La soledad del amor
Publicado: Mié, 03 Jul 2013 12:57
Mi sol, mi saxo de infinitos alambres, la duda
de mi luz, el cofre de un rosario. Tantas son las
huellas de la calígine, la temprana anémona
de las águilas, cuando el rastro de una caricia pervive
como dúctil fruto o corazón que vaga. La lentitud
de las sombras arropa el cenáculo de la fe cuando miro
los collares de la edad, circunloquios de una prisión
ambigua con su astucia demacrada y ese relucir
de objetos sin nombre en el quimérico desnudo
que ha robado sus linces al invierno. Sólo hay un cuerpo
y cien mil latidos, sólo la hermosura de lo perdido deja
un corazón palpitando en la tiniebla de Orfeo. Volverás,
volveré al maquillaje abstracto de una ventana que ya es
ojo o penuria o trasluz. ¡Si entendiera el porqué ha llovido
tu carne en mi frente sin declarar el aullido o morir
como muere el dolor en su inocencia azul!. Ha sido
mi insomnio una estratagema. Recuerdo el prisma
que un pómulo herido dibujó en mi llanura fugaz.
Quizá la nada de la nada me acogió entonces
con su sábana perfecta y su canción de soliloquio.
No lo sé, pasaron los años con la ambivalencia de un pájaro
y mi reloj incansable, fue estatua o mirador de un tiempo
de abriles que ya ha caído con sus guedejas de nieve.
¿Reconoceré algún día lo que de príncipe no guardó
mi pobreza, aquel gesto que busca el perfil de una escoba,
la mugre de un sol? No diré que mi juventud haya sido
un rostro imberbe, han florecido pétalos en la luna, neones
de sal o la ternura del niño que crece más allá de los sueños.
Y sin embargo, todavía hoy, la flor de la memoria me viste
con sus alas de ángel rubio, de ruiseñor que en su delirio
confunde lo innombrable con la lujuria de lo que no existe.
Demasiados los pasos entre la niebla de este sendero gris.
¿Cuál ha sido su raíz?¿Cuál la oscura quietud
de este hogar sin palabras?
de mi luz, el cofre de un rosario. Tantas son las
huellas de la calígine, la temprana anémona
de las águilas, cuando el rastro de una caricia pervive
como dúctil fruto o corazón que vaga. La lentitud
de las sombras arropa el cenáculo de la fe cuando miro
los collares de la edad, circunloquios de una prisión
ambigua con su astucia demacrada y ese relucir
de objetos sin nombre en el quimérico desnudo
que ha robado sus linces al invierno. Sólo hay un cuerpo
y cien mil latidos, sólo la hermosura de lo perdido deja
un corazón palpitando en la tiniebla de Orfeo. Volverás,
volveré al maquillaje abstracto de una ventana que ya es
ojo o penuria o trasluz. ¡Si entendiera el porqué ha llovido
tu carne en mi frente sin declarar el aullido o morir
como muere el dolor en su inocencia azul!. Ha sido
mi insomnio una estratagema. Recuerdo el prisma
que un pómulo herido dibujó en mi llanura fugaz.
Quizá la nada de la nada me acogió entonces
con su sábana perfecta y su canción de soliloquio.
No lo sé, pasaron los años con la ambivalencia de un pájaro
y mi reloj incansable, fue estatua o mirador de un tiempo
de abriles que ya ha caído con sus guedejas de nieve.
¿Reconoceré algún día lo que de príncipe no guardó
mi pobreza, aquel gesto que busca el perfil de una escoba,
la mugre de un sol? No diré que mi juventud haya sido
un rostro imberbe, han florecido pétalos en la luna, neones
de sal o la ternura del niño que crece más allá de los sueños.
Y sin embargo, todavía hoy, la flor de la memoria me viste
con sus alas de ángel rubio, de ruiseñor que en su delirio
confunde lo innombrable con la lujuria de lo que no existe.
Demasiados los pasos entre la niebla de este sendero gris.
¿Cuál ha sido su raíz?¿Cuál la oscura quietud
de este hogar sin palabras?