Editorial Alaire

Recuerdo bien el día que llegaste a mí,
eras como un pulso de fiebre cuando incendia la carne.
Traías la inquietud del mar en tus pupilas y en tu voz
un presagio de dudas, pero te quedaste aquí para ser libre
y fuiste torrentera de amor que en las arterias fluye.
Decididas mis manos recorrían el mapa de tu cuerpo,
no hubo cordillera, ni valle, ni altiplano que no te descubriera.
Y te amé con la levedad del viento acariciando los tendales.
A través del vértigo de tu boca todo lo aprendí de ti
y mi corazón como lirio desguarnecido en tu pecho halló refugio,
entonces compartimos, sobre el tálamo del amanecer,
el pan candeal de tu cosecha y el vino del deseo que transitaba en mis venas.
Fuimos el lenguaje callado de los astros,
el evangelio en secreto de las aves,
la liturgia frutal que en el altar de tu piel se consagra.

La noche como una diosa en celo quiso ofrecer su vigilia,
y bajo el palio de sus sombras apuramos la pasión hasta embriagarnos.
De repente, sentí que se movía felina tu cintura y me sedujo,
que tus pechos eran dos cumbres que escalaban mis labios,
y por tu espalda mis dedos ascendían con ávida lujuria.
No hubo más jubilo que tu presencia que se hizo acequia de la dicha,
donde saciar cada póstula de sed que codiciara resecar
la tierra donde los hijos de la luz crecían al futuro.

¿Y cuando te fuiste?... La memoria no me dejó nada, se desnudó de ti;
ni siquiera quedó retazos de tu ausencia donde escribirte una elegía con lágrimas.
Hoy sólo quiero improvisarte en la distancia para que imagines
la nieve poblando nuestros sexos, las paginas de alcohol donde tu mrmoria reescribo,
o un alfanje de lluvia donde nuestros nombres naufraguen.
Ahora estoy cansado, y como Ulises desde Ítaca a lecho del vencido regreso,
hace muchas lunas que el ansia de la carne enviudó en la alcoba de Penélope.
Por eso advierto que la soledad se va haciendo carcoma
y está royendo ese tiempo que fue nuestro y ahora se desvanece donde habita el olvido.

Rafael Valdemar escribió:Recuerdo cuando llegaste a mí, con un pulso de fiebre entre los labios,
y fuiste torrentera de amor que en las arterias crepita.
Y te quedaste. Decididas mis manos recorrían el mapa de tu piel,
no hubo cordillera, ni valle, ni altiplano que no te descubriera.
Y te amé, con la levedad del viento acariciando los tendales.
Y todo lo aprendí de ti a través del vértigo de tu boca,
y mi corazón como lirio desguarnecido se refugió en tu piel,
entonces compartimos sobre el tálamo del amanecer
el pan candeal de tu cosecha y el vino del deseo que transitaba en mi sangre.
Fuimos el lenguaje callado de los astros,
el evangelio en secreto de las aves,
la liturgia frutal que el latido del silencio acaricia.

La noche como una diosa impúdica quiso ofrecernos su vigilia,
y bajo el palio de sus sombras apuramos la pasión hasta embriagarnos,
entonces sentí que el movimiento felino de tu cintura me sedujo
que tus pechos eran dos cumbres indomables
y por tu espalda con lasciva avidez mis dedos ascendían.
Y no hubo más jubilo que tu presencia que se hizo acequia de la dicha,
donde saciar cada póstula de sed que codiciara resecar
la tierra donde los hijos de la luz crecían al futuro.

¿Y cuando te fuiste? La memoria no me dejó nada, se desnudó de ti,
no quedó ni tan siquiera esa elegía donde llorar tu ausencia sobre una almohada de escarcha.
Por eso sólo quiero improvisarte en la distancia para que te imagines
la nieve poblando nuestros sexos, las paginas de alcohol donde tu recuerdo reescribo,
o un alfanje de lluvia donde nuestros nombres naufraguen.
Hoy estoy cansado, y como Ulises, al lecho del vencido regreso:
hace muchas lunas que extravié el lecho de Penélope.
Por eso advierto que la soledad se va haciendo carcoma
y está royendo ese tiempo que fue nuestro y ahora se desvanece donde habita el olvido.

Estimado, Rafael, nos regalas un poema de elevadísimo lirismo, bello y único en su tristeza. Un poema humano donde el recuerdo de la dicha va haciendo su partida sobre aquella otra partida. El ritmo, la cadencia, son logros de una mano maestra. Hace mucho que no leo un poema largo con tanto interés en cada verso que iba transitando. Ha sido un embriagador baño de poesía que nace del sentimiento más condensado en su aflicción por lo pasado. Y ese remate con la frase del gran Cernuda le ha quedado como una fresa.

Un gran abrazo de admiración.
Óscar

Rafael Valdemar escribió:Recuerdo cuando llegaste a mí, con un pulso de fiebre entre los labios,
y fuiste torrentera de amor que en las arterias crepita.
Y te quedaste. Decididas mis manos recorrían el mapa de tu piel,
no hubo cordillera, ni valle, ni altiplano que no te descubriera.
Y te amé, con la levedad del viento acariciando los tendales.
Y todo lo aprendí de ti a través del vértigo de tu boca,
y mi corazón como lirio desguarnecido se refugió en tu piel,
entonces compartimos sobre el tálamo del amanecer
el pan candeal de tu cosecha y el vino del deseo que transitaba en mi sangre.
Fuimos el lenguaje callado de los astros,
el evangelio en secreto de las aves,
la liturgia frutal que el latido del silencio acaricia.

La noche como una diosa impúdica quiso ofrecernos su vigilia,
y bajo el palio de sus sombras apuramos la pasión hasta embriagarnos,
entonces sentí que el movimiento felino de tu cintura me sedujo
que tus pechos eran dos cumbres indomables
y por tu espalda con lasciva avidez mis dedos ascendían.
Y no hubo más júbilo que tu presencia que se hizo acequia de la dicha,
donde saciar cada póstula de sed que codiciara resecar
la tierra donde los hijos de la luz crecían al futuro.

¿Y cuando te fuiste? La memoria no me dejó nada, se desnudó de ti,
no quedó ni tan siquiera esa elegía donde llorar tu ausencia sobre una almohada de escarcha.
Por eso sólo quiero improvisarte en la distancia para que te imagines
la nieve poblando nuestros sexos, las paginas de alcohol donde tu recuerdo reescribo,
o un alfanje de lluvia donde nuestros nombres naufraguen.
Hoy estoy cansado, y como Ulises, al lecho del vencido regreso:
hace muchas lunas que extravié el lecho de Penélope.
Por eso advierto que la soledad se va haciendo carcoma
y está royendo ese tiempo que fue nuestro y ahora se desvanece donde habita el olvido.

Emocionante, Rafael. Las metáforas son irresistiblemente bellas y honestas.

Deleite y fuerza trasmisora en todos los rincones.

Aplausos miles y mi sincera enhorabuena por tu gran trabajo.

Un grandioso poema. Un paseo del amor al desamor salpicado de hermosas metáforas. Un trabajo admirable.
Un abrazo

Nos has llevado por las dos orillas del amor en versos e imágenes conseguidas. Un lirismo hermoso ha firmado el poema. Un placer
Besos
Pilar

Bellísimo poema Rafael.

Te felicito por tantos versos hermosos y emotivos.

Una preciosidad que se lee casi sin querer pero que te deja esperando más.

Abrazos grandes.

Rafael Valdemar, Vaivenes en el sentimiento en buen versar, poeta! Mis congratulaciones!

Oscar gracias por pasarte por mis versos y dejar tus palabras

saludos

rafael

Hallie gracias por pasarte po rmis versos y dejar tus palabras

saludos

rafael

Sin duda Rafael, una de sus mejores obras amigo,
le felicito, es ud. un gran escritor, saludos cordiales.

Hallie gracias por pasarte por mis versos y deja tus palabras

saludos

rafael

Celia gracias por pasarte por e poema y dejar tus palabras

Emocionantes estos versos que he disfrutado leyendo. Un gusto venir.
Un abrazo.
Pepa

Pilar gracias por pasarte por el poema y dejar tus palabras
saludos

rafael

Me gustaron tus versos. Un placer leerte. Saludos!