silencio de la mente contigo, de la mente que se acalla, siempre te sentí así, cuando hay amor la mente se evapora.
Para mi sorpresa o estupor, lo que salía de tu boca eran palabras cálidas, como caricias de la voz, era como si de repente te sintieras en casa, tu sitio, tu lugar, como si pudieras ser tú decías. Yo no podía pensar en nada, estaba totalmente entregada a sentir tu cuerpo respirar junto al mío, a mecerme en esa respiración.
Después te vestiste, tenías prisa, tu hija dijiste estaba en casa de la vecina, tenías que irte. No me atrevía a preguntarte si te vería, si volvería a verte, pero entonces abrochándote el cinturón a toda prisa me dijiste;-¿te puedo llamar de nuevo?, -sí-respondí casi en un susurro.
Pasaron siete días sin que el teléfono sonara, yo me quedé como una estatua esperando que sonase. Llamé a unos amigos, me dieron tu dirección como a regañadientes y fui a verte.
Cuando llegué me alegró pensar que desde ese balcón pudieras ver el mar y la sonrisa me hizo perder el miedo. Llamé al interfono mientras pensaba en que te iba a volver a ver en pocos segundos, tenerte de nuevo a mi lado, oírte respirar junto a mí. Entonces se abrió la puerta y salieron un par de figuras del portal, ensombrecidas por la falta de luz. Vi una niña risueña que tenía tu misma sonrisa y esos ojos verdes inconfundibles que son tuyos. A su lado, de la mano un hombre canoso le sonreía y le decía; -Cariño, ¿vamos a buscar a mamá al trabajo?
Un poco aturdida y todavía confundida ante aquella inesperada visión en el portal ,volví a mi ciudad, me acompañaba la música, el piano del Ragtime de Scott Joplin sonando en mi coche, sonaba a risa, a estafa, a golpe en la mesa en aquellos momentos.
Pero antes de volver a casa y sin saber muy bien cómo terminé allí, me fui al Ikea más cercano y me compré un sofá, más cómodo, más cálido, más grande,,,para albergar mis sueños.
Me ha encantado releer este relato, excelente ritmo y progresión, yo tambien estoy buscando un sofá más grande .
Re: Sofá. Sobre un diálogo propuesto.
Publicado: Sab, 28 Mar 2015 1:50
por Carmen López
Helena Martins escribió:
Carmen López escribió:
Ragtime Piano-Scott Joplin (acompaña al texto)
-¿Por qué me miras así?
- Creo que ya no te conozco.
- ¿Me has conocido alguna vez?
- Sí, antes de que necesitara beber para olvidar todo lo que no me gusta de ti, cuándo tenía valor para decírtelo
- ¿Y cuántas copas necesitas ahora?
- Ahora las copas solo me sirven para llorar lo que queda de mí.
- ¿Qué queda de ti?
- Nada.
Eso fue todo, tus últimas palabras. Después de eso, te perdiste para siempre envuelta en la bruma que un día te trajo a mi vida.
No fue fácil olvidarte, nunca lo conseguí del todo. Se sucedió la ausencia, el miedo, un poco de soledad y la firme convicción de que nadie podría llenar ese hueco. Las dos lo sabíamos, yo te amaba sin condiciones.
Al cabo de dos años, me contaron que te casaste con un hombre y que vivías cerca del mar, no muy lejos de esta ciudad que amaste, me dijeron que eras feliz y esperabas un niño.
Tres años después, cinco desde que te fuiste, recibí tu llamada como si de una cuchillada se tratase.
-Hola, ¿me reconoces?, ¿sabes quién soy?
-Sí-te dije, por toda respuesta, conteniendo para mí el decirte que hay voces que son como músicas y se quedan para siempre en nosotros.
-Necesito verte.
-Sí-fue el único monosílabo que pude pronunciar.
Nos vimos tres días después, viniste a mi casa y me dijiste que todo estaba igual en el piso, que casi te había dado miedo entrar, que te parecía un déjà-vu de la memoria.
