EL CAMPOSANTO
Moderador: Hallie Hernández Alfaro
- Carlos Justino Caballero
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EL CAMPOSANTO
Un día, con más tiempo me detuve bajo las sombras dormidas de los molles que se encuentran a la entrada del camposanto lugareño, enraizando en ellos sentires sosegados. El sol en el cénit anunciaba el mediodía de un día caluroso y seco. Pude ver entonces con asombro lo que habitualmente no miraba: entre malezas estaban las tumbas, que no sé si a cien llegaban, cada tumba con su historia y cada una respetando una memoria. Estaban enmarcadas por el bosque verde y espinoso como si fuese una muralla defensiva contra inexistentes duendes y algunos pinos y cipreses añosos amarilleando un tanto el glauco de las acacias.
Nada veía diferente a otros sitios de mi terruño de no ser las lápidas opacas y desvencijadas cruces entre las cuales jugaban sus rutinas los zorzales y calandrias. Acompañaban al sol algunas nubes, una suave brisa y el silencio al que estoy acostumbrado y ese olvido distraído que se adueñaba hasta de mi estampa intrusa y asombrada.
Había paz y había también otras presencias que se intuían en mi ser contemplativo. Nada era molesto, nada me hostigaba, todo era parte natural de ese contexto de la naturaleza.
Y estando en esas observancias, vi un niño que bajaba a lomo de burro por el sendero de herradura del cerro cercano. Bajó como deslizándose del manso animal y lo dejó suelto. Lo miré más detenidamente y pude ver su rostro cetrino bajo la boina, su camisa remendada y las alpargatas ya con flecos. Despacio se acercó y paso sin mirarme a unos metros, con unas flores en las manos y dos lágrimas corriendo por su cara. Avanzó lentamente unos pasos y se detuvo en una tumba que se veía claramente más prolija que el resto. Se detuvo un instante, se agachó y dejó esas flores junto a una cruz doblada y rota. Luego, con movimientos parsimoniosos dio la vuelta, sin las flores y sin las lágrimas, subió a su jumento y se fue a tranquitos cortos en el mismo silencio y la misma calma con que llegara.
Y allí, a orillas del camposanto, quedé pensativo ante esa vivencia tan conmovedora como inesperada
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Gracias miles por tu creación hermosa.
Salud y muchos aplausos.
"He guardado la Luna en los cajones
por si vuelves de noche que te alumbre;
no te tardes, papá, que sin la lumbre
de tu amor no se encienden los fogones.'"
Esta cárcel sin ti, Ramón Olivares
- Carlos Justino Caballero
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