JARDINES DE OLVIDO
Publicado: Mié, 22 May 2013 7:07
Única casa, casona, longeva de tanto escuchar la Tralana,
es en ti donde crecen los jardines del olvido,
las grandes mansiones derrumbadas,
el polvo y el polen de las abejas del pasado.
Nadie escuchó tu canto inmenso,
hasta que tejiste un pentagrama diminuto
que creció como un bebé apurado.
Crecieron ojos, besos y todo un cosmos polvoriento,
en las amapolas, en los lirios brillantes que robaban
el sol apagado de los inviernos,
las calas que abrían el alba dormida.
Crecían gatos en los viejos parronales,
bajaban como racimos maduros,
otros caían sobre la tierra,
otros volvían a crecer desde las alturas,
jugueteando en las faldas de la casona perpetua.
¡Lluvia, lluvia, pasajera lluvia!
hacedora incansable de los sembradíos
secos y trabajados por las manos pobres,
tú que amamantaste criaturas ajenas
con tu rocío secreto de las montañas elevadas,
llévate mi lenguaje a galopar en tu esfuerzo,
como un caballo feroz y celeste,
como un sonido que jamás vuelve.
Sobre tu delantal cayeron la harina
y todos los cereales de los hambrientos,
la ceniza de el horno azotado,
la mesa llena hasta más no poder,
aquella mesa cubierta de árboles floridos,
aquella mansión de pobres,
aquella guarida de sol violento ,
aquella alma encendida por el viento y el amor.
es en ti donde crecen los jardines del olvido,
las grandes mansiones derrumbadas,
el polvo y el polen de las abejas del pasado.
Nadie escuchó tu canto inmenso,
hasta que tejiste un pentagrama diminuto
que creció como un bebé apurado.
Crecieron ojos, besos y todo un cosmos polvoriento,
en las amapolas, en los lirios brillantes que robaban
el sol apagado de los inviernos,
las calas que abrían el alba dormida.
Crecían gatos en los viejos parronales,
bajaban como racimos maduros,
otros caían sobre la tierra,
otros volvían a crecer desde las alturas,
jugueteando en las faldas de la casona perpetua.
¡Lluvia, lluvia, pasajera lluvia!
hacedora incansable de los sembradíos
secos y trabajados por las manos pobres,
tú que amamantaste criaturas ajenas
con tu rocío secreto de las montañas elevadas,
llévate mi lenguaje a galopar en tu esfuerzo,
como un caballo feroz y celeste,
como un sonido que jamás vuelve.
Sobre tu delantal cayeron la harina
y todos los cereales de los hambrientos,
la ceniza de el horno azotado,
la mesa llena hasta más no poder,
aquella mesa cubierta de árboles floridos,
aquella mansión de pobres,
aquella guarida de sol violento ,
aquella alma encendida por el viento y el amor.