Te vi más delgada, quizás algo más mayor, aunque para mis ojos, quedaste siempre detenida en la edad que tenías cuando te marchaste y en su mirar escéptico seguías teniendo el mismo rostro, la misma piel.
Te preparé un café de esos sin azúcar que tú tomas, te sentaste en el sillón y te aventuraste a decirme sin pelos en la lengua que debía cambiarlo, que seguía siendo tan incómodo como siempre.
Me contaste que tu marido había fallecido, me enseñaste una foto, un hombre canoso sostenía en los brazos a un bebe de unos dos años. Dijiste que lo habías pasado mal pues había tenido una enfermedad, pero que en realidad ese matrimonio había sido un simulacro, un paso hacia adelante, que te equivocaste, aunque tenías una niña preciosa que era la alegría de tu vida y sólo por ello había valido la pena.
Te escuchaba atentamente, casi sin interrumpir, ¿qué podría decirte yo?, no sabía que explicarte de mi vida, pensé que no había cambiado nada en ella desde que tú te fuiste, como mi piso, mi vida no había sido habitada desde entonces.
De repente, te acercaste a mí y me besaste, no dejabas de repetirme que siempre sentirías lo nuestro de esta manera, yo quería preguntarte-¿de qué manera?-pero no me atreví. Después la ropa que me cubría el cuerpo se fue cayendo al suelo amontonada torpemente en cualquier lugar junto a la tuya, al lado de aquel incómodo sofá. Un murmullo de caricias habitaba nuestros cuerpos y fui incapaz de pensar en nada, siempre me traes ese silencio de la mente contigo, de la mente que se acalla, siempre te sentí así, cuando hay amor la mente se evapora.
Para mi sorpresa o estupor, lo que salía de tu boca eran palabras cálidas, como caricias de la voz, era como si de repente te sintieras en casa, tu sitio, tu lugar, como si pudieras ser tú decías. Yo no podía pensar en nada, estaba totalmente entregada a sentir tu cuerpo respirar junto al mío, a mecerme en esa respiración.
Después te vestiste, tenías prisa, tu hija dijiste estaba en casa de la vecina, tenías que irte. No me atrevía a preguntarte si te vería, si volvería a verte, pero entonces abrochándote el cinturón a toda prisa me dijiste;-¿te puedo llamar de nuevo?, -sí-respondí casi en un susurro.
Pasaron siete días sin que el teléfono sonara, yo me quedé como una estatua esperando que sonase. Llamé a unos amigos, me dieron tu dirección como a regañadientes y fui a verte.
Cuando llegué me alegró pensar que desde ese balcón pudieras ver el mar y la sonrisa me hizo perder el miedo. Llamé al interfono mientras pensaba en que te iba a volver a ver en pocos segundos, tenerte de nuevo a mi lado, oírte respirar junto a mí. Entonces se abrió la puerta y salieron un par de figuras del portal, ensombrecidas por la falta de luz. Vi una niña risueña que tenía tu misma sonrisa y esos ojos verdes inconfundibles que son tuyos. A su lado, de la mano un hombre canoso le sonreía y le decía; -Cariño, ¿vamos a buscar a mamá al trabajo?
Un poco aturdida y todavía confundida ante aquella inesperada visión en el portal ,volví a mi ciudad, me acompañaba la música, el piano del Ragtime de Scott Joplin sonando en mi coche, sonaba a risa, a estafa, a golpe en la mesa en aquellos momentos.
Pero antes de volver a casa y sin saber muy bien cómo terminé allí, me fui al Ikea más cercano y me compré un sofá, más cómodo, más cálido, más grande,,,para albergar mis sueños.
Me ha encantado releer este relato, excelente ritmo y progresión, yo tambien estoy buscando un sofá más grande .
Gracias, Helena, no sé si hay sofás de esos...los sueños son muy difíciles de albergar, aunque es cuestión de seguir buscando .