El vientre
Publicado: Lun, 20 May 2013 22:12
Habla solo porque no sabe su nombre.
Habla en ti porque lo guías atravesándolo.
Cada vez que llama un ángel es desflorado.
La frente hociquea rodeando los grumos de las letras imaginarias.
Se rompe la membrana del sonido, se deshace
la lengua.
De la lengua deshecha nace la montaña.
Del charco de la lengua nace la columna de la lengua
y dentro de la columna está la sorda imagen
de la montaña espléndida.
Hay nieve en la madriguera, un macizo túnel
como un obituario resplandeciente en la oscuridad.
Susurra solo.
Aprieta la garganta de la maleza, está mirándote, se ve
a lo lejos haciendo agujeros en la mirada del aire.
Huecos de la salutación, oh vocativo
de las almenas espirales
hablándose como se espiga una llama,
un labio ahumado por el corazón,
una senda que salta entre los dedos del silencio adelgazando el paso de la tierra por el cuerpo.
Este lugar que corre por la voz no te recuerda pero ha vestido el tiempo.
Ámalo.
Este cansancio que da vueltas hasta morder los talones del sol no mereció su muerte.
Cánsalo.
Habla solo porque no sabe su nombre,
susurra la corteza de su mudez en la corteza de su ceguera
y mueve las manos para no señalar:
aquí no hay nadie,
aquí no hay nadie,
aquí están los vestidos para disfrazar el alba;
aquí el vestido blanco para ocultar el blanco,
aquí las tijeras que me das,
el horizonte de sus hojas naciéndose al cerrarse,
ángeles desflorados
entre el lento vientre y la veloz cloaca.
Habla en ti porque lo guías atravesándolo.
Cada vez que llama un ángel es desflorado.
La frente hociquea rodeando los grumos de las letras imaginarias.
Se rompe la membrana del sonido, se deshace
la lengua.
De la lengua deshecha nace la montaña.
Del charco de la lengua nace la columna de la lengua
y dentro de la columna está la sorda imagen
de la montaña espléndida.
Hay nieve en la madriguera, un macizo túnel
como un obituario resplandeciente en la oscuridad.
Susurra solo.
Aprieta la garganta de la maleza, está mirándote, se ve
a lo lejos haciendo agujeros en la mirada del aire.
Huecos de la salutación, oh vocativo
de las almenas espirales
hablándose como se espiga una llama,
un labio ahumado por el corazón,
una senda que salta entre los dedos del silencio adelgazando el paso de la tierra por el cuerpo.
Este lugar que corre por la voz no te recuerda pero ha vestido el tiempo.
Ámalo.
Este cansancio que da vueltas hasta morder los talones del sol no mereció su muerte.
Cánsalo.
Habla solo porque no sabe su nombre,
susurra la corteza de su mudez en la corteza de su ceguera
y mueve las manos para no señalar:
aquí no hay nadie,
aquí no hay nadie,
aquí están los vestidos para disfrazar el alba;
aquí el vestido blanco para ocultar el blanco,
aquí las tijeras que me das,
el horizonte de sus hojas naciéndose al cerrarse,
ángeles desflorados
entre el lento vientre y la veloz cloaca